Estos tiempos bárbaros: Todas las guerras (15)

Juan T. Monegro

Ahí va la guerra de estos tiempos; galopando a caballo de una revolución tecnológica excitante, portentosa, delirante. Nunca antes la cosecha de resultados en la cadena de valor de la industria de la guerra estuvo tan robusta, tan briosa.

Jamás, los drones y los aviones y misiles fueron tan furtivos, tan inteligentes, tan capaces de acertar en el objetivo y destruir. O matar. Antes jamás, las temibles herramientas de la guerra rompieron las leyes de la física, desplazándose a velocidades hipersónicas. Diligentes, cada una por su bando, las potencias militares de clase mundial concitan, aceitan y consolidan sus alianzas estratégicas: militares, comerciales, políticas o geopolíticas; que son no más ni menos que, planos diversos del libramiento de la misma guerra. Presurosos, andan por doquiera orquestando misiones y concretando ensayos de ataque, poniendo a punto las habilidades, los instrumentos, y sus tácticas y estrategias; afilando los cuchillos para lo que fuere menester, para lo que ya se sabe qué.

Asombra el despliegue y la indetenible expansión de las capacidades militares, tanto como la proliferación de acuerdos de adquisiciones y el suministro de equipos bélicos por montos billonarios, sustentadas en copiosos presupuestos ‘de defensa’ de las grandes potencias. El mercado está vibrante. Se va a armar.  

Es como si cada día que pasa, la humanidad navegara mar adentro remando en la oscuridad hacia la nada, en contra de la vida. Son los signos de los tiempos. Vientos de guerra, como en los mejores tiempos bárbaros.

Como fue en su momento, el caso de la Revolución Rusa (1917 – 1923), dada en el contexto de la I Guerra Mundial y de una crisis política y social de la Rusia zarista; un acontecimiento histórico de enorme trascendencia que transformó radicalmente la sociedad rusa, con impacto duradero en la geopolítica mundial. Un proceso tumultuoso, masivo y transformador, que desembocó en el derrocamiento del zarismo, la creación de un gobierno provisional y, finalmente, en el histórico ascenso al poder de la Revolución.

Protagonizaron el proceso revolucionario cuatro actores. De un lado, i) el Gobierno Provisional, establecido tras la abdicación del zar Nicolás II; y del otro lado: ii) los bolcheviques, un bando político-revolucionario encabezado por V. Lenin: buscaba la instauración de un régimen socialista y la creación de un estado proletario; iii) los mencheviques, anti-zaristas moderados, diferenciados de los bolcheviques en enfoques, tácticas y estrategias (gradualistas); y iv) los soviets: especie de gobiernos paralelos (consejos de trabajadores y soldados) establecidos en ciudades y regiones rusas.

En esencia, la justificación de la guerra fue la enorme desigualdad social predominante, la explotación de los trabajadores y la demanda de un cambio radical en el sistema político y económico. Los líderes revolucionarios buscaban establecer una sociedad más igualitaria, basada en los principios del socialismo.

Los impactos fueron de gran calado y duraderos en la geopolítica mundial: la creación del bloque de repúblicas soviéticas (URSS), la propagación global de las ideas comunistas-socialistas, y una serie de dramáticos y perdurables cambios sociales, económicos, políticos y culturales en Rusia y en el mundo, entre otros.

El drama humano de la revolución rusa fue multifacético y complejo; caracterizado por i) una lucha de clases intensa, violenta y feroz: en que, de un lado, obreros y campesinos empobrecidos soportaban condiciones de vida extremadamente lastimosas, que demandaban un cambio radical en el sistema social y económico; y del otro lado, las élites aristocráticas, terratenientes y burguesas, que defendían el estado de cosas y se resistían a ceder su poder y privilegios; ii) devastación generalizada: causada a individuos, familias, comunidades y ciudades enteras.

Asimismo, iii) encarnizada represión política y violencia entre las facciones en conflicto (bolcheviques y asociados vs los contrarrevolucionarios), empleando tácticas brutales e implacables (ejecuciones, detenciones arbitrarias, represión sistemática, etc.) en función de sus objetivos respectivos. Muchos inocentes fueron víctimas de violencia política, sufriendo pérdidas y horrendas tragedias personales.

