Estados Unidos y China, en el coliseo geopolítico
Fernando I. Ferrán
Tal y como acontece en la sempiterna historia universal, en el presente, vivimos siempre en un mundo en ascuas y de opciones. Esta vez, porque la primacía del mundo occidental está puesta en entredicho por doquier. En ‘el gran teatro del mundo’, verdadero coliseo romano en el que, en la actualidad, dos contrincantes se enfrentan. Me refiero a Estados Unidos y sus afines, en un extremo y, en el otro, China y los suyos, todos asentados en esa misma arena que sigue acogiendo, por los siglos de los siglos, tanta sangre humana.
En ese contexto, Jeffrey Kruse, director de la Agencia de Inteligencia de Defensa de su país, alerta que China pretende “desplazar a Estados Unidos como líder mundial”. Y, como quien dice, por vía de consecuencia. Jon Huntsman Jr., ex Embajador en China y Rusia, sostiene que Xi Jinping bien pudiera iniciar cualquiera de sus presentaciones dando las gracias a los adversarios de su país por permitirle seleccionar y robar del bolsillo occidental, tecnologías y propiedad intelectual de punta. Y, ni hablar aquí de evocar la alianza Rusia y China por medio de la cual, utilizan sus tropas de infantería y navíos para trastocar las fronteras de las más diversas naciones-estados. Es por ese comportamiento que Jonatan Vseviov, secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores de Estonia, recuerda a todos que, “si permitimos que se convierta en la norma que un estado más grande pueda cambiar las fronteras de sus vecinos más pequeños por la fuerza, ¿qué frontera permanecerá segura?”
Por todo lo cual, coincido con Thomas L. Friedaman. “Sí, este no es un momento geopolítico cualquiera.” Precediendo esa coincidencia, hay múltiples maneras de explicar las tres disputas más significativas de la actualidad: la expansión marina de China en los mares del Océano Pacífico colindantes con Filipinas, Nueva Zelanda y Australia, entre otros; y los conflictos bélicos ruso-ucraniano e israelita-, sin, por tanto, olvidar la mano oculta iraní que parece tirar la piedra o encender la llama en el Oriente Medio.
El mínimo común denominador de tanta convulsión es -en resumidas cuentas- que los unos quieren unirse al bando occidental y los otros al oriental. Los unos procuran detener a los otros; y, claro está, viceversa.
Ahora bien, sea cobrando vidas humanas o derramando sangre rusa, ucraniana, palestina, israelita e incluso árabe en general; o, con amenazas y constantes bravuconadas y empujones a taiwaneses u otros, en el Mar de China, el pleito está casado entre aquellos dos grandes colosos de la actualidad histórica del presente. No se pierde vista las naciones y sus respectivas formaciones estatales, estadounidenses y chinas.
Al margen de la fuerza motriz del maniqueísmo inherente a la historia de la humanidad -a la luz del simbólico Caín agrediendo a su hermano Abel, e independientemente de quienes quieran representen hoy día el bien y el mal, a la usanza filosófica de Agustín de Hipona- los dos frentes de colisión reflejan una lucha geopolítica titánica. Dos redes opuestas de naciones y actores no estatales se contradicen y enfrentan tras bambalinas respecto a qué valores e intereses dominarán nuestro mundo tras los años de Guerra Fría, con el tambaleante duplo de Pax Americana/globalización que se inició con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso del bloque soviético.
He ahí el meollo de la cuestión geopolítica, hoy por hoy. Y, por supuesto, nosotros, espectadores no privilegiados en dicho coliseo, tenemos derecho a poco más que preferir y expresar nuestras simpatías a favor de uno u otro de los contendientes.
Ahora bien, más allá que las posiciones individuales, en términos objetivos, varios factores aún sustentan el predominio estadounidense, no obstante indiscutibles falencias y errores evidentes. Según expertos en el tema, como Joseph S. Nye, Daron Acemoglu, Simon Johnson y otros, en su enfrentamiento con China, Estados Unidos cuenta con ventajas comparativas indiscutibles, a largo plazo:
a. En términos geográficos, Estados Unidos está rodeado por dos océanos y dos vecinos amigos, a diferencia de la República Popular China, que comparte frontera con 14 países y mantiene disputas territoriales con varios, incluida la India.
b. Desde la perspectiva de recursos energéticos, China depende de las importaciones, en contraste con la relativa independencia energética estadounidense energética.
c. En el ámbito organizativo, la nación estadounidense gana ascendencia de sus notables entidades financieras transnacionales, del papel internacional del dólar y del individualismo innovador de una ciudadanía que la respalda voluntariamente; empero, la hegemonía china desconoce esos logros de una sociedad liberal, a pesar de que emula su forma de producción, no sin para ello recurrir a la fuerza política.
d. E, institucionalmente, la sociedad estadounidense se vale de una economía post capitalista que dependen de una moneda de reserva creíble, libremente convertible, arraigada en mercados de capital profundos y en un Estado de derecho relativo, y no en uno dependiente una hegemonía unipersonal y partidista.
e. Igualmente, si bien China cuenta con cierta ventaja comparativa en el ámbito del comercio internacional contemporáneo, no menos lo es que ese logro destacado se debe al predominio de instituciones más bien represivas, en comparación con las del mercado estadounidense.
f. En términos demográficos, a diferencia de lo que se proyecta para el caso de China -con una fuerza laboral que alcanzó su cima en 2014-, la de Estados Unidas no está estancada, sino que aumenta gracias a la inmigración y otras variables poblacionales.
g. Un penúltimo factor a evaluar, Estados Unidos se ha mantenido a la vanguardia de la innovación e implementación de tecnologías de punta, mientras que China ha comenzado a despuntar e invertir sistemáticamente en investigación y desarrollo; no obstante, por ahora, al menos, sus universidades siguen detrás de las estadounidenses.
h. Por último, las encuestas internacionales muestran que Estados Unidos supera a China en ‘poder blando’ de atracción.
Así, pues, si se analizan estrictamente las relaciones de poder y tendencias nacionales, efectivamente se ha producido un relativo declive estadounidense y una tendencia ascendente a favor de China. En términos absolutos, sin embargo, las cosas siguen siendo como eran.
De ahí el valor del siguiente argumento ad hominen, calzado entre una concepción democrática y otra populista. De uno tener la necesidad de emigrar y/o de poder escoger lo preferido, a cuál de estos dos centros de poder emigraría, ¿al del bando chino o al del estadounidense? Sí; ¿qué haría usted, sus familiares y conocidos, gracias a -o a pesar de- cualquier acechanza impositiva del bando preferido, en detrimento de nuestro dominio e intereses particulares, -a la luz de su combativo récord de batallas seculares y su distintiva modalidad capitalista, dizque trasnochada, en la era de la inteligencia artificial y, no menos importante, de la vigilancia?
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