Ellos o nosotros
Se ha puesto en circulación una especie de manifiesto que expone las posiciones pro colonialistas y pro imperialistas de quienes han trabajado y trabajan, desde diferentes frentes y entelequias, con un objetivo común, aunque lo cubren con diferentes velos: haitianizar la RD.
Esta vez no utilizan las maneras subrepticias sino que abiertamente defienden esa posición, y lo hacen como suele ser su manera de accionar, empleando un lenguaje universalista, supuestamente defensor de derechos humanos, de los cuales parece que para ellos solo existe un sujeto digno de tener en consideración, el haitiano.
El dominicano, por muy oprimido, excluido social, objeto de la violencia cotidiana del sistema imperante, que esté, es invisible. La única violencia, exclusión, opresión existente en RD es la que se ejerce contra el haitiano. Los dominicanos simplemente son material humano de desecho. Desgraciada y tristemente esa es la manera de enfocar la situación del “lobby haitiano” y sus secuaces, que están detrás o han inspirado ese documento público.
Esto no es nuevo porque llevan décadas trabajando como hormigas incansables y sistemáticamente, con una política muy sibilina, en su plan de haitianización de la RD. Lo hacen mediante el fomento del incremento demográfico de población del vecino país. Para convertirla en una minoría cada vez más importante. Y confían en que a través de la tasa de natalidad y de la pasividad dominicana, gubernamental y de la sociedad civil, su número crezca exponencialmente, hasta que se convierta en una población que por su número sea un elemento político decisivo en RD.
Desde hace años ha habido un “goteo” permanente poblacional desde Haití hacía la RD. En los últimos 25 años ese goteo se ha convertido en un flujo constante y masivo. En una especie de “lavalas” haitiana hacia la RD.
Los autores y alentadores del documento son conscientes de que la inmensa mayoría de los dominicanos rechazan la haitianización, no por racismo, xenofobia o aporafobia. Como dicen sistemáticamente para tratar de callar a los se atreven a decir lo que piensan y lo que ven, en voz alta. Los dominicanos más opuestos a la haitianización son los que más sufren sus efectos perversos en la cotidianidad: los sectores populares.
Mientras esta masa popular se retorcía en su impotencia solo unos pocos, desde posiciones ideológicas muy diversas, criticaban por escrito u oralmente ese proceso de haitianización. Y quienes lo hacían eran de un espectro amplio de ideas y de color de piel, representativos de nuestra rica diversidad “étnica” o de pigmentación.
Solo recientemente esas voces críticas se ha ido ampliando a un número importante de intelectuales y profesionales de la historia, la sociología, la ciencia política, el derecho, la economía, etc. Algunos son figuras muy reconocidas y que se les puede catalogar como parte del “mandarinato” intelectual dominicano. Y esto pone nervioso a los autores materiales e intelectuales del documento a que nos referimos. Se dan cuenta que han perdido ya, la hegemonía del relato.
Esa pérdida relativa de hegemonía la quieren compensar aferrándose a gobiernos y potencias extranjeras. También a la cohorte de organizaciones y agencias internacionales, que se mueven entre, el escila de sus principios generales universalistas, y el caribdis, de su falta de empatía ante un país, que siendo parte de una isla dividida en dos estados, no puede auto sacrificarse, suicidarse, como nación y como estado con vocación occidental, democrática y de estado social y democrático de derecho, para supuestamente “salvar a Haití”.
Se equivoca Tony Blinken. Yerra la diplomacia canadiense, y cometen una falta de perspectiva histórica todos los organismos internacionales que pretenden, con sus presiones antidemocráticas y contra la soberanía dominicana, imponerle que se convierta en la “letrina política” de Haití.
Nosotros comprendemos que desde el Departamento de Estado no quieran dejar entrar masivamente haitianos a su territorio. Que los expulsen o deporten en un alto número. Cada país traza sus políticas migratorias y lo hace pensando en su interés estratégico. Eso es lógico y racional.
De la misma manera que Canadá acoge con prontitud médicos, ingenieros y otros profesionales haitianos, pero que pese a ser un país prácticamente deshabitado en relación a su superficie, no lo hace, masivamente, con los haitianos analfabetos o con muy baja educación formal. Eso lo entendemos. Defienden sus intereses nacionales. Su estrategia de país. Su apuesta por un futuro mejor. Futuro que no se asienta sobre la ignorancia sino sobre el conocimiento.
Lo que los dominicanos no pueden comprender es porque se les quiere obligar con modos y estilos claramente imperialistas y colonialistas (subrayo ambos términos), a que el Gobierno libremente elegido de la RD, adopte políticas que son radicalmente contrarias al interés nacional. A su estrategia de país (si es que existe la misma). A su búsqueda de un futuro mejor para los dominicanos y los extranjeros legales que trabajan y viven en el país.
Lo que pretenden los sectores acostumbrados al intervencionismo político (por muy “liberal” que el mismo se quiera disfrazar), es obligar al Gobierno Dominicano a acoger a centenas de miles de haitianos en territorio dominicano, para quitarle la presión social y política al gobierno haitiano.
Un gobierno no democrático. Un gobierno entreguista. Un gobierno que dice combatir a las bandas armadas pero que las utiliza para asesinar a opositores. Para reprimir a las masas populares que están movilizadas en las calles. Un gobierno que ha dado muestras de su actitud anti dominicana. Un gobierno que fomenta el odio entre su población contra el dominicano (o como dicen algunos del pueblo, contra los “españoles”).
En esta coyuntura hay que manifestarse contra el colonialismo. Contra el imperialismo. Contra la imposición de una potencia extranjera. Contra una nueva política del “big stick”. Hay que evitar que el gobierno sucumba a las presiones exteriores y a las presiones internas, de quienes sirven más a intereses extranjeros que a los intereses nacionales y del propio gobierno del presidente Abinader.
Si logran salirse con la suya lanzaran a la RD por un precipicio político que la va a llevar más pronto que tarde, a seguir el camino de inestabilidad política. De desorden social. De falta de institucionalidad. De crisis de gobernanza. De deterioro y estancamiento económico. De conflictos sociales generalizados. A lo cual habrá que añadir los enfrentamientos entre haitianos y dominicanos en el territorio dominicano. Algo inédito en la RD.
En breve, es un grave error desestabilizar a la RD porque eso conducirá a que el país que se puede considerar el “tigre caribeño” en materia de crecimiento económico y estabilidad política, se vaya deslizando hacia la misma situación, cambiando lo que haya que cambiar, que Haití. Tendrán dos estados fallidos en poco tiempo en vez de uno.
La RD no puede seguir acogiendo haitianos en su territorio simplemente por racionalidad económica. No se necesita incrementar su número. A lo cual agrego variables aún más importantes que la economicista. Porque la RD no progresará importando atraso. Más atraso no crea progreso. Con la acogida masiva de población ignorante no se obtiene avance educacional (y un capital humano muy formado es la clave del progreso).
Permitiendo la entrada masiva de mano de obra haitiana sólo se fomenta la super explotación y las ganancias rápidas de una ínfima minoría. Además de una tendencia a la baja generalizada de los salarios. A mayor población paupérrima, los precarios servicios de salud y sociales no harán sino aumentar su incapacidad de dar unos servicios mínimos, a los dominicanos e inmigrantes legales.
Todos los dominicanos deben unirse como un solo hombre, como una sola mujer, sea cual sea su ideología o su partido, sus orígenes o su color de piel, su religión o sus opciones sexuales, bajo una única consigna: La RD tiene que ser libre, soberana e independiente. El gobierno tiene que oponerse a toda presión para haitianizar a la RD.
La haitianización progresiva del país contribuirá a hundir la república. A enterrar la democracia. Pondrá un obstáculo insalvable para el proceso progresista y civilizador de este país. Esta es una lucha por la supervivencia de la RD y solo hay dos frentes: Nosotros o ellos. No hay terceras vías posibles.
La distinción entre nosotros y el ellos, no está relacionado con el odio al ellos, sino que sirve para fortalecer los lazos dentro de la comunidad. Como dice un escritor español, “esta dimensión es fundamental en la aparición de todas las culturas”. Y es imprescindible en ciertas coyunturas – pienso yo-, para que un pueblo no se quede impotente y pasivo ante los intentos de sacarle del raíl, de la vía, que con tanto esfuerzo estamos emprendiendo.
La lucha del pueblo dominicano es política, cultural, de valores, ideológica, social, entre el progreso y el atraso, entre la civilización y la barbarie, entre un orden cada vez más justo, y el caos.