También, iv) la visión-objetivo del proceso: la revolución fue la esperanza, la ilusión, la aspiración y la oportunidad las grandes masas obreras y campesinas, para liberarse del yugo de la opresión y la desigualdad. En función de esto se crearon nuevos movimientos políticos y sociales, y se promovieron ideales de justicia social e igualdad.

Sin embargo, pronto, v) las expectativas truncadas: la construcción del pregonado nuevo orden social ruso (el comunismo, el socialismo) sufrió un golpe de realidad, empañado por las tensiones inherentes al proceso; que se reflejaron, en un duro choque de expectativas, en esperanzas truncadas.

¡Ah los tiempos bárbaros! 

Como, igual, lo que pasó entre, de un lado: el Kuomintang (KMT), partido político-militar nacionalista chino, liderado por Chiang Kai-Shek; y del otro: el Partido Comunista de China (PCCh), liderado por Mao Zedong: La Revolución China (1927 – 1949). Fue un conflicto de alta complejidad e intensidad que tuvo impacto profundo y perenne en la sociedad y la historia de de China.  

Los rasgos esenciales el drama humano de la revolución china moldearon la vida de cientos de millones de personas; destacaron, entre otros, i)una lucha de liberación del dominio extranjero (ocupación japonesa, la influencia occidental), contra el sistema feudal, y contra las desigualdades sociales internas; ii) la movilización de las masas: ambos bandos fueron efectivos en esto, concitando gran apoyo para sus respectivas causas; el que más, lo fue el PCCh, con un generalizado apoyo y participación de las masas campesinas; y iii) sacrificio y sufrimiento enormes. La guerra civil implicó un muy alto costo humano; en que soldados y civiles enfrentaron la muerte, la violencia, el desplazamiento y la escasez de recursos, derivando en un enorme angustia, desolación y sufrimiento para la población, en general.

Asimismo, iv) idealismo y convicción ideológica contrapuesta: ambos bandos pulsaban por fuertes ideales políticos y sociales cursando en sentidos encontrados, lo que avivaba la llama de la guerra; v) cambio y transformación radical de la estructura social: fueron abolidas las antiguas jerarquías feudales, y se introdujeron reformas que buscaban mejorar la educación, la salud y los derechos de las mujeres; y vi) resistencia y perseverancia: fue una guerra prolongada con cuantiosas batallas y campañas bélicas; ambos bandos mostraron una notable resistencia y perseverancia en lucha por las causas defendidas. 

Fueron tiempos trascendentales, y extremadamente bárbaros.

Jung Chang, con «Cisnes salvajes: Tres hijas de China» (1991); Ha Jin, con «En un abrir y cerrar de boca» (1996); y Yan Lianke, con»Crepúsculo» (2007) son tres celebridades de la literatura china que han narrado magistralmente el drama humano dado en el contexto de la guerra y revolución. Lo han hecho, i) sirviendo una visión íntima y personal de los horrores y desafíos que enfrentaron las personas comunes durante el periodo tumultuoso de la guerra civil, dejando en evidencia los desmanes y desgarres, las dudas existenciales y los lados flacos del proceso revolucionario (Jung); también, ii) mostrando cómo las personas se enfrentan a dilemas morales y políticos, mientras intentan sobrevivir en medio del caos y la violencia (Ha); y iii) explorando y retratando con estilo directo y provocador la represión, la violencia y los sacrificios humanos que caracterizaron el tortuoso periodo de la guerra civil y de la Revolución Cultural en China (Yan).

