En EE. UU. los candidatos parecen ir empatados, pero es posible que uno arrase

Por Nate Silver

The New York Times

En unas elecciones en las que las encuestas de los siete estados más disputados muestran una diferencia de uno o dos puntos porcentuales, el 50-50 es el único pronóstico responsable. Desde el debate entre Kamala Harris y Donald Trump, mi modelo lo ha tenido más o menos así.

Sin embargo, cuando doy esta insatisfactoria noticia, inevitablemente recibo una pregunta: “Vamos, Nate, ¿qué dice tu instinto?”.

Así que vale, te lo diré. Mi instinto dice Donald Trump. Y supongo que es cierto para muchos demócratas angustiados.

Pero no creo que debas dar ningún valor al instinto de nadie, ni siquiera al mío. En su lugar, deberías resignarte al hecho de que un pronóstico 50-50 significa realmente 50-50. Y deberías estar abierto a la posibilidad de que esos pronósticos sean erróneos, y eso podría ocurrir igualmente en dirección a Trump o a Harris.

No es que esté intrínsecamente en contra de la intuición. En el póquer, por ejemplo, desempeña un papel importante. La mayoría de los jugadores expertos con los que he hablado a lo largo de los años dirán que te da algo extra. Nunca estás seguro, pero tu intuición puede inclinar las probabilidades hasta un 60-40 a tu favor captando patrones de cuándo un competidor está fingiendo.

Pero los jugadores de póquer basan ese algo en miles de partidas de experiencia. Solo hay elecciones presidenciales cada cuatro años. Cuando se les pregunta quién ganará, la mayoría de la gente dice que Trump, debido al sesgo de recencia: ganó en 2016, cuando no se esperaba que lo hiciera, y luego casi gana en 2020 a pesar de estar muy por detrás en las encuestas. Pero puede que no recordemos 2012, cuando Barack Obama no solo ganó, sino que superó sus encuestas. Es extremadamente difícil predecir la dirección de los errores de las encuestas.

Por qué Trump podría ganarle a sus encuestas

Las personas cuyo instinto les dice que Trump ganará invocan con frecuencia la noción de los tímidos votantes de Trump. La teoría, adoptada del término “shy Tories”— tories tímidos, por los partidarios del partido conservador del Reino unido— por la tendencia de las encuestas británicas a subestimar a los conservadores, es que la gente no quiere admitir que vota por partidos conservadores por el estigma social que se les atribuye.

Pero no hay muchas pruebas de la teoría del votante tímido, ni ha habido ninguna tendencia persistente en las elecciones de todo el mundo a que los partidos de derechas superen sus encuestas. (Un ejemplo: el partido Agrupación Nacional de Marine Le Pen no superó sus encuestas en las elecciones legislativas francesas de este verano). La teoría tiene incluso algo de esnobismo. Mucha gente se siente orgullosa de admitir su apoyo a Trump y, en todo caso, votar por él tiene menos estigma que nunca.

En cambio, el problema probable es lo que los encuestadores llaman sesgo de no respuesta. No es que los votantes de Trump mientan a los encuestadores; es que en 2016 y 2020, los encuestadores no llegaron a un número suficiente de ellos.

El sesgo de no respuesta puede ser un problema difícil de resolver. Los índices de respuesta, incluso en las mejores encuestas telefónicas, son de un solo dígito: en cierto sentido, es raro quien decide responder a las encuestas. Los partidarios de Trump suelen tener menos compromiso cívico y confianza social, por lo que pueden estar menos dispuestos a responder a una encuesta de una organización de noticias. Los encuestadores intentan corregir este problema con técnicas de limpieza de datos cada vez más agresivas, como la ponderación por el nivel educativo (los votantes con estudios universitarios tienen más probabilidades de responder a las encuestas) o incluso por cómo la gente dice que votó en el pasado. No hay garantías de que nada de esto funcione.

Si Trump supera sus encuestas, habrá habido al menos una señal clara de ello: los demócratas ya no tienen una ventaja consistente en cuanto a la identificación partidista: casi tanta gente se identifica ahora como republicana.

También está el hecho de que Harris se postula para convertirse en la primera mujer presidenta y la segunda proveniente de la comunidad afroestadounidense. El llamado efecto Bradley, llamado así por el ex alcalde de Los Ángeles Tom Bradley —quien obtuvo un resultado inferior al de sus encuestas en las elecciones a gobernador de California de 1982, por la supuesta tendencia de los votantes a decir que están indecisos en lugar de admitir que no votarán por un candidato negro— no fue un problema para Barack Obama en 2008 ni en 2012. Aun así, la única vez que una mujer fue la candidata de su partido, los votantes indecisos se inclinaron fuertemente en su contra. Así que tal vez Harris debería preocuparse por el efecto Hillary Clinton.

