El audaz plan de un agente federal: convencer al piloto de Maduro de traicionar al líder venezolano
POR JOSHUA GOODMAN
MIAMI (AP) — El agente federal le presentó una propuesta audaz al piloto principal de Nicolás Maduro: lo único que debía hacer era desviar de forma disimulada el avión del presidente venezolano a un lugar donde las autoridades estadounidenses pudieran detener al mandatario.
A cambio, según dijo el agente al piloto en una reunión clandestina, harían que el aviador se convirtiera en un hombre muy rico.
La conversación fue tensa y el piloto se fue sin comprometerse, aunque le dio su número de celular al agente Edwin López, un indicio de que podría estar interesado en ayudar al gobierno estadounidense.
Durante el año siguiente, incluso después de jubilarse de su trabajo en el gobierno, López persistió e intercambió mensajes de texto con el piloto a través de una aplicación de mensajería cifrada.
La saga inédita y llena de intriga de cómo López intentó que el piloto de Maduro trabajara para los estadounidenses tiene todos los elementos de una película de espionaje de la Guerra Fría: aviones privados de lujo, una reunión secreta en un hangar de aeropuerto y diplomacia de alto riesgo en un delicado juego para convencer a un lugarteniente de cambiar de bando. Incluso hubo un último acto de intriga con el propósito de inquietar a Maduro sobre la verdadera lealtad del piloto.
En términos más generales, el plan revela hasta qué punto —y con qué frecuencia de manera improvisada— el gobierno estadounidense ha intentado durante años derrocar a Maduro, mientras la línea entre la aplicación de la ley y la recolección de inteligencia a menudo se volvía difusa. El interés en un cambio de régimen en Venezuela ha cobrado impulso desde que el presidente Donald Trump retomó el cargo. Este verano, Trump ha desplegado miles de tropas, helicópteros de ataque y buques de guerra en el Caribe para atacar barcos pesqueros sospechosos de contrabandear cocaína desde Venezuela. En seis ataques, el ejército estadounidense ha matado al menos a 28 personas.
Este mes, autorizó a la CIA a realizar operaciones encubiertas dentro de Venezuela, y el gobierno estadounidense también duplicó la recompensa por la captura de Maduro por cargos federales de narcotráfico, una medida que López intentó aprovechar en un mensaje de texto al piloto.
“Sigo pendiente a su respuesta”, escribió López al piloto el 7 de agosto, y adjuntó un enlace a un comunicado de prensa emitido por el Departamento de Justicia que anunciaba que la recompensa había aumentado a 50 millones de dólares.
Los detalles del plan —que al final resultó fallido— se obtuvieron de entrevistas con varios funcionarios estadounidenses, tanto en activo como retirados, así como con uno de los opositores de Maduro. Todos hablaron bajo condición de anonimato ya sea porque no estaban autorizados a decir nada sobre la iniciativa o por temor a represalias por revelarlo. The Associated Press también revisó los intercambios de mensajes de texto entre López y el aviador.
Los intentos de localizar al piloto, el general venezolano Bitner Villegas, no tuvieron éxito. El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos no hizo comentarios. El gobierno venezolano expuso no respondió a una solicitud de comentarios.
Los aviones de Maduro
La trama se planeó cuando un informante se presentó en la embajada de Estados Unidos en República Dominicana el 24 de abril de 2024 y afirmó tener información sobre los aviones de Maduro. López, de 50 años, era entonces agregado en la embajada y agente de Investigaciones de Seguridad Nacional (HIS, por sus siglas en inglés), que es parte del Departamento de Seguridad Nacional.
López, un áspero exsoldado de operaciones especiales del Ejército de Estados Unidos originario de Puerto Rico, había liderado las investigaciones de la agencia sobre redes criminales transnacionales con presencia en República Dominicana, tras una ilustre trayectoria en la que desmanteló bandas de narcotraficantes, lavadores de dinero y estafadores. Su trabajo para desarticular una operación ilícita de cambio de divisas incluso le valió una reprimenda pública, en 2010, por parte de Hugo Chávez —el predecesor de Maduro—. Ese destino en la embajada sería el último antes de jubilarse.
La embajada estaba cerrada, aunque López seguía en su escritorio. Le entregaron una ficha de archivo con el nombre y número telefónico del informante. Cuando lo llamó, el individuo aseguró que dos aviones que utilizaba Maduro se encontraban en República Dominicana para que les realizaran reparaciones costosas.
López estaba intrigado: sabía que cualquier mantenimiento probablemente supondría una infracción penal según la ley estadounidense, ya que implicaría la compra de piezas estadounidenses, prohibidas por las sanciones impuestas a Venezuela. Y los aviones también estaban sujetos a incautación por violar esas mismas sanciones.
