El peligro de romper relaciones

La izquierda se muestra incapaz de construir un discurso único sobre qué hacer para mejorar la situación de los palestinos

Pablo Ordaz

La izquierda que está a la izquierda de la izquierda coincide a veces peligrosamente con la derecha que está a la derecha de la derecha. Leyéndolos y escuchándolos —a los políticos que llevan la voz cantante y también a quienes, gratis o cobrando, le hacen el juego en los medios y las redes sociales— se llega a la conclusión de que el verdadero objetivo de la política ultra es que salte todo por los aires, lo que no funciona, pero también lo que funciona. Esto, que no tendría demasiada importancia en tiempos tranquilos, se convierte en un peligro real cuando la izquierda moderada navega con un salvavidas prestado y la derecha que se considera razonable deja de serlo con tal de recuperar el poder lo antes posible y a cualquier precio. Y así estamos, aprovechando cualquier cosa que suceda en el mundo, incluso la tragedia retransmitida en directo de miles de personas indefensas huyendo de sus casas bajo el fuego israelí. Todo vale con tal de ajustarnos nuestras cuentas miserables.

De la derecha que está a la derecha no esperábamos demasiado, y menos ahora que vive en el mejor de sus mundos soñados, donde un simple gesto del presidente de Estados Unidos —avalista imprescindible en la masacre de Gaza— es suficiente para hundir un barco en medio del océano y después zanjar el asunto diciendo que eran narcoterroristas venezolanos extremadamente violentos. Sin pruebas, sin juicios, sin testigos. De las izquierdas —sea cual sea el apellido que se adjudiquen— llama la atención esa rabia mutua que se prodigan. Por un lado, el odio evidente hacia un presidente del Gobierno que no le parecía tan malo cuando Pablo Iglesias era su vicepresidente y tanto Irene Montero como Ione Belarra estaban al frente de sendos ministerios. Y, por el otro, la incapacidad, o la falta de ganas, del propio presidente para tender unos puentes que sigue necesitando.

El caso es que ni siquiera en un contexto tan grave como el actual, y ante la tibieza incomprensible del Partido Popular (PP) ante las barbaridades del Gobierno de Israel, la izquierda es capaz de encontrar una voz firme y sensata, una alternativa adulta al barullo doméstico, aunque solo sea por respeto al sufrimiento de los palestinos. Un ejemplo concreto. ¿Es conveniente romper relaciones con Israel?

El pasado domingo, el médico español Raúl Incertis Jarillo publicó un artículo en este periódico en el que relataba su experiencia como voluntario durante cuatro meses en dos hospitales de la Franja. Había un titular que lo resumía todo: “Perdí la cuenta de los niños que vi morir”. Junto a su artículo, el periodista Antonio Jiménez Barca publicó una columna en la que explicaba que el informe que había confeccionado el doctor Incertis durante su estancia en Gaza —y que la ministra Mónica García había entregado en el Congreso a Alberto Núñez Feijóo y a Santiago Abascal— incluía 179 fotografías con sus respectivos pies de foto. “Los comentarios no son muy largos”, escribía Jiménez Barca, “no más allá de unas pocas frases redactadas con sobriedad y precisión médica. No hace falta más, créanme: a veces el espanto del mundo cabe en un pie de foto”.

“Por ejemplo, en este: ‘Imagen 115: El padre de Nasser, de 2 años, lo acompaña momentos previos a su muerte. Un bombardeo del ejército israelí le produjo lesiones cerebrales incompatibles con la vida’. (Jan Yunis, 13 de junio de 2025)”.

En estos momentos en que, como dice el propio ministro de Defensa de Israel “arde Gaza”, es extremadamente difícil que entren en la Franja médicos como el doctor Incertis o que algunos palestinos en condiciones especialmente vulnerables puedan ser evacuados a través de Jordania. Su única esperanza es, tal vez, un hilo muy fino y muy débil, el de la diplomacia sutil que navega por debajo del radar de los telediarios. ¿Hay motivos para cortar cualquier entendimiento con un Estado capaz de aniquilar a sus vecinos? Sin duda. ¿Es práctico para los que más sufren? Tal vez no. ¿Merecería la pena que bajásemos la intensidad de nuestras peleas domésticas?

La respuesta nos la dio el otro día, en un vídeo que circula por Instagram, el cantante andaluz Manuel Carrasco:

—Si la política sirve para cambiar los destinos, no sé a qué estáis esperando para acabar con el llanto de los niños palestinos.

El País, España

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