El desierto de Coachella se impregna de la moda de Bad Bunny y la «Motomami»
Indio (EE.UU.), 14 abr (EFE) – El Festival de Coachella 2023 arrancó este viernes en la ciudad de Indio (California, EE.UU.) con un lleno absoluto que confirma su liderazgo como referencia de la música internacional y como un semillero de moda y de las últimas tendencias.
Emulando el estilo del reguetonero Bad Bunny y la moda «Motomami» de la española Rosalía en sus atuendos, más de 120.000 personas se desplazaron al Valle de Coachella (Desierto de Colorado) para vivir la experiencia de asistir al evento musical más importante de Estados Unidos.
Ropa de cuero, lentejuelas, botas y sombreros vaqueros, pantalones cortos y blusas tejidas de aire setentero predominaron entre los jóvenes que se reunieron para ver en su primera jornada a artistas como el propio Bad Bunny, Blondie, Becky G y The Chemical Brothers.
Pero ante la imposibilidad de abarcar la oferta de más de cincuenta conciertos programados para este viernes, algunos de los asistentes aprovecharon las alternativas de descanso del evento como salones de belleza, clases de yoga, carpas de videojuegos, e incluso terapia psicológica.
PREPARADOS E IMPROVISADOS
El festival acoge al público más preparado, algunos anticiparon su llegada desde enero que salieron a la venta los boletos, pero también a los más improvisados que decidieron en el último momento llegar al encuentro musical.
Ejemplo de los primeros son Pablo y Mafer, una pareja que por meses planeó su visita a California y que viajó desde la Ciudad de México solo para ver artistas como Gorillaz y Bad Bunny.
En contraste, la joven estadounidense Brooke Ichinose, tomó la decisión este lunes de trasladarse desde Kentucky (EE.UU.) con sus amigos y de forma repentina tuvo que preparar uno de los aspectos más importantes: la vestimenta.
“Normalmente yo elijo la ropa que me voy a poner, pero esta vez dejé que mis amigos estilistas me prestaran y eligieran por mí la ropa para venir al festival. Es mi primera vez en Coachella y estoy un poco perdida”, confesó Ichinose.
Pero el encuentro también reunió a locales como Daniel, su esposo y a sus amigos, quienes llevan asistiendo al festival tres años y que como habitantes del Valle de Coachella año con año observan de primera mano los cambios que afronta la localidad días previos al evento.
“Desde el miércoles el tráfico empieza a subir por la gente que viene a acampar. Las filas de los supermercados son interminables y la ciudad empieza a enloquecer por Coachella”, dijo Daniel, de 31 años, a quien también le emocionaba ver al reguetonero puertorriqueño y que previamente disfrutó el concierto del mexicano DannyLux.
Para no perderse en el mar de gente, los asistentes en grupos utilizaban recursos para identificarse, como juguetes inflables de plátano, guitarra o abanicos enormes que levantaban como referencia para reencontrarse con sus amigos y que se mezclaban entre las extravagancias de las vestimentas más arriesgadas.
El que en otros momentos es un club de polo, ahora se convirtió en el lugar perfecto para las «selfies», siendo la tradicional torre cromática y la noria del festival, los escenarios más fotografiados del día.
Además, este año el clima dio tregua a los asistentes, pues las temperaturas -que suelen ser insoportables- no pasaron de los 30ºC, permitiendo que el glamur de los exóticos maquillajes no se vieran tan mermados durante la jornada.
Los precios de las entradas fueron poco accesibles para los bolsillos, el abono normal para tres días costaba 549 dólares mientras que el pase VIP estaba en 1.069 dólares, sin embargo, los altos costes no impidieron que los boletos se agotaran con antelación.
El festival seguirá su curso hasta el 16 de abril y nuevamente repetirá su programación del 21 al 23, en una edición fuertemente marcada por la diversidad e internacionalidad de sus artistas que inaugura la temporada de conciertos de verano de Estados Unidos.
Mónica Rubalcava