El tránsito, responsabilidad de todos

Celso Marranzini

Somos un país que nos orgullecemos de muchas cosas. Estabilidad económica; política; capacidad de salir de una pandemia como pocos países lo lograron; el turismo crece, las zonas francas y la industria también.

Esta semana el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel) recibió el mayor puntaje en el Rastreador Regulatorio 2023 que realiza la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).

Sin embargo, hemos sido incapaces de controlar el desastre del tránsito. A una muy apreciada pariente centroamericana, con motivo de un viaje a Guayaquil, al ir a conducir un vehículo le preguntaron si se atrevía hacerlo, su respuesta fue que quien conduce en Santo Domingo es capaz de conducir en cualquier otra parte del mundo.

Han sido múltiples los proyectos y los planes, todos de alguna forma fracasados. Los pocos intentos serios encontraron la oposición de políticos y fiscales. No hace muchos días una fiscal sin placa, bajo la excusa de un supuesto operativo de drogas, irrespetó a los agentes del orden, actuantes en su caso.

Los peajes son una jaula de locos. He visto con buen ojo que se han ampliado los carriles de paso rápido, desgraciadamente sin lograr, por falta de consecuencias, que se respeten.

Me gusta conducir, no lo hago durante la semana porque usualmente voy trabajando en el vehículo y los escasos estacionamientos complican mi movilidad.

Hace dos semanas, camino a Jarabacoa, al llegar al peaje del kilómetro 25 de la autopista Duarte, las guaguas del transporte, especialmente las de gran tamaño respetan muy poco y una de ellas sin poco espacio para pagar el peaje me obligó a tirarme a la izquierda. No discuto ni en calles ni en carreteras, para mí no tiene sentido, cedo el paso porque lo importante no es llegar primero sino saber llegar.

Mi sorpresa fue mayor cuando pocos kilómetros más adelante la misma guagua intentaba chocar mi vehículo en la esquina trasera, lo cual logré evadir por suerte.

Lo que no imaginaba es cómo sería el regreso el domingo. Sin sentido, se hacían largos entaponamientos, no había accidentes, ni construcciones en la carretera que impidieran el flujo normal de vehículos.

En esos casos, es donde queda latente la falta de educación de los conductores. Eso no es culpa de las autoridades, somos nosotros con una arrogancia que no respeta los pasos de las carreteras, queremos pasarle por encima al que está delante para llegar al mismo lado.

Ahora hay unos vehículos pequeños que son el mejor ejemplo del riesgo en las carreteras. Su tamaño les permite meterse entre dos vehículos sin contar con el riesgo que esto representa.

Es notable la falta de agentes de Intrant, incluso hasta los de Asistencia Vial han desaparecido. Pero como digo una cosa debo decir la otra, al bajar de Jarabacoa a La Vega con mucha satisfacción conté seis unidades de la Policía Nacional, camionetas nuevas y bien equipadas. Cuando queremos, sabemos hacerlo muy bien.

Tenemos la deshonra de ocupar la primera posición de muertes por accidentes de tránsito, con 64.6 muertes al año por cada cien mil habitantes, de las cuales la abrumadora mayoría, un 87 %, corresponde a personas del sexo masculino, mientras sólo un 13 % de las víctimas son mujeres.

La agresividad del hombre es de tal magnitud que es típico en las carreteras cuando se intenta rebasar un vehículo, observar cómo éste de repente acelera para evitar que lo rebasen, sin contar que puede causar un grave accidente. A los que me acompañan, cuando esto sucede les digo que al conductor le dio un ataque de testosterona.

Las mujeres por esencia son más conservadoras y lo indica claramente el porcentaje de mujeres víctimas de accidentes de tránsito, aunque es cierto también que somos más los hombres que conducimos.

Al hablar del tránsito es imposible no mencionar las plagas que significan los motores, en especial los famosos deliveries. Estos sí que no respetan nada y usualmente están envueltos en serios accidentes de tránsito. Aquí la responsabilidad es compartida con las empresas que los contratan. No importa la calidad de los motores y como existe un incentivo por tiempo de entrega y cantidad de entregas, la situación se hace extremadamente grave.

Es un tema que nos compete a todos, nos cuesta vidas, tragedias familiares, dinero y nos resta competitividad y respeto en la comunidad internacional. El gobierno, las alcaldías, los empresarios y todos tenemos que poner un alto a este costoso caos.

El Caribe

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