¿Sobrevivirá la democracia de Estados Unidos?
Andrés Oppenheimer
Si me preguntan cuál fue el evento mundial más relevante de 2021, además de la pandemia, diría que fue el violento ataque al Capitolio del 6 de enero en Washington D.C.; puede que pase a la historia como el principio del fin de la democracia estadounidense.
No estoy exagerando. Hay quienes están tratando de restarle importancia a los hechos del 6 de enero y pintarlos como un comprensible estallido de frustración de seguidores del expresidente Donald Trump que no podían creer que hubieran perdido las elecciones.
Pero fue mucho más que eso. Fue la primera vez en la historia reciente que un presidente saliente de Estados Unidos trató de desconocer un resultado electoral, y puede ser un adelanto de lo que hará Trump si se presenta de nuevo y gana en 2024. Trump hizo todo lo posible por subvertir el resultado electoral.
Llamó al secretario de Estado de Georgia, un republicano, para pedirle que “encontrara” los 11,780 votos que necesitaba para anular los resultados en ese estado, según una grabación de la conversación. Luego, Trump pidió a sus seguidores que fueran a Washington D.C. el 6 de enero para demandar que el Congreso desconociera los resultados electorales, y exigió públicamente que el entonces vicepresidente Mike Pence no los certificara. Las multitudes que llegaron al Capitolio el 6 de enero coreaban “¡Luchemos por Trump!” y “¡Mike Pence a la horca!”.
Fue un intento de golpe de Estado como los que vemos a menudo en el Tercer Mundo, pero que eran casi inimaginables en Estados Unidos. Y, sin embargo, pasó ante nuestros ojos. Y amenaza con volver a suceder.
Estos son los hechos que nadie debe olvidar, si quieren que este país siga siendo una democracia: En primer lugar, el presidente Biden derrotó a Trump por un récord de 7 millones de votos y por 362 a 232 votos en el Colegio Electoral.
En segundo lugar, las mentiras de Trump de que las elecciones le fueron “robadas” han sido consideradas infundadas por el propio Departamento de Justicia de Trump, por más de 60 tribunales estadounidenses y por la Corte Suprema de Estados Unidos, de mayoría conservadora.
En tercer lugar, Trump sigue afirmando falsamente que ganó. Y sus mentiras, amplificadas por medios de derecha, son tomadas en serio por muchos: el 68% de los republicanos cree que las elecciones fueron “robadas”, según una encuesta reciente del Public Religion Research Institute.
Lo que es igualmente sorprendente, los líderes republicanos como el presidente del bloque del partido en el Senado Mitch McConnell, que dijo el 13 de enero que “no hay duda, ninguna, de que el presidente Trump es práctica y moralmente responsable” del ataque al Capitolio, ahora están en silencio.
Temerosos de perder sus trabajos, se han rendido ante Trump. Algunos de mis amigos republicanos me dicen que el ataque al Capitolio fue un hecho desafortunado, pero no grave, porque la democracia finalmente prevaleció. Pero ese es un argumento peligroso, porque Trump está dando pasos concretos para aprender de lo que le salió mal, y robarse las elecciones del 2024.
Trump está instalando a sus incondicionales en los principales cargos electorales en estados indecisos como Georgia, Arizona, Pensilvania y Wisconsin. La próxima vez que Trump llame a funcionarios electorales estatales de su partido y les pida que “encuentren” votos inexistentes, es probable que le hagan caso. Y el regreso de Trump a la Casa Blanca será aún más posible si, como es probable, su Partido Republicano gana las elecciones intermedias del 2022.
Un nuevo Congreso de mayoría “trumpista” podrá cambiar las leyes para restringir el voto en distritos demócratas. En general, el partido que está fuera de la Casa Blanca gana las elecciones intermedias en Estados Unidos. Y lo más posible es que, con el actual rebrote de la pandemia, el 2022 no sea la excepción.
Con un Congreso en sus manos y funcionarios electorales incondicionales en estados indecisos, Trump podrá convertirse en un dictador electo en 2024, al igual que su amigo Vladimir Putin en Rusia. Si el intento de golpe de Estado de Trump queda impune, hay un serio peligro de que la historia pase a recordar el 6 de enero del 2021 como el momento en que empezó un golpe en cámara lenta que condujo al fin de la democracia estadounidense.