El tejido social básico, transformación y su futuro en nuestro país
Por Cándido Mercedes
“Las grandezas del hombre no deben ocultar sus incapacidades, sus fuerzas no suprimen sus debilidades y comportan ellas mismas una inmensa debilidad. El poder sin consciencia nos convierte en impotentes. El poder sin consciencia no es más que ruina del alma”. (Edgar Morin: Despertemos).
Grandes olas divagan, se difuminan y otean por el mundo en medio de una horrida incertidumbre que nos aturde el pensamiento. Una deriva democrática que algunos tipifican de una recesión democrática, acuñada en una miopía, vislumbrada en la inmediatez de una mera percepción. La infoxicación, la infodemia, como telón de entrada y de salida, nos arropan como el amén del siglo XXI, al decir de Byung-Chul Han.
El tejido social básico de la sociedad dominicana es como un concierto sin sonido, sin tiempo, donde se acusa una asimetría con el dolor profundo de un abatimiento prolongado en la otredad y la alteridad más insensible. Es un tejido social básico absurdo y abrumadamente agrietado con el tiempo. “Una paz social defectuosa. Allí, donde la gente marcha por agua. Donde tienen un mes sin luz por un transformador. Donde una comunidad apela por el arreglo de un contén y un camino vecinal, por donde pasan los frutos de las huellas del sudor, de las lágrimas y la sangre en el surco de la tierra.
En el tejido social dominicano, el cuerpo como un todo, ha quedado lacerado y mutilado por el tiempo. Una prolongación de necesidades obcecada en la temporalidad que aparece como atemporal. Es la esperanza dormida en una válvula que no abre, en una tuerca oxidada, truncada por la falta de uso como instrumento. Es el eclipse del miedo y la incertidumbre, combinado para cerrar el paso a la esperanza. La sociedad dominicana requiere un hálito de oxígeno en la praxis, un despertar real que acogote y cierre el paso al engaño y al misticismo más cruel y humillante. De ahí que nos abracemos de una hermosa frase lapidaria de Martin Luther King “Constantemente debemos de construir diques de coraje para contener inundaciones de miedo”.
La CEPAL publicó un enjundioso informe denominado “Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2025: Movilización de recursos para el financiamiento del desarrollo”. Glosa en su presentación del Resumen Ejecutivo “… Para saber de las trampas de baja capacidad para crecer, alta desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social y bajas capacidades institucionales y de gobernanza poca efectiva, y cerrar las brechas que la caracterizan…”. El trabajo apunta a un desarrollo más productivo, más inclusivo y más sostenible. Para ello se requiere “una política fiscal transformativa, que amplíe el espacio fiscal, priorice la inversión pública y fortalezca la institucionalidad”. El cuerpo social-institucional precisa. de manera medular, de nuevas miradas. De subirnos en una escalera, en una azotea, para ver el bosque y el conjunto de la sociedad en toda su dimensión. Un golpe de timón, un asumir la frase de Albert Einstein “Si queremos resultados diferentes, no podemos seguir haciendo lo mismo”.
Estamos en la encrucijada de enfocarnos en el presente, que es la prolongación del pasado y con ello, la enorme dimensión de problemas o nos enfocamos en el futuro, donde se requiere de liderazgo más allá de la gerencia. Urge la necesidad de penetrar en las honduras de los elementos estructurales de la sociedad, de ciclópea tarea, en la sociedad digital y de la inteligencia artificial, con rezagos iconoclástico e inverosímiles en el Siglo XXI. Priorizar: gobernar y liderar. Lo importante que no es urgente y lo importante que es urgente.
El tejido social básico apuntala a una revolución social institucional proactiva, sin tartamudeos y en el juego recurrente del gatopardismo, a veces circunspecto, empero, en esencia calco de la misma obra teatral, que mientras más pasa el tiempo más la mueca de la risa se traduce en dolor, en espanto más que escenario del suplicio, de la congoja, del calvario. Es obvio que el tejido social básico de nuestra sociedad ha de permearse a través de una verdadera regeneración nacional que cubra el cuerpo y todo el sentido.
¿Dónde poner la lupa para adentrarnos de manera seria en el cuerpo social dominicano, para trillar un país con más y mejor horizonte democrático?
1) Transformar la situación fiscal tan frágil en nuestro país. Aquí los ingresos tributarios son insuficientes y la calidad del gasto es asombrosa, su ausencia de eficiencia, de eficacia y de la calidad. En América Latina la presión tributaria es promedio: 21.3%. En nuestro país es de 15 a 16%. Toda la problemática de la evasión y al mismo tiempo, el componente de lo que se denomina: gasto tributario, que no es más que una verdadera erosión, que conlleva a un peor umbral del espacio fiscal.
