En el filo de la navaja: «AMLO y Maduro: Los héroes  de la tragicomedia internacional»

Por la Redacción

En el teatro de la política internacional, siempre hay actores que prefieren el papel de cómplice silencioso o, peor aún, el de defensor audaz de lo indefendible. En esta tragicomedia, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha optado por el segundo papel, abogando con entusiasmo por su aliado venezolano, Nicolás Maduro.

En un acto de negación rotunda de la realidad, López Obrador ha afirmado que «no hay pruebas» de fraude en las elecciones venezolanas del 28 de julio, a pesar de la evidencia abrumadora de manipulación y coerción.

Pero, ¡ah, qué conveniente es cerrar los ojos cuando uno está en buena compañía! López Obrador se une a la orquesta desafinada de líderes como los de Cuba y Nicaragua, quienes, con una fidelidad que raya en lo patético, han reconocido el triunfo de Maduro. Es un grupo pintoresco, que comparte un amor por las elecciones que siempre parecen tener un resultado previsible: una victoria rotunda para el régimen.

Mientras tanto, el presidente mexicano no pierde oportunidad para señalar con el dedo acusador a los Estados Unidos, acusándolos de «extralimitarse» al reconocer a Edmundo González Urrutía como el verdadero ganador. Claro, porque en el universo alterno de la 4T, es más condenable el reconocimiento de un líder legítimo que la perpetuación de una dictadura.

Este comportamiento cómplice con Maduro es más que un simple alineamiento ideológico; es un acto descarado de sumisión a intereses geopolíticos y económicos que no resisten el menor escrutinio racional.

López Obrador parece haber olvidado la lección de su encuentro con Donald Trump, quien, con su típico estilo de bulldozer, le dejó claro que México sí podía controlar su frontera sur cuando las amenazas arancelarias estaban en juego.

Pero con Joe Biden en la Casa Blanca, el presidente mexicano ha vuelto a su estado habitual de negligencia, permitiendo que miles de migrantes atraviesen su país, generando una crisis fronteriza con Estados Unidos. ¿Será que López Obrador solo responde a la diplomacia del garrote y no al sentido común o a la responsabilidad internacional?

La sumisión a los caprichos del club de autócratas latinoamericanos no solo mancha la reputación de México en la región, sino que también pone en peligro la estabilidad democrática.

Ponerse del lado de Maduro en este momento crucial es un acto imperdonable, una traición a los principios básicos de la democracia y los derechos humanos.

Es hora de que López Obrador y su gobierno dejen de actuar como escuderos de regímenes fallidos y comiencen a defender los valores que dicen representar. Porque, en última instancia, la historia no será amable con aquellos que eligieron estar del lado equivocado de la justicia.

Xiomara Castro: De promesa de cambio a defensora de Nicolás Maduro

Otro eslabón en esta cadena de desatinos es Xiomara Castro, la flamante presidenta de Honduras, un país que ya tiene suficientes problemas como para necesitar más contradicciones.

Después de proclamarse defensora de los resultados electorales en Venezuela, se alinea de repente con los eternos campeones de la democracia: Cuba y Nicaragua. ¿El motivo? Respaldar el “triunfo” de Nicolás Maduro, mientras hace la vista gorda a las múltiples irregularidades del Consejo Nacional Electoral venezolano.

La elección de Castro generó esperanzas de cambio en una nación azotada por la pobreza extrema y la violencia. Curiosamente, su ascenso al poder fue el resultado de una elección democrática y limpia, pero parece que los principios democráticos solo aplican cuando es ella quien sale beneficiada.

Ahora, ¿por qué no seguir el ejemplo de la mayoría de los gobiernos del mundo que reconocieron su elección? Evidentemente, su comportamiento se debe a una sumisión vergonzosa a intereses geopolíticos que no aportan nada positivo a los hondureños, quienes dependen del apoyo internacional para enfrentar sus desafíos internos.

Mientras tanto, países como Brasil y Colombia intentan enmendar su propio doble discurso uniéndose al coro de voces democráticas que exigen al régimen de Maduro que presente las actas de votación. Porque, claro, la democracia solo es importante cuando se trata de otros.

La línea es clara: o apoyan el regreso de Venezuela al mundo democrático o continúan avalando la decadencia total de la calidad de vida de los venezolanos, que solo lleva a un mayor éxodo de ciudadanos desesperados. ¡Qué gran muestra de coherencia y responsabilidad!

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