Estados Unidos: la triste degradación de un modelo democrático
Juan Temístocles Montás
Uno de los principios fundamentales del sistema político estadounidense ha sido el sistema de pesos y contrapesos, diseñado para evitar la concentración de poder en una sola rama del Gobierno. Se basa en la separación de poderes entre el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial.
Cada uno de estos poderes tiene funciones distintas y puede limitar y supervisar a los otros para evitar abusos de poder. Por ejemplo, el Legislativo puede frenar al Ejecutivo rechazando leyes propuesta por el presidente, puede bloquear nombramiento de jueces y funcionarios clave y puede iniciar juicio políticos y destituir al Presidente, si comete abuso de poder. Por su parte, el presidente puede frenar al Legislativo vetando leyes aprobadas por el Congreso, y puede emitir órdenes ejecutivas que, a su vez, pueden ser revisadas por el Congreso y la Corte Suprema.
En cuanto a la Corte Suprema, puede frenar al Congreso y al presidente. Puede declarar inconstitucionales leyes aprobadas por el Congreso, y puede anular las órdenes ejecutivas del presidente. El Congreso puede frenar a la Corte Suprema creando o modificando leyes si ésta invalida alguna norma existente, y puede proponer enmiendas constitucionales para anular decisiones de la Corte. Además, el Congreso puede aprobar jueces y destituirlos mediante juicio político.
Durante casi 250 años de historia ese sistema de equilibrio ha caracterizado el funcionamiento de la democracia estadounidense, convirtiendo a Estados Unidos es un referente mundial de la democracia. Con el mismo se evitaba la entronización de un “rey” en el poder. Sin embargo, esta situación se ha venido agrietando desde hace varios años.
En 2016, con la llegada al gobierno de Donald Trump por primera vez, la revista The Economist, en el Índice de Democracia que publica anualmente, degradó la democracia estadounidense de democracia plena (sistema político en el que existen elecciones libres y justas, respeto a las libertades civiles, una cultura política sólida y una gobernabilidad efectiva) a democracia defectuosa (sistema donde existen elecciones libres y ciertos derechos democráticos, pero hay problemas significativos en la gobernabilidad y en la cultura política).
Esa degradación se ha mantenido en los últimos años y en el último Índice, el correspondiente al 2024, la democracia de Estados Unidos sigue siendo catalogada como democracia defectuosa.
Con el retorno de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha crecido el temor de que la degradación de la democracia en esa nación se intensifique. El país está inmerso en un proceso de aguda polarización política, y se habla de que Estados Unidos está entrando en una etapa que pudiera ser catalogada como de autoritarismo competitivo, un concepto introducido en 2002 por Steven Levitsky y Lucan A. Way; esto es, regímenes que se diferencian tanto de las democracias como de los autoritarismos plenos debido a que manipulan y violan características básicas de los regímenes democráticos, como el pluralismo político, la separación de poderes o el Estado de derecho, pero sin eliminarlas por completo.
Eso es lo que, al parecer, está ocurriendo en Estados Unidos. En tan sólo algo más de dos meses del nuevo gobierno de Trump se han producido choques con el Poder Judicial que ha llevado al periódico The New York Times a decir que “el desafío de Trump a los tribunales supera el manual del autócrata”. Ante una retórica cada vez más agresiva de Trump por el bloqueo judicial a sus órdenes de deportación a personas indocumentadas, el presidente de la Corte Suprema le reprochó sus ataques al juez que ordenó detenerlas y le respondió rechazando de plano la posibilidad de celebrar un juicio político contra él por ese motivo.
Trump también ha emitido órdenes ejecutivas de dudosa legalidad, como la que pone fin a la nacionalidad por nacimiento, y ha amenazado con despedir a los agentes del FBI que investigaron el asalto al Capitolio, entre otras medidas.
Parece que lo que busca el presidente es expandir los poderes del Ejecutivo, en detrimento de los otros poderes, violando así el sistema de pesos y contrapesos que ha caracterizado y elevado la calidad de la democracia estadounidense. Sus decisiones están poniendo en grave peligro el Estado de derecho en Estados Unidos, estimulando así el auge del autoritarismo competitivo.
Es triste verlo, pero así es.