Localizar las aeronaves fue fácil: estaban estacionadas en el aeropuerto ejecutivo La Isabela de Santo Domingo. Documentar su vínculo con Maduro les tomó meses al agente y a otros investigadores federales. Mientras armaban el caso, se enteraron de que el presidente venezolano había enviado a cinco pilotos a la isla para llevar de regreso los aviones de millones de dólares: un Dassault Falcon 2000EX y un Dassault Falcon 900EX.
Un plan se concreta
López tuvo una revelación: ¿y si lograba convencer al piloto de que llevara a Maduro a un país donde Estados Unidos pudiera arrestarlo? Maduro había sido imputado en 2020 por cargos federales de narcoterrorismo que lo acusaban de contribuir a inundar a Estados Unidos de cocaína.
El agente del Departamento de Seguridad Nacional obtuvo permiso de las autoridades dominicanas para interrogar a los pilotos, tras superar sus temores de crear una disputa diplomática con Venezuela.
En el hangar del aeropuerto, a poca distancia del avión, López y otro agente pidieron a cada piloto que se reunieran con ellos individualmente en una pequeña sala de conferencias. No había un propósito específico, dijeron los agentes, solo querían hablar.
Los agentes fingieron no saber que los pilotos trasladaban por aire a Maduro y otros altos funcionarios. Hablaron con cada aviador durante aproximadamente una hora y dejaron a su objetivo principal para el final: Villegas, porque los agentes habían determinado que él era el piloto habitual de Maduro.
Villegas era miembro de la guardia de honor presidencial de élite y coronel de la Fuerza Aérea venezolana. Un exfuncionario venezolano que viajaba regularmente en aviones presidenciales lo describió como amigable, reservado y de toda la confianza de Maduro. Los aviones se utilizaban para transportar a Maduro por todo el mundo, con frecuencia a países hostiles a Estados Unidos como Irán, Cuba y Rusia. En un video de diciembre de 2023, publicado por Maduro, se ve a Villegas sostener una radio en la cabina mientras el presidente intercambia consignas patrióticas con el piloto de un avión de combate de la empresa rusa Sukhoi.
López llamó a Villegas para que fuera a la habitación y bromearon un rato sobre las celebridades que el piloto había trasladado, su servicio militar y los tipos de aviones que tenía licencia para volar. Después de unos 15 minutos, el piloto comenzó a ponerse tenso y las piernas le temblaban.
El agente insistió con más contundencia: ¿Había trasladado alguna vez el piloto a Chávez o a Maduro? Villegas, al principio, intentó evadir las preguntas, pero finalmente admitió haber sido piloto de ambos líderes. Villegas mostró a los agentes, en su celular, fotos suyas y de los dos presidentes en varios viajes. Les dio detalles sobre las instalaciones militares venezolanas que había visitado. Sin que Villegas lo supiera, uno de los colegas de López grabó la conversación con un celular.
Cuando la charla estaba por terminar, López presentó su propuesta: a cambio de trasladar en secreto a Maduro y ponerlo en manos de Estados Unidos, el piloto se haría muy rico y sería adorado por millones de sus compatriotas. El lugar de encuentro podría ser a elección del aviador: República Dominicana, Puerto Rico o la base militar estadounidense de la Bahía de Guantánamo, Cuba.
Villegas no dejó entrever sus intenciones. No obstante, antes de partir, le dio a López su número de celular.
“Un tesoro de inteligencia”
Villegas y los demás pilotos regresaron a Venezuela sin las aeronaves, que, según les informaron, carecían de las autorizaciones correspondientes.
Mientras tanto, el gobierno estadounidense preparaba un caso federal de decomiso para incautar los aviones. Confiscó uno, registrado en el microestado europeo de San Marino a nombre de una empresa pantalla de San Vicente y las Granadinas, en septiembre de 2024.
Incautó el otro en febrero, durante el primer viaje al extranjero de Marco Rubio —secretario de Estado de Estados Unidos— como máximo responsable de la diplomacia estadounidense.
En una conferencia de prensa en el aeropuerto de República Dominicana, López informó al secretario ante los periodistas. López le dijo a Rubio que el avión contenía un “tesoro de información de inteligencia”, incluidos los nombres de oficiales de la fuerza aérea venezolana e información detallada sobre sus movimientos. López fijó una orden de incautación en el avión. El gobierno de Maduro reaccionó con enojo y publicó un comunicado que acusaba a Rubio de “robo descarado”.
Incluso jubilado, López siguió adelante
Mientras preparaba el caso de decomiso, López también se centró en persuadir a Villegas para que se uniera a su plan.
La tarea no sería fácil. Maduro había hecho que traicionarlo resultara extremadamente caro para cualquiera. Desde que asumió el cargo en 2013, ha reprimido las protestas brutalmente —lo que ha provocado decenas de arrestos— y ha encarcelado incluso a aliados antes poderosos y que se convirtieron en sospechosos de deslealtad.
Aun así, López perseveró. Ambos intercambiaron mensajes por WhatsApp y Telegram una docena de veces. Pero las conversaciones parecían no llevar a nada.
En julio, López se jubiló. Pero no podía dejar ir a Villegas. Buscó la guía de la muy unida comunidad de líderes opositores exiliados que conoció como agente de la ley. Uno de ellos describió al exagente como obsesionado con llevar a Maduro ante la justicia.
“Sentía que tenía una misión pendiente por cumplir”, dijo un miembro exiliado de la oposición a Maduro, quien habló bajo condición de anonimato por temor a represalias. “Lo cierto es que es más valioso para nosotros que muchos de los principales opositores de Maduro que están dentro de Venezuela”.
Tras el mensaje de texto de agosto que señalaba que la recompensa se había duplicado a 50 millones de dólares, López envió otro mensaje en el que decía: “Todavia te queda tiempo para ser el héroe de Venezuela y estar en el lado correcto de la historia!”. Pero no recibió respuesta.
El 18 de septiembre, López miraba las noticias sobre la escalada de Trump en el Caribe, cuando vio una publicación de un observador de aviones anónimo que había seguido de cerca las idas y venidas de los aviones de Maduro a lo largo de los años. El usuario, cuyo identificador era @Arr3ch0 —una alusión a “arrecho”, la jerga venezolana para “furioso”—, publicó una captura de pantalla de un mapa de seguimiento de vuelos que mostraba un Airbus presidencial que hacía una extraña trayectoria circular tras despegar de Caracas.
“Para adonde van?”, escribió López, quien utilizó un nuevo número.
“Quien es?” respondió Villegas, ya sea porque no reconoció el número o para fingir ignorancia. Cuando López presionó sobre lo que habían discutido en República Dominicana, Villegas se puso combativo y lo llamó “cobarde”.
“Los venezolanos estamos hechos de otra ksa”, escribió Villegas. “Y lo que menos somos es traidores”.
López le envió una foto de ellos dos durante su charla en un sofá de cuero rojo en el hangar de aviones el año anterior.
“¿Tú eres un loco?”, respondió Villegas.
“Un poco…”, escribió López.
Dos horas después, López lo intentó una última vez y mencionó a los tres hijos de Villegas por su nombre y le dijo que un futuro mejor les esperaba en Estados Unidos.
“La ventana para tu decisión se cierra”, escribió López poco antes de que Villegas bloqueara su número, “y pronto será muy tarde”.
Tratar de inquietar a Maduro
Al darse cuenta de que Villegas no iba a unirse al plan, López y otros miembros del movimiento antiMaduro decidieron que era hora de inquietar al líder venezolano, según personas familiarizadas con la trama.
Al día siguiente del tenso intercambio de WhatsApp entre López y Villegas, Marshall Billingslea —un aliado cercano de la oposición venezolana— entró en acción. Exfuncionario de Seguridad Nacional en gobiernos republicanos, Billingslea había acosado a Maduro durante semanas. Ahora, involucró a Villegas en su ciberacoso.
“¡Feliz cumpleaños, ‘general’ Bitner!”, escribió el mismo día en que Villegas cumplió 48 años. Billingslea incluyó fotografías paralelas que sin duda causarían sorpresa. Una era la misma que López había compartido con Villegas el día anterior por WhatsApp, solo que el agente había sido recortado de ella. La otra era una foto oficial de la Fuerza Aérea con una estrella dorada que indicaba su nuevo rango en la charretera.
La publicación de Billingslea se publicó a las 3:01 de la tarde, un minuto antes de que otro Airbus sancionado, en el que se sabe que Maduro viaja, despegara del aeropuerto de Caracas. Veinte minutos después, el avión regresó inesperadamente al aeropuerto.
El saludo de cumpleaños, visto por casi 3 millones de personas, causó conmoción en las redes sociales venezolanas a la vez que los opositores de Maduro especularon que el piloto había recibido la orden de regresar para enfrentar un interrogatorio. Otros se preguntaron si sería encarcelado. Nadie vio ni supo de Villegas durante días. Luego, el 24 de septiembre, el piloto reapareció —con un traje de vuelo de la fuerza aérea— en un programa de televisión muy popular presentado por Diosdado Cabello, el ministro del Interior.
Cabello se rio de cualquier insinuación de que los militares venezolanos pudieran ser comprados. Mientras bromeaba sobre la lealtad de Villegas, dijo de ellos: “Son unos patriotas vergatarios a toda prueba”, el piloto permaneció de pie en silencio, con el puño levantado en señal de lealtad. AP