 “Para cuando quiso darse cuenta, mi madre se encontraba fuertemente sujeta por ambos brazos y unos hombres la alejaban a rastras de la mesa. … hasta alcanzar una habitación en tinieblas. … pudo ver un hombre vestido con harapos. Parecía hallarse sentado sobre un banco y apoyado contra una columna. Su cabeza colgaba hacia un costado. Mi madre se dio cuenta de que el hombre estaba atado a la columna y de que le habían atado los muslos al banco. Dos hombres procedían a situar unos ladrillos bajo sus talones. Cada ladrillo que añadían hacía surgir de sus labios un gemido profundo y ahogado. Mi madre notó que su cabeza se inundaba de sangre, y creyó oír el chasquido de huesos al quebrarse. A los pocos instantes, estaba contemplando el interior de otra estancia. … no lejos de donde ambos se encontraban, un hombre colgaba de una viga de madera por las muñecas, desnudo de la cintura para arriba…  Sobre el suelo descansaba un brasero junto al que un hombre fumaba tranquilamente un cigarrillo. Mientras mi madre observaba, el hombre extrajo una barra de hierro de las brasas; la punta era del tamaño del puño de un hombre y estaba al rojo vivo. Con una sonrisa, la apoyó sobre el pecho del hombre que colgaba de la viga. Mi madre pudo oír un agudo grito de dolor y un horrible chisporroteo, vio el humo que surgía de la herida y a su nariz llegó un denso olor a carne quemada. Sin embargo, no gritó ni se desmayó. El horror había despertado en ella una rabia poderosa y apasionada que le proporcionaba una fuerza inmensa y parecía superar cualquier temor. El oficial le preguntó si aceptaría ahora firmar una confesión. Ella se negó, repitiendo que no sabía de la existencia de comunista alguno en el grupo. La arrojaron al interior de una pequeña estancia … Allí pasó varios días, oyendo los gritos de aquellos que eran torturados en las celdas cercanas y negándose a las repetidas demandas de sus captores para que les proporcionara una lista de nombres” (Jung Chang;»Cisnes salvajes: Tres hijas de China», p. 119).

De su lado, Mijaíl Shólojov, en “Don Quijote« (1928-1940; Aleksandr Solzhenitsyn, premio nobel, en «Archipiélago Gulag» (1973); y Vasili Grossman, en «Vida y destino» (1960) son tres prestigiados escritores rusos que, también, lograron con estilo directo, crudo y realista una narración vívida del drama humano de la guerra, explorando el trasfondo de la revolución y la guerra civil rusa. Destacando i) el drama humano, el heroísmo y los dilemas morales que plantea a los individuos tan dramática y violenta realidad (Grossman); ii) el drama humano de los prisioneros políticos, mostrando las condiciones inhumanas, la represión y el sufrimiento que enfrentaron en los campos de trabajo forzado (Solzhenitsyn); y iii) narrando el drama humano de los cosacos (grupo étnico y militar originario de Ucrania y Kazajistán) y la brutalidad de la guerra, explorando los efectos devastadores sobre los individuos y la sociedad (Shólojov).

Los tres, capturan el drama humano reflejando las complejidades, las tragedias, sufrimientos, amarguras y desafíos que enfrentaron en cuerpo y alma los combatientes armados y civiles, expuestos a los azares de estos conflictos bélicos tan trascendentales y tumultuosos; explorando dimensiones emocionales, éticas y sociales de las personas en su individualidad. Asimismo, reflejando a capacidad de la naturaleza humana para, en nombre de un ideal virtuoso, establecer sistemas destructores de la libertad, el honor, y la dignidad de sus semejantes. 

Mensajes o lecciones clave

Los campos de la indignidad. Las cruentas guerras se libran y hasta se ganan, a costa de un inmenso drama humano. Luego, a nombre de establecer lo nuevo y materializar la visón-objetivo fundamental (la causa), se incurre en la negación sistemática de la dignidad y los derechos, en opresión de nuevo cuño, y en sacrificio de la libertad: los Gulags, los campos de trabajo forzado, y otros, en que reinan el sufrimiento y la destrucción de la dignidad. Los relatos de aquellas realidades transmiten un testimonio revelador sobre la necesidad de, aún en las condiciones más adversas, ejercer la capacidad de resistir y preservar la verdad y la dignidad frente a toda tiranía; asimismo, se resalta la importancia de resguardar la verdad y la memoria histórica para no olvidar los horrores del pasado y evitar su repetición. 

La resiliencia sostenida. De aquellos tiempos extremadamente bárbaros, se expone a través de personajes de las obras, cómo se enfrentan y desafíos (como la tradición misma, el poder y los cambios políticos). Enarbolando la importancia de salvaguardar y proteger la libertad individual, la dignidad, la búsqueda de la identidad del ser, así como la fortaleza y la determinación de superar las adversidades. Asimismo, se refleja cómo la fidelidad al ideal y visón de una vida plena, justa y digna puede constituir el elemento clave para la subversión frente a las indignidades de lo nuevo establecido. 

Son valores que conviene revivir para vivir a la altura de estos nuevos tiempos bárbaros. ¡Así sea!

Comentarios
Difundelo
