El muerto itinerante
Miguel Reyes Sánchez
En la historia dominicana ningún otro cadáver dio tantos tumbos como el del dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien a su muerte no descansó en paz, ya que el siniestro e increíble periplo de su cuerpo duró nueve años en itinerancia hasta llegar al lugar donde actualmente reposan sus restos mortales.
En el mismo lugar de su ajusticiamiento, el 30 de mayo de 1961, donde cayó muerto fue levantado de la «talvia» e introducido en el baúl del vehículo de uno de los conjurados.
Desde allí lo ocultaron en la marquesina de la residencia de Juan Tomás Díaz dentro del maletero del Oldsmobile de Antonio de la Maza Vázquez.
Luego de recuperado el cadáver por los esbirros del régimen, el 31 de mayo, es llevado al Palacio Nacional, donde el Dr. Abel González lo embalsamó.
Al otro día fue expuesto en su residencia, que quedaba donde se encuentra hoy la Biblioteca Nacional, lugar del velatorio y donde se le tomó la máscara de bronce de la cabeza.
El día 3 de junio se trasladaron sus restos a la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación en San Cristóbal, su ciudad natal, donde él había mandado a construir en el sótano un panteón funerario con diez bóvedas para sí mismo y sus familiares. Allí fue enterrado luego de las pompas fúnebres correspondientes.
Meses después, el 18 de noviembre Ramfis lo fue a desenterrar para cambiarlo de ataúd, momento en el cual, como relata el sacristán de la iglesia Manuel Rodríguez y Rodríguez, se le despegó la cabeza al cadáver. Una vez organizados los restos mortales en la nueva caja fue llevado y embarcado en el Yate Angelita con destino a Europa.
En la travesía, antes de llegar a las Islas Azores, se imparte la orden a la embarcación de qué se devolviera, ya que se presumía que se llevaban una fortuna de las arcas nacionales.
El Yate atracó en la Base Naval de Las Calderas, el 29 de noviembre, siendo recogido el cadáver por amigos de Ramfis y trasladado en la cama de un camión al Aeropuerto de Barahona, desde donde un avión DC3 lo transportó a la Base Aérea de San Isidro.
El presidente Balaguer ordenó que el féretro fuera embalado en un avión de Pan American con destino al Aeropuerto de Orly, en París, Francia, el 30 de noviembre. Pero el ataúd llegó sin los documentos requeridos, por lo que las autoridades de Orly lo retuvieron por varios días hasta que se enviara el acta de defunción.
Cuando liberaron el sarcófago lo recibieron su hijo Ramfis y el embajador dominicano en París, Carlos Rosemberg, quienes procedieron a trasladarlo al Cementerio Pere Lachaise.
Durante nueve años permaneció en esa necrópolis parisina, hasta que el 30 de mayo de 1970 su viuda lo trasladó al Cementerio El Pardo, de Madrid, España, donde han reposado hasta el día de hoy. Aunque ha habido varios intentos de trasladarlos al país.
Listín Diario