Doblan las campanas
Pablo McKinney
La crisis que en el mundo ha provocado el COVID-19 no se ha quedado en la salud física y la economía, para llegar hasta las almas perdidas de los hombres, para devorarlas y regresarlos a aquel árbol de sus antepasados.
¿Cómo explicar tanta vileza? ¿De dónde ha salido tanta saña? ¿Qué son estos mandamientos? En la mañana del pasado martes, como casi siempre escribí en mis redes sociales: “Buenas y santas sean las de Dios”. Aunque en ese momento, decir “Buenos días” fuera tan solo un decir, o más exactamente un mal decir.
¡Qué noches tan largas estas noches de la muerte!
El asesinato de Orlando Jorge Mera a manos de un amigo de toda la vida ha consternado a la sociedad dominicana por mil razones, pero muy especialmente por su talante de caballero decente, tolerante y dado siempre al diálogo y la negociación, y por el lugar donde ocurrió; por las falla de los equipos de seguridad, que vino a demostrar que ya ni siquiera somos capaces de aprender de nuestras desgracias, pues en parecidas circunstancias fue asesinado hace unos años quien fuera alcalde de Santo Domingo Este, Juancito de los Santos, y por ese crimen fue que se decidió reforzar la seguridad de las oficinas públicas colocando aros magnéticos en las entradas.
Pero…¡de dónde han salido estos demonios! ¡Qué son estos mandamientos! Pesarosa la hora en que, de la manera más inesperada, y por lo mismo impactante y dolorosa, un país dice adiós a quien hizo de la decencia, la tolerancia y la paz un estilo de vida, aún en medio de esta fauna politiquera nuestra que devora a sus propios hijos, se autodestruye cada día y pervierte casi todo.
Ante tanto nacional desconsuelo, tomo prestadas las palabras del poeta británico John Donne, para decir, para preguntar: “¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?/ ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?/ Ningún hombre es una isla entera por sí mismo/.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo/.
Si el mar se lleva una porción de tierra/, todo el planeta queda disminuido./ (…) Ninguna persona es una isla/; la muerte de cualquiera me afecta/ porque me encuentro unido a toda la humanidad/ Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas/… están doblando por ti”.