Estados Unidos, entre la seducción y la imposición
Juan Temístocles Montás
A finales de la década de 1980, Joseph S. Nye, politólogo, diplomático y académico estadounidense, acuñó el término «poder blando» en referencia a la capacidad de un país para influir en otros mediante la atracción de sus valores, instituciones, cultura, política exterior y modelo de vida. Según Nye, el poder blando reside en la capacidad de atraer y persuadir. Es “el poder de atracción”, “la capacidad de moldear o modificar las preferencias sin recurrir a la fuerza o al pago”.
El “poder blando” surge para establecer una diferencia con el “poder duro”, aquel que surge del poder militar y económico de un país, que se asocia con la capacidad de coaccionar. Se relaciona con el uso de amenazas o recompensas para obtener el objetivo deseado.
En el libro “La Paradoja del Poder Norteamericano”, Nye sostiene que el poder duro puede basarse en incentivos (zanahorias) o amenazas (palos). Pero sostiene que también un país puede obtener los resultados que desea en la política mundial si otros países quieren seguir su estela, admirando sus valores, emulando su ejemplo, aspirando a su nivel de prosperidad y apertura.
Durante décadas, Estados Unidos utilizó el poder blando, lo que se tradujo en liderazgo moral, legitimidad institucional y capacidad de generar consensos multilaterales. Muchos países en el mundo aspiraban a construir una democracia al estilo estadounidense y el modo de vida de Estados Unidos se convirtió en una aspiración. Con el retorno de Donald Trump a la presidencia, eso está cambiando.
Trump ha impuesto una agenda confrontativa y polarizadora que está profundizando de forma crítica la erosión del poder blando estadounidense. Su política de guerra arancelaria, la promoción de una narrativa antiinmigrante radical y la profundización de la división interna del país, está desacreditando el atractivo moral e institucional de Estados Unidos, acelerando el repliegue de su legitimidad internacional.
Con la guerra arancelaria, Trump rompe las reglas del comercio mundial que su país promovió durante muchos años. Los efectos de esa situación para el poder blando de Estados Unidos son tremendamente graves ya que debilita la confianza en el compromiso de Estados Unidos con la cooperación y promueve respuestas proteccionistas de otros países, desatando una guerra comercial donde nadie gana.
Además, las amenazas de Trump a Dinamarca por el control de Groenlandia, las presiones sugiriendo que recuperaría el canal de Panamá, la retórica hacia sus aliados abiertamente despectiva, tratándolos como cargas económicas o adversarios comerciales, los insultos públicos a los lideres de Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido y Corea del Sur y su amenaza de retirar las tropas o imponer sanciones a países aliados si no cumplían sus demandas unilaterales, expresan de manera clara su preferencia por el uso del poder duro.
Un aspecto que tiene efectos profundamente negativos sobre el poder blando de Estados Unidos es la cruzada de Trump contra las universidades y los estudiantes extranjeros, particularmente con la Universidad de Harvard. Esto debilita su imagen como país atractivo, confiable y abierto al mundo y erosiona los pilares simbólicos e institucionales sobre los que se ha construido la influencia estadounidense a nivel global. La política de Trump contra las universidades está conduciendo a que Estados Unidos deje de ser el epicentro del talento global, lo que no solo afectará su economía, sino también su influencia cultural, científica y moral.
El caso del USAID es otro buen ejemplo. Desde su creación en 1961, por el presidente Kennedy, fue presentada como una expresión del compromiso global de Estados Unidos con el desarrollo, la lucha contra la pobreza, la salud global, la educación y la asistencia en crisis humanitarias. Al decretar su desaparición se está clausurando el mayor donante del mundo que aportaba más del 40% de los fondos de ayuda al desarrollo en los países pobres del mundo. Su desaparición podría provocar catorce millones de muertes adicionales de aquí a 2030, según un informe recién publicado por el think tank ISGlobal.
En conclusión, el segundo mandato de Trump está conduciendo a la disolución del poder blando estadounidense. Su política exterior de confrontación, su populismo autoritario y su desprecio por los valores universales que cimentaron el prestigio de Estados Unidos están transformando al país de símbolo de esperanza a potencia que cada vez seduce menos.