Elecciones, partidos y cinismo

PABLO MCKINNEY

Ninguna de las organizaciones que han dirigido el país desde 1966 puede negar las prácticas corruptas en sus respectivos gobiernos. En todos esos partidos la “flores de fango” existen, pero no niegan el fango.

La globalización y el fin de las ideologías anularon el rostro humano del capitalismo y lo condujeron a las prácticas económicas conocidas como “neoliberalismo”, que en Estados Unidos y Europa desembocaron en aquellas crisis financieras generadas por falta de regulación en los negocios inmobiliarios y condujeron al ejercicio de la política desde los enfrentamientos ideológicos de la Guerra Fría (acciones, ideas, propuestas) hacia el vulgar combate financiero/empresarial de inspiración “lavandera”, todo representado como un gran espectáculo de eslogan cortos y un candidato vendido como una Coca Cola.

Lamentablemente, las discusiones ideológico-programáticas ya son parte de la historia y languidecen ocres en las hemerotecas. Hoy, la política, como casi todo, es puro espectáculo, chercha sin frenos éticos ni morales, sin disimulo ni prigilio (y al contenido de las redes sociales me remito).

Como los premios Soberanos de Acroarte, un acto político no se celebra ya para los miles de asistentes, sino para los millones de internautas y/o televidentes. Pero el cambio de la política desde los principios y los valores hacia la vulgar práctica empresarial no fue menos, y así llegamos a la era de la Plutocracia donde, salvo en la circunscripción #1 del DN y la #3 de Santiago, para ser diputado un candidato requiere de por lo menos 25 millones de pesos. En tales circunstancias, el ejercicio político electoral es poco más que una incitación a la delincuencia. Por todo esto, no es un exceso afirmar que mientras no se abarate el ejercicio de la política, y las elecciones sigan siendo una verbena de dinero a borbotones e insultos por “pipá”… la democracia seguirá languideciendo.

Sí. Mientras el elemento que defina el triunfo o el fracaso de un proyecto político sea la financiación (si es legal y no “lavandera” mucho mejor), hablar de lucha contra la corrupción, de institucionalidad, de disminución de la delincuencia o de que mejore la calidad de los representantes políticos democráticamente electos… seguirá siendo una “caballá”, un acto del peor cinismo, “paja pa’ la garza”, algo así como intentar secar el mar con un cubeta. ¡Que siga el son! ¡Ya amanecerá algún día! 

Listín Diario

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