En memoria de Luis Minier Montero
Juan Bolívar Díaz
Al amanecer de este martes 3 de junio inició su vuelo a lo infinito el apreciado periodista Luis Minier Montero, compañero de ejercicio profesional durante gran parte de nuestras vidas, un militante de la profesionalidad y la ética, de los primeros egresados del departamento de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo a mitad de los sesenta.
Amigos del alma durante seis décadas en que trabajamos juntos en Radio Cristal, los diarios Ultima Hora, El Sol, El Nuevo Diario y Hoy, pude registrar sus inconmensurables condiciones humanas, su don de gente y espíritu societario. Fue siempre un ser humano suave y afectuoso, cuya voz nunca se levantaba más de lo necesario a no ser para explayar su melódico tono grave que durante años sería oficial de la compañía telefónica.
Cuando asumí la secretaría general del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales, en 1972, ahí estaba Minier para acompañarme a recorrer el país impartiendo cursillos de fines de semana para la formación profesional de los corresponsales y periodistas de las provincias. Cuando me tocó presidir el Colegio Dominicano de Periodistas (1988-90) ahí estuvo Luis Minier, militante imperturbable desde que en 1970 lanzamos la lucha por la profesionalización del periodismo.

En Radio Cristal era periodista y lector de noticias, y junto con Aníbal de Castro, Elsa Expósito, Diógenes Céspedes, Espaillat Deshamps, Roberto Nivar, William Tavarez y otros, nos tocó establecer “la noticia viva, desde el lugar del hecho”
Fue columna fundamental de los años en que El Sol se convirtió en el diario de la transición democrática, como subjefe de la redacción y luego en el sueño inconcluso de El Nuevo Diario. En Hoy lo encontraba más espaciadamente en su mesa de redacción. Lo visitaba en el hogar que constituyó en el barrio invi, de Santo Domingo Este, con su eterna compañera Divina.
Estando en Madrid en los últimos cuatro años, intercambiábamos correos electrónicos, hasta que un día me dijo que estaba viviendo en Toledo. Me ofendí porque no me había avisado, pero luego sabría que había estado bregando con cáncer. Y se mudó a España donde sus hijos ejercían la medicina y disfrutaba de mejores atenciones en el hospital universitario. Pasarían un sábado en casa antes que la enfermedad reapareciera para invadirlo por todos los costados.
Divina, que también es médico, y sus hijos Luis y Angela lo cuidaban con sublime dedicación, y Adita y yo viajamos a Toledo 3 veces para alentarlo. En enero le llevamos a colegas queridos como Quiterio Cedeño, Marien Aristy, Fausto Rosario y Carlos Manuel Estrella, cuando asistían a la Fitur. Estaba hospitalizado y se emocionó con la sorpresa de esa nutrida delegación, de la que también fueron parte mi esposa y la de Estrella. La enfermera dijo que ese día había comido como nunca antes. Lo alentamos porque sabíamos que estaba perdiendo el hálito.
Ya a mediados de febrero, cuando partíamos de Madrid, fuimos de nuevo a Toledo para una despedida que sabíamos, él y nosotros, que sería definitiva. Allí lo dejamos, de buen humor, asumiendo su triste realidad con la entereza humana que lo caracterizaba. Aún desde México, seguimos en contacto telefónico. La última conversación sí que fue despedida, pues había pasado dos semanas hospitalizado y ya apenas le daban cuidados paliativos. Hoy su hijo Luis me dio la triste noticia que me embarga de emoción. Luis Minier Montero, don Luis como le llamaba para dimensionarlo, ha iniciado su vuelo a lo infinito, Por allá rondará sin apagarse cantando hosanna a las alturas y bienaventuranzas para familiares, compañeros y amigos. Seguirá en nuestras almas por toda la eternidad, como un gran regala de la vida.
Hoy