Reacción de los haitianos ante el conflicto del canal: «¡El agua tá cogía!»
Por Manuel Jiménez
Con frecuencia, realizo viajes a la hermosa zona de Punta Cana, en la costa este de la República Dominicana. Estos viajes se llevan a cabo en busca de descanso, recreación y para disfrutar de uno de los polos turísticos más emblemáticos y diversos de nuestro país.
El pasado fin de semana, mi decisión de emprender el viaje estuvo en duda debido a las condiciones climáticas adversas que pronosticaba la Oficina Nacional de Meteorología. A pesar de las dudas, decidí aventurarme y tomar la autopista en dirección al este. El sol brillaba al menos hasta La Romana, pero a medida que avanzaba, el cielo se volvía cada vez más gris y oscuro, confirmando las predicciones meteorológicas. Durante el trayecto, la lluvia hizo su aparición intermitentemente, y encendí el limpiaparabrisas de mi vehículo. Sin embargo, me di cuenta de un problema cuando intenté rociar agua en el parabrisas: el sistema no funcionaba.
Finalmente, llegué a Punta Cana en la tarde, y el cielo estaba cubierto de nubes. Al día siguiente, por la mañana, una lluvia torrencial acompañada de truenos y relámpagos se desató sobre la zona. Frente a estas condiciones climáticas consideré prudente llevar mi vehículo a un taller local para resolver el problema.
Mientras esperaba en el taller, una discusión llamó mi atención. Varios dominicanos estaban dialogando con un haitiano residente en Punta Cana desde hace seis años. Según él, inicialmente vino atraído por un primo y luego trasladó al resto de su familia, estableciéndose en un poblado haitiano en la zona de Friusa. La discusión se centraba en un tema candente: el Canal sobre el Río Masacre.
Haití había decidido unilateralmente construir este canal, lo que generó un serio conflicto entre los dos países que comparten la isla de La Española. Lo sorprendente no fue tanto el tema en sí, sino lo bien informado que estaba el haitiano sobre el conflicto y su apasionada defensa del punto de vista de su país. A pesar de vivir en la República Dominicana y haber recibido refugio, él y su familia, junto con cientos de miles de compatriotas, argumentaban en contra de lo que veían como un abuso por parte de República Dominicana.
La discusión se volvió tensa, y uno de los clientes dominicanos se levantó en tono desafiante, advirtiendo que «el canal ese se lo vamos a meter por el c…». La respuesta del haitiano me impactó: «mientras tanto, el agua tá cogía».
Intenté intervenir para explicar la naturaleza y las razones detrás del conflicto, pero el haitiano, que parecía tener menos de 30 años, no estaba dispuesto a razonar. Decidí retirarme para evitar que la discusión se tornara más acalorada, dada la repulsa y el enojo de los demás dominicanos presentes.
Es relevante destacar, según me comunicó el dominicano que inicialmente confrontó al haitiano, que esta frase «el agua tá cogía» es común entre la comunidad haitiana en Punta Cana, y la utilizan con frecuencia para confrontar a los dominicanos. Esta expresión refleja una situación potencialmente explosiva que podría desencadenar conflictos entre dominicanos y haitianos.
Punta Cana es probablemente la zona del país con la mayor concentración de haitianos en relación con la población dominicana. Un residente local calcula que por cada dominicano, hay tres haitianos en la zona, una estadística que ilustra la magnitud de la inmigración haitiana en este importante destino turístico.
El mismo residente señaló la presencia haitiana en diversos sectores de la economía local. Desde colmados hasta trabajos en construcción, servicios de motoconcho y empleos formales en hoteles, la inmigración haitiana ha permeado muchos aspectos de la vida en Punta Cana. La situación es tan marcada que una visita a Friusa podría hacer que uno crea que está en Haití.
Es una realidad que plantea desafíos importantes, ya que la concentración de inmigrantes haitianos en la zona ha llevado a tensiones y preocupaciones en la comunidad dominicana. La convivencia entre ambas poblaciones, aunque en su mayoría pacífica, a veces se ve afectada por diferencias culturales y económicas.
Esta vez, mi viaje a Punta Cana no solo fue una experiencia turística, sino que también me permitió reflexionar sobre la importancia de abordar los desafíos que enfrentamos con una migración haitiana desbordada y la permanente fricciones que surgen en nuestra relación con un vecino que históricamente no ha mostrado ni dado señales de practicar la buena vecindad.