2) La brecha social en Dominicana, el 1% de la población tiene de ingresos el 70%; y de riquezas el 90%. A pesar de que la desigualdad ha disminuido sigue siendo de 39.0, medido por el Coeficiente de Gini. En los años 2007, 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012 estuvieron en: 48.9; 48.1; 48.9; 47.3; 47.3; y, 46.1, respectivamente. (mientras más cerca de 1 se encuentra, mayor es la desigualdad).
3) Un desarrollo más sistemático, más firme en la lucha contra la corrupción y la impunidad que privilegie el marco institucional. Mirar más allá de lo coyuntural. Despreciar, si se quiere, el acápite institucional de la capacidad de gobernabilidad, de la gobernanza (micro regulaciones, normas sociales y aplicaciones de las leyes). Por lo tanto, tenemos que reducir cada vez más la brecha entre lo institucional y su grado de aplicación, es decir, entre lo normativo y lo rubricado en la praxis.
4) La inversión en capital humano, que opere para el desarrollo de la competitividad y, en consecuencia, al aumento de la productividad. A esto, habría que adicionar:
A) No es posible seguir invirtiendo solo un 1.9% a 2% del PIB en salud. Solo estamos en una transposición de 11% en protección social. Eso reduce la calidad de vida, bienestar de la gente. Merma la energía del ser humano. No podemos seguir con una educación que no responde a los desafíos del presente y mucho menos del futuro.
5) Tenemos pues, grandes trampas como la desigualdad y los bajos niveles de movilidad social, de cohesión social y una merma significativa en la construcción del capital social. A ello se suma la pausada y sostenida lentitud en las capacidades institucionales, en un país donde el Artículo 7 de la Constitución nos habla de un Estado Social y Democrático de Derecho, empero, no existe la igualdad de derecho y donde la justicia sigue siendo muy costosa y pausada, sosegada, morosa, sobre todo para los pobres.
6) Seguimos siendo una sociedad con enorme déficit que nos coloca en la escala máxima negativa de varios rankings:
a) Más muertos por accidentes de tránsitos.
b) Más fraude social que se traduce en falsificación de medicina, de cigarrillos, de tabacos, de alcohol, de robo de energía, de testaferrismo o presta nombre.
c) Más embarazos de niñas y adolescentes, en el 2024 de 137,524 niñas y niños nacidos, 19,800 vinieron al mundo de madres y adolescentes y niñas, para un 15%.
d) Tenemos la desafiliación escolar más alta de la región, de adolescentes y jóvenes que deberían estar en el aparato escolar (bachillerato), sin ofertas estructurales para responder a este enorme desafío institucional, de la sociedad. Buscar causas y soluciones es un imperativo categórico para esta problemática y desde la dimensión ética.
e) La asimetría territorial es cruel y penosa. El nacer en Bahoruco, Pedernales, Elías Piña, El Seíbo, Monte Plata, Independencia significa una esperanza de vida entre 58 a 60 años. En cambio, tener la “suerte” de venir al mundo en el Distrito Nacional, Santiago, serían 75 años. Esto es, un promedio de 15 años en un territorio pequeño, de 48,442 km2
¿Qué tenemos que hacer frente a este drama del tejido social de nuestro país? Romper los muros anquilosados del pasado. Hay que hacer REFORMAS estructurales para disminuir las grandes brechas y colocar en la ruta del desarrollo a una amplia franja de la población dominicana. Por un desarrollo inclusivo que construya un ecosistema de integración sostenible y productivo.
Para ello hay que orientar las grandes transformaciones en una perspectiva proactiva, con visión y una verdadera planificación. Es una apuesta por gestionar y liderar esas grandes trasformaciones en un ejercicio del cambio planeado y estratégicamente diseñado, que conduzca a verdaderas políticas públicas. De lo contrario, veremos grandes movimientos sociales por una profundización de las tensiones estructurales. Esos movimientos sociales se podrán combinar con oleadas de comportamientos colectivos (asonadas, multitud, muchedumbre, público, poblada).
Hoy, el discurso no puede ser una simple y pobre postura electoral de comparar el ayer con el presente. Se trata de visibilizar y auscultar las brechas estructurales que nos acogotan y nos asfixian como país en el tejido social-institucional y económico (desigualdad, la movilidad social, la protección social, la problemática de la educación, las capacidades institucionales). Es el momento de emprender las mejores energías de la nación para dinamizar y empujar las transformaciones, que conduzca y generen un nuevo modelo de desarrollo. Es la cruzada esencial hacia la renovación de nuestra democracia defectuosa.
Es el tiempo de comenzar a construir un nuevo ecosistema político. Los de ayer y los de hoy se sienten muy auto complacidos con sus realizaciones. Las transformaciones, ahora, evitarán a mediano plazo, que las fracturas acunadas en el tiempo, emerjan y broten en ondas expansivas. Como dijo ese gran sociólogo brasileño, Fernando Henrique Cardoso “El desafío consiste en superar la brecha entre el demos y la res publica, entre la gente y las instituciones de interés público, recomponiendo el tejido que pueda reconectar el sistema político con las demandas sociales”.