Por qué Harris podría superar sus encuestas

Una sorpresa en las encuestas que subestime a Harris no es necesariamente menos probable que una para Trump. En promedio, las encuestas fallan por tres o cuatro puntos. Si Harris lo consigue, ganará por el mayor margen tanto en el voto popular como en el Colegio Electoral desde Obama en 2008.

¿Cómo podría ocurrir? Podría deberse a algo parecido a lo que ocurrió en el Reino Unido en 2017, relacionado con la teoría de los tories tímidos. Se esperaba que los conservadores arrasaran, pero las elecciones resultaron en la pérdida de su mayoría. Hubo mucho desacuerdo entre los encuestadores, y algunos acertaron el resultado. Pero otros cometieron el error de no fiarse de sus datos, haciendo ajustes ad hoc tras años de preocuparse por los tímidos conservadores.

Las encuestas se parecen cada vez más a modelos en miniatura, y los encuestadores se enfrentan a muchos puntos de decisión sobre cómo traducir datos brutos no representativos en una representación exacta del electorado. Si a los encuestadores les aterroriza volver a subestimar a Trump, pueden hacer consciente o inconscientemente suposiciones que le favorezcan.

Por ejemplo, las nuevas técnicas que están aplicando los encuestadores podrían ser exageradas. Uno de los problemas de utilizar una de ellas —ponderar el voto retrospectivo, o intentar tener en cuenta cómo informan los votantes de su elección en las últimas elecciones— es que la gente suele recordar mal o decir mal por quién votó y es más probable que diga que votó por el ganador (en 2020, a Biden).

Es plausible que esto pueda sesgar las encuestas en contra de Harris, porque quien diga que votó por Biden pero en realidad votó por Trump será señalado como nuevo votante de Trump cuando en realidad no lo es. También es creíble que los errores de las encuestas de 2020 se debieran en parte a las restricciones de Covid: los demócratas eran más propensos a quedarse en casa y, por tanto, tenían más tiempo libre para responder a las llamadas telefónicas. Si los encuestadores están haciendo correcciones basándose en un acontecimiento tan poco común como una pandemia (una vez en un siglo), puede que esta vez se estén excediendo.

Por último, hay que tener en cuenta los constantes buenos resultados de los demócratas en los dos últimos años —desde que la Corte Suprema anuló el caso Roe contra Wade— en elecciones especiales, referendos y las elecciones legislativas de 2022. Los demócratas no deberían depositar sus esperanzas en esto: las encuestas de alta calidad, como las del New York Times/Siena College, pueden reproducir estos resultados, mostrando que los demócratas obtienen buenos resultados entre los votantes más motivados que acuden a estas elecciones de baja participación, pero que Trump lo compensa ganando a la mayoría de los votantes marginales. Así que los demócratas podrían desear que haya una menor participación. Si esos votantes marginales no acuden, Harris podría obtener mejores resultados; si lo hacen, Trump podría ser el beneficiado.

O puede que los encuestadores se dirijan hacia un falso consenso.

He aquí otro hallazgo contraintuitivo: es sorprendentemente probable que los resultados de las elecciones no sean tan cerradas.

Con las medias de las encuestas tan ajustadas, incluso un pequeño error sistemático en las encuestas como el que experimentó el sector en 2016 o 2020 podría producir una cómoda victoria en el Colegio Electoral para Harris o Trump. Según mi modelo, hay un 60 por ciento de posibilidades de que un candidato arrase en al menos seis de los siete estados disputados.

Las empresas de sondeos son ridiculizadas en las redes sociales cada vez que publican un resultado considerado atípico, por lo que la mayoría de ellas no lo hacen, sino que se dirigen hacia un consenso y se ajustan a lo que muestran los promedios de los sondeos (y los instintos de la gente). Las encuestas del Times/Siena son una de las pocas excepciones habituales, y describen un electorado muy diferente al de las demás, con importantes ganacias para Trump entre los votantes negros e hispanos, pero un rezago en los estados demócratas de Míchigan, Wisconsin y Pensilvania.

No te sorprendas si se produce una victoria relativamente contundente para uno de los candidatos, o si los cambios después de 2020 son mayores de lo que el instinto de la mayoría de la gente podría decirles.

The New York Times

Nate Silver, fundador y antiguo editor de FiveThirtyEight y autor de On the Edge: The Art of Risking Everything, escribe el boletín Silver Bulletin.

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