El mundo que heredarán nuestros hijos, si acaso
Francisco S. Cruz
Cierto que cada generación viene con su sello distintivo, ejemplos: la década de los 60 y 70 románticas, contestatarias y utópicas hasta el martirologio: la de los 80 y 90 fiestera y migratoria (hasta seudorrevolucionarios emigraron para delinquir o perderse en los vicios); y por último, la de los milenials y demás -principio de siglo XXI y lo que va-, tecnológica, evasiva, de trivialidades, mezcla de haragán e innovador, híbrido en materia de género y, para peor o colmo, consumidor-participante o cronista de tiempos de redes sociales, anti-valores y unos que otros aplicados -porque siempre habrá quien dé la cara y reitere lo humano y valioso de vivir en sociedad-.
El mundo que están heredando nuestros hijos ya es el menos inocente y moral, y es, en cierta forma, un mundo raro: sin rostro humano, desalmado, violento y, sobre todo, despreocupado pues pende de unos líderes, democráticos o autócratas, centrados o fijados en la piromanía de un clic catastrófico lejos de aquellos estereotipos paradigmáticos -Marx, Gandhi, Mandela y otros- que, equivocados o no, soñaban con transformar el mundo y hacerlo más equitativo pues había ideología, filosofía y concomitancia en perpetuar una civilización.
Ahora no, pues lo que prefigura Harari -historiador israelí- es la deshumanización perfecta y una mueca de mundo o tienda de respuestas humanas donde “el hombre” será un código y la producción universal y sus consecuencias una serie de ocupaciones u oficios inimaginables.
En fin, vamos justamente a otro Sodoma y Gomorra; pero ahora a través de la manipulación científica-tecnológica, nadería de redes sociales y “líderes” de opinión pública o depravados bajo la vulgaridad y la sociedad más escandalosa. Suerte que aún quedan algunos especímenes de otros tiempos que, si quisieran, podrían revertir este vértigo de fin de mundo y niños nada a salvo (quiera Dios que, finalmente, este “avance” también tenga algún reparo o muro de contención en lo ético-moral aunque suene utópico o demasiado optimista).
En otras palabras, ojalá Yuval Noah Harari, y otros, se equivoquen una y mil veces y la civilización que prefiguran no sea tan inhumana e imperecedera manipuladamente. ¡Hagamos algo, pero ya!
El Caribe