El gobierno de las leyes
Por Eddy Olivares Ortega
En la obra Estado, gobierno y sociedad, Norberto Bobbio reflexiona sobre uno de los pilares fundamentales de la tradición democrática: el gobierno de las leyes frente al gobierno de los hombres. Esta idea, con raíces que se remontan a la filosofía política clásica, encuentra en Bobbio una formulación precisa y actual, que conserva plena vigencia para comprender los desafíos de nuestros sistemas políticos contemporáneos.
Bobbio inicia el tema de ‘El gobierno de las leyes’ de la siguiente manera señalando que “desde la Antigüedad, el problema de la relación entre el derecho y el poder fue planteado con esta pregunta: ¿Es mejor el gobierno de las leyes o el gobierno de los hombres?” Para responder esa pregunta, Bobbio recurrió a Platón, quien, distinguiendo el buen gobierno del mal gobierno, dice: “Veo pronto la destrucción en el Estado…donde la ley es súbdita y no tiene autoridad; en cambio donde la ley es patrona de los magistrados y estos son sus siervos yo veo la salvación y toda clase de bienes que los dioses dan a los Estados”.
Luego el filósofo italiano cita a Aristóteles, quien, al inicio del discurso sobre las diversas constituciones monárquicas, se plantea el problema de si es “más conveniente ser gobernados por el mejor hombre o por las mejores leyes”. En favor de la segunda opción enunció una máxima destinada a tener una larga duración: “La ley no tiene pasiones que necesariamente se encuentran en cualquier alma humana”.
El gobierno de las leyes se presenta como el ideal de un orden político en el que las normas, y no los caprichos de los gobernantes, determinan el rumbo de la sociedad. Para Bobbio, la ley es expresión de racionalidad y generalidad, tomando en consideración que establece reglas que obligan a todos por igual, protege contra la arbitrariedad y permite prever el comportamiento de los poderes públicos.
Asimismo, Bobbio advierte, sin embargo, que el enunciado de “gobierno de las leyes” no es una mera fórmula retórica. Exige un entramado institucional que garantice la producción de normas legítimas, su aplicación imparcial y mecanismos de control efectivos sobre quienes gobiernan. El Estado moderno, al menos en su ideal democrático, se edifica sobre la premisa del imperio de la ley como fundamento de la convivencia y como límite infranqueable al ejercicio del poder político.
El gobierno de las leyes no elimina la presencia de los hombres en la política, pero los somete a un marco común, que evita que sus decisiones se conviertan en puro arbitrio. Las leyes, dice Bobbio, son el instrumento que transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber ciudadano. Por tanto, en tiempos de incertidumbre y polarización, como ahora, recuperar esta noción resulta indispensable para sostener la legitimidad del Estado y la confianza en la vida democrática.
Finalmente, como se ha podido apreciar, Bobbio nos enseña con claridad que un verdadero gobierno democrático no se mide por la voluntad de un líder, sino por la fortaleza de sus instituciones y por la vigencia del derecho. En estos tiempos en que el mundo sufre los efectos de la polarización, la República Dominicana es un oasis de convivencia democrática y plural, al tiempo que el presidente, Luis Abinader, se consolida como el ejemplo del gobernante respetuoso de las leyes.
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