El gran apagón

Gina Montaner

Era pasado el mediodía cuando toda España se quedó sin luz. Justo antes del incidente yo seguía con interés una entrevista en el programa Espejo Público, de Antena 3, con una joven invidente. La presentadora, Susana Griso, le hacía preguntas sobre su vida diaria y los desafíos que encara por su discapacidad. Con elocuencia y sin dramatismo, la muchacha se centraba en la importancia de superar las adversidades. En el reportaje mostraba cómo elegía la ropa de su armario distinguiendo las texturas. La entrevistadora le mencionó que en ese momento ella llevaba un vestido de color pistacho y le preguntó si podía imaginar esa tonalidad de verde. La chica lo definió a la perfección: es un color suave. Poco después la pantalla del televisor se fundió a negro.

Afortunadamente el gran apagón, que ya se conoce como “el apagón del siglo” por la magnitud de un fallo eléctrico que también afectó a Portugal y que se prolongó por más de diez horas, comenzó a plena luz en un día soleado de primavera. El buen tiempo y la claridad en las calles contribuyeron a que el caos fuera menor (no así para quienes permanecieron atrapados durante horas en ascensores, el metro y trenes) y que la mayoría de la gente, ante la imposibilidad de continuar con sus trabajos y la rutina diaria, se echara a las avenidas, las terrazas e incluso los parques, hasta que se normalizara una situación de la que se desconocía todo por la más completa desconexión en la que nos vimos sumidos.

La jornada transcurrió sin móviles, ordenadores ni televisiones. Fueron horas en las que reinaron el transistor con pilas de toda la vida y los comentarios de unos y otros, fabulando sobre el extraordinario suceso con más voluntad de fantasía catastrofista que con información veraz. En los corrillos muchos aseguraban que no había electricidad en casi toda Europa; que el apagón se produjo por un ciber ataque; que los manejos siniestros de Putin podían estar detrás del hecho insólito. Madrid y todo el país eran un barullo de especulaciones con paseantes que andaban desnortados por la súbita orfandad al no poder recurrir a las redes sociales, al chat en WhatsApp, a los análisis de tertulianos que opinan de todo y de nada. Sólo los boletines informativos en la radio y las breves declaraciones del presidente de Gobierno en torno a las seis de la tarde arrojaron algo de luz donde se hizo la oscuridad.

El pasado lunes 28 de abril quedará para el recuerdo como una jornada preñada de anécdotas. Unas dramáticas, por los enfermos y ancianos con necesidades especiales. Otras de frustración por las horas atrapados en atascos, en transportes públicos, en el espacio mínimo de un elevador, la premura por recoger a los niños en los colegios y guarderías. La mayoría, estampas de un día muy raro en el que la alarma por el suceso se mezcló con la inesperada interrupción de lo previsto para dar paso a esa gran romería donde la muchedumbre confluyó en las calles y, con los semáforos desactivados, conductores y peatones organizaron un ballet improvisado de reglas cívicas hasta la llegada de policías para dirigir el tráfico. A pesar del desconcierto, no hubo disturbios monumentales.

Se hizo de noche en las ciudades y poco a poco la electricidad retornó a los barrios. Al filo de la madrugada, en gran parte del territorio se pudo apagar las velas, encender las televisiones, recuperar la señal en sus móviles para llamar a sus seres queridos. Los expertos de turno se alistaban para departir extensamente acerca del origen de un apagón sobre el que ni el gobierno ni las empresas que suministran electricidad parecen ponerse de acuerdo. Se habla de una bajada de potencia que, de un segundo a otro, alcanzó el cero absoluto. Material para la literatura y series con trama apocalíptica.

Al cabo de tan singular día, recordé la entrevista con la joven invidente cuya existencia discurre en la oscuridad de las sombras. Le basta con la agudeza de los sentidos y su propia intuición de supervivencia para salir a la calle y ser una más en medio de la luminosidad o de la total oscuridad. A ella le es indiferente el relato del gran apagón.

Listín Diario

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