El festival de la cosecha de Constanza

Eduardo García Michel

Si en el país hay una región en que la actividad agrícola es preponderante, esa es Constanza, favorecida por su clima templado, calidad de los recursos humanos, feracidad de las tierras, empleo de mecanización, tecnología y regadío.

Según cifras de la Asociación para el Desarrollo allí se produce más del 80% de las verduras y hortalizas que se consumen en la República Dominicana. También cosechan legumbres, tubérculos, frutos y flores. El área de producción a campo abierto es de 93,850 tareas. En invernaderos se utilizan 3,800 tareas. En cuanto a las flores se siembran 1,300 tareas a campo abierto y 860 tareas bajo techo.

Aquella zona debe mucho al establecimiento en la década de los cincuenta del siglo pasado de las colonias de inmigrantes española y japonesa, portadoras de una cultura del trabajo que les permitió introducir innovaciones.

A finales de esa década, siendo un adolescente y viviendo en mi pueblo natal de Moca, contemplaba absorto y sorprendido la llegada al mercado de camiones cargados de vegetales procedentes de Constanza, que constituyeron un cambio en la cultura alimentaria de la comunidad nacional. 

Aquello fue el comienzo de una gran evolución productiva en el valle de Constanza, que fue irradiándose a lugares aledaños como Tireo, El Convento, La Culata y otros, tierras altas que comparten sus atributos.

Entre ambas colonias, española y japonesa, transformaron un valle en aquel entonces poco cultivado, en un ejemplo de agricultura de avanzada y de siembra de vegetales, verduras, hortalizas, legumbres, que poco a poco fue extendiéndose a productos como papas, ajos, fresas, zarzamoras, macadamias, flores…

De la contemplación de esa transformación surge la certeza, presentida por algunos, pero no comprobada por todos, de que a pesar de su pequeña extensión geográfica nuestro país posee un tesoro de microclimas muy diferentes, aptos para una producción diversificada y de alto valor. 

Las bendiciones con que fueron dotados esos lugares no se limitan a la siembra y cosecha de productos comestibles. Albergan un gran potencial para el turismo, sobre todo local, sin descartar al extranjero, por su benigno clima, espectacularidad de sus recursos naturales, belleza de sus paisajes de valles y montañas.

Esta vertiente todavía no ha sido bien aprovechada. Ahora empieza a consolidarse una cultura que valora en mayor medida la contribución del visitante. Ya se vislumbra que el turismo puede darle un fuerte empujón al desarrollo de esa comunidad, en especial si se le liga a su peculiar agro y atractivos naturales.

Por eso es digno de atención la convocatoria que hace la Asociación para el Desarrollo de Constanza, presidida por María Felisa Gutiérrez, a participar en el Festival de la Cosecha 2024, dedicado al agroturismo, que será celebrado entre el 17 y 20 de octubre en el recinto acotado del aeropuerto doméstico 14 de Junio.

Por cierto, ese es el aeropuerto en el que aterrizó la gloriosa expedición del 14 de Junio en 1959. Hasta hace poco la comunidad utilizaba la pista en horas tempranas de la mañana y tardías de la tarde para caminar en lo que llegaran aviones para volar. No obstante, cuando lleguen con regularidad será necesario habilitar allí un espacio para realizar esas actividades de recreación y ejercicio físico que contribuyen a la salud física y mental de sus habitantes.

En el aeropuerto existe un potencial todavía inexplorado para extender su uso a vuelos de transporte de productos perecederos a la zona lejana de hoteles, o para viajes de turismo de polo a polo.

El Festival de la Cosecha viene realizándose desde hace un par de años, pero tiene antecedentes más lejanos relacionados con productos específicos, como el ajo, promovido en aquel entonces por asimilados y admiradores de Constanza como José Peralta Michel.

El hecho de que esta tercera edición del festival esté dedicada al agroturismo, presagia que se constituirá en combinación perfecta para esa comunidad. El andar irá trazando el camino y excluyendo hábitos indeseados como el ruido para fomentar la vida a plenitud, en comunicación con la naturaleza, sin necesidad de excitaciones forzadas.

Como muestra, ya funciona con mucho éxito la parada demostrativa de siembra, producción, cosecha y uso de la fresa, ejemplo que puede extenderse a distintos productos. El grueso de la humanidad, desconectada del ámbito rural, está ávida de tener contacto cercano con la naturaleza y con los misterios de la producción agrícola.

La fiesta de la cosecha es una celebración muy antigua. El ser humano siempre ha estado ligado a la tierra de la que depende su sobrevivencia. Éxito a Constanza en estas fiestas que reviven una hermosa tradición.

Diario Libre

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