El apoyo de Biden al impopular líder de Haití hunde a EEUU en un abismo político
MIAMI, 8 marzo — Cuando el primer ministro de Haití, Ariel Henry, llenó el vacío que dejó el asesinato del presidente haitiano en 2021, lo hizo pese a las protestas de amplios segmentos de la población, pero con el apoyo total del gobierno del presidente estadounidense Joe Biden.
Ahora, casi tres años después, el control del poder de Henry pende de un hilo, y Washington enfrenta decisiones aún más difíciles mientras busca evitar que el país caiga en la anarquía.
“Lo arruinaron totalmente”, dijo James Foley, diplomático jubilado y exembajador de Estados Unidos en Haití, en una entrevista sobre el apoyo del gobierno de Biden a Henry. “Ellos llevaron la situación hacia su propia perdición. Es el fruto de las decisiones que tomamos”.
El atribulado primer ministro salió de Haití hace 10 días y desde entonces ha recorrido el mundo —de América del Sur a África hasta Nueva York y ahora en Puerto Rico— guardando silencio mientras trata de negociar una vuelta a casa que parece cada vez más improbable.
El vacío de poder se ha exacerbado por el retiro casi completo de la policía de instituciones clave del Estado y por la fuga masiva de cientos de asesinos, secuestradores y otros criminales violentos de las dos prisiones más grandes del país, ocurrida el fin de semana.
El jueves, Haití seguía paralizado después de otra noche de ataques contra estaciones de policía y otros objetivos por parte de grupos armados que han prometido obligar a Henry a renunciar. El primer ministro interino, que ocupa el puesto de Henry mientras éste se encuentra en el extranjero, impuso un poco respetado toque de queda nocturno hasta el domingo.
El obstinado apoyo de Estados Unidos a Henry tiene la mayor parte de la culpa por el deterioro de la situación, señaló Monique Clesca, escritora haitiana y miembro del Montana Group, una coalición de líderes civiles, empresariales y políticos que se unieron tras el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse en 2021 para promover una “solución encabezada por haitianos” a la prolongada crisis.
El objetivo principal del grupo es reemplazar a Henry con un comité supervisado, compuesto por tecnócratas no políticos, para restaurar el orden y preparar el camino para las elecciones. Pero hasta ahora, Henry, que ha prometido repetidamente realizar elecciones, no ha mostrado ninguna disposición a ceder el poder.
Mientras estaba en Guyana la semana pasada para una reunión de líderes caribeños, retrasó una vez más la que sería la primera votación en Haití en una década, posponiéndola hasta mediados de 2025.
“Ha sido todo un mago en términos de incompetencia e inacción”, dijo Clesca. “Y a pesar de todo, Estados Unidos se ha mantenido a su lado. Ha sido su principal facilitador”.
Desde cualquier punto de vista, la eternamente endeble gobernanza de Haití ha sido mucho peor desde que Henry asumió el cargo.
Según informes, el año pasado, más de 8.400 personas fueron asesinadas, heridas o secuestradas, más del doble de la cifra reportada en 2022. La ONU calcula que casi la mitad de los 11 millones de haitianos necesitan ayuda humanitaria.
Pero aun cuando Haití se ha sumido cada vez más en el caos, Estados Unidos ha apoyado firmemente a Henry.
“Él está dando pasos difíciles”, dijo en octubre de 2022 Brian Nichols, jefe de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, mientras los haitianos salían a las calles para protestar por el fin de los subsidios al combustible. “Son acciones que hemos deseado ver en Haití desde hace bastante tiempo”.
El mes pasado, cuando se reiniciaron las manifestaciones para exigir la renuncia de Henry, el principal diplomático estadounidense en Haití acudió nuevamente en su defensa.
“Ariel Henry dejará el poder después de las elecciones”, declaró a una estación de radio local Eric Stromayer, encargado de negocios de Estados Unidos en Haití.
Pero el de Biden no es el único gobierno estadounidense que no ha logrado corregir a Haití.
El país lleva décadas en una espiral descendente mientras la pobreza incontrolada, la corrupción, el desorden y los desastres naturales superan cualquier esfuerzo para reconstruir la economía y las instituciones democráticas. El sectarismo entre las élites políticas, algunas de ellas coludidas con el floreciente submundo criminal, también ha tenido un costo, haciendo especialmente difícil que Estados Unidos encuentre socios en los que pueda confiar.
“Se trata de un riesgo ocupacional con Haití”, dijo Foley. “Simplemente es demasiado difícil, demasiado complicado, demasiado insoluble”.
El gobierno de Biden ha defendido su enfoque hacia Haití. La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, sin apoyar específicamente a Henry, dijo que el objetivo de largo plazo de Estados Unidos de estabilizar al país para que los haitianos puedan tener elecciones no ha cambiado.
“Eso es lo que estamos alentando”, dijo el miércoles Jean-Pierre, cuyos padres huyeron de Haití. “Pero hemos tenido estas conversaciones por algún tiempo”.
Se espera que Nichols hable de Haití cuando pronuncie un discurso la tarde del jueves sobre la política estadounidense en Latinoamérica, organizado por el Consejo de las Américas en Washington.
Estados Unidos tiene gran parte de la culpa por los problemas del país caribeño. Después del violento destierro de los colonizadores franceses en 1791, Estados Unidos trabajó para aislar diplomáticamente al país y estrangular su economía. Los líderes estadounidenses temían que un Haití recientemente independizado y libre pudiera inspirar revueltas de esclavos en Estados Unidos. Ni siquiera reconoció oficialmente a Haití sino hasta 1862, durante la Guerra Civil que abolió la esclavitud en Estados Unidos.
Mientras tanto, las tropas estadounidenses han tenido una presencia irregular en la isla, que data de la era de la “diplomacia de las cañoneras” a principios del siglo XX, cuando el presidente estadounidense Woodrow Wilson envió una fuerza de expedición que ocuparía el país por dos décadas para cobrar deudas no pagadas a potencias extranjeras.
La intervención más reciente ocurrió en 2004, cuando el gobierno de George W. Bush reasignó recursos de la guerra contra el terrorismo en Afganistán e Irak para calmar las calles después de un golpe de Estado que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide.
Foley dijo que observa muchos paralelismos entre la crisis de Aristide que tuvo que enfrentar como embajador y la que afronta ahora el gobierno de Biden. En ese entonces, como ahora, los líderes políticos haitianos han mostrado su incapacidad para el consenso, y la autoridad del Estado ha colapsado, aun cuando la caída de la seguridad y la economía es mucho más profunda. La reingeniería de la democracia tomará años de paciente trabajo.
Ni la Casa Blanca ni el pentágono desean enviar tropas a Haití en un tiempo en el que luchan indirectamente en la guerra de Ucrania contra Rusia, el conflicto entre Israel y Hamás corre el riesgo de propagarse, y crece la rivalidad con China en la región Indo-Pacífico.
Políticamente, cualquiera de estas acciones a unos cuantos meses de la elección presidencial en Estados Unidos será aprovechada por el probable contendiente de Biden, Donald J. Trump, como otro ejemplo de una inútil construcción de una nación por parte de Estados Unidos.
Pero Foley dijo que la situación se deteriora tan rápido que el gobierno de Biden podría no tener opción. Él está a favor de una presencia limitada de tropas, como la que en 2004 cedió el mando a pacificadores de la ONU después de solo seis meses. A diferencia de la misión de Naciones Unidas, que fue organizada apresuradamente, Kenia ha trabajado durante meses en la organización de una fuerza multinacional para combatir a las pandillas.
“Comprendo totalmente la profunda renuencia de Washington para enviar tropas estadounidenses al terreno”, dijo Foley. “Pero podría resultar imposible evitar que los criminales se apoderen del Estado a menos que un pequeño contingente de seguridad estadounidense se establezca temporalmente para crear las condiciones para que las fuerzas internacionales tomen el control”.
Pero no se sabe si otra intervención estadounidense ayudará a estabilizar a un desesperado Haití, o si solo añadirá más leña al fuego. Y dados los antecedentes recientes de Estados Unidos, muchos tienen dudas.
“Durante demasiado tiempo, Estados Unidos ha estado demasiado presente, ha sido demasiado entrometido”, dijo Clesca. “Es hora de que se aparte”.
AP