El Santo Grial de la reforma fiscal

Por Magín J. Díaz

El legendario arqueólogo Indiana Jones en su búsqueda del santo grial tuvo que superar numerosos retos y esto pudo lograrlo debido a la combinación del gran sentido común e inteligencia que lo caracterizaba. Pero ya cuando sólo le faltaba un obstáculo para alcanzar la copa de Cristo, se enfrentó a un reto imposible en que no valía ninguna de las características que lo hacían casi un super hombre: del santo grial lo separaba un precipicio insalvable.

Ahí se dio cuenta de que este reto nada tenía que ver con inteligencia ni con su basta cultura. Era una prueba de fe. Es el famoso salto de fe de Indiana Jones. Para alcanzar el santo grial tenía que dar un salto al vacío, confiando en que su fe le garantizaba cruzar al otro lado.

El Salto de Fe en busca del Santo Grial

Pues ahora viene un salto de fe para todos los dominicanos: tenemos que confiar en que vamos a estar mejor pagando más impuestos.

Al Santo Grial se le atribuyen poderes sobrenaturales, incluyendo el privilegio la vida eterna a quien beba de él. De igual manera muchas personas esperan resultados mágicos de esta reforma tributaria. Comparto una lista parcial de expectativas:

Bajar el déficit fiscal, aumentar el gasto público en salud, seguridad ciudadana, defensa, seguridad social, pensiones, infraestructura y hasta en el sector eléctrico; Reducción de la deuda del Gobierno y de la deuda del Banco Central; Reducción de las tasas de interés, Aumento del crecimiento de la economía (según un estudio del Fondo Monetario Internacional publicado el pasado 24 de junio); Sostenibilidad de la deuda pública, Menor volatilidad en el tipo de cambio, Mejora de la posición patrimonial del Banco Central, Reducción de la desigualdad a través de una combinación de impuestos progresivos y más gasto público. También reducción de la pobreza por un aumento del gasto en programas sociales focalizados (y el mayor crecimiento económico); Menos tapones en las calles (porque el Gobierno va a tener más dinero para mejorar la infraestructura vial) y menos calles inundadas porque habrá dinero para hacer el drenaje pluvial.

Esto es solo una oferta limitada de todo lo que recibiríamos del Gobierno a cambio de aumentarnos los impuestos. En teoría todo está muy bien. Y la realidad es se necesita recaudar más. Pero en la práctica todo se complica.

Para empezar la reforma tiene dos grandes objetivos que han sido delineados por el Presidente Abinader: Gastar más, por un lado. Y por el otro lado, bajar el déficit fiscal. El problema es que estos dos objetivos son contrapuestos: la única forma de cumplirlos a la vez es con una reforma de gran tamaño, digamos una que haga aumentar las recaudaciones en unos RD$ 200,000 millones. Y esta sería la reforma más grande en una generación completa. Nada fácil.

El otro inconveniente es la clase media. Que los ricos paguen más no es problema y de hecho es algo deseable. Que los pobres paguen más es inevitable, pero es algo que se puede manejar, compensándolos a través del aumento de los programas sociales focalizados. En otras palabras: en esta época, los pobres no son el gran problema a la hora del diseño y aplicación de un aumento de impuestos. Ya tenemos la infraestructura logística y tecnológica para compensarlos y que la reforma los deje igual o incluso mejor que antes.

Pero no hay forma de recaudar dos o tres puntos del PIB sin que, como mínimo, la mitad de esa recaudación provenga del ITBIS, que es un impuesto regresivo. Al 30% o 40% más pobre se le puede realizar una transferencia que lo compense por el aumento producto de la reforma. Es lo que se llama ITBIS o IVA personalizado (IVA-P); pero la clase media sufrirá.

Al generalizar el ITBIS, gravando bienes y servicios actualmente exentos, se obtiene lo siguiente:

Más del 40% de la reforma lo paga el 20% de más altos ingresos. Eso está bien. Es la corrección de una distorsión terrible. Por exonerar a los pobres, se termina exonerando a los ricos que pueden pagar más ITBIS sin problemas. Es lo que se llama la estrategia universal del ITBIS: exonerar a todos para no perjudicar a los más pobres, lo cual implica renunciar a recaudar el impuesto de un segmento de la población con capacidad contributiva.

La transferencia que se realice al 30% más pobre de la población luego de la reforma lo compensa por el aumento del ITBIS. (Ojo: Más transferencias profundizan el Estado asistencialista, pero ese es otro tema).

El problema es la clase media: los deciles 4 a 8 pagan mayores porcentajes del ITBIS producto de la reforma que del ITBIS actual. Si el Gobierno hace un aumento agresivo de la base de este impuesto, la clase media puede terminar pagando hasta un 40% más de ITBIS de lo que paga actualmente.

Aunque quiera, el gobierno no puede compensar directamente vía gasto público a la clase media. La apuesta del Gobierno sería convencer a ese segmento de que elevará la calidad del gasto público y que recibirá mejores servicios públicos, por ejemplo. Un gran salto de fe.

El Gobierno tendrá que acompañar el aumento de impuestos con otras reformas importantes: ¿Cuál será el plan en el sector eléctrico? ¿Qué esfuerzos hará el Gobierno con el gasto público para eliminar instituciones, bajar la nómina y mejorar la eficiencia? Creer en lo que se proponga también es un salto de fe porque cualquiera de estas propuestas toma mucho tiempo en dar resultados.

En términos sencillos: cualquier mejora en la eficiencia del gasto público toma tiempo y no necesariamente implicará una reducción del monto. Con el agravante de que el Gobierno necesita más ingresos sin dilación. Todo esto es un salto de fe de proporciones elefantiásicas.

Ah, se me olvidaba algo: beber del Santo Grial puede dar la vida eterna. De igual forma una reforma tributaria bien diseñada puede llevarnos a un nivel de crecimiento y desarrollo mayor. Pero no hay que obviar que, si se escoge una copa equivocada y se toma de ella, en lugar de vida eterna, el resultado sería lo contrario…

Acento

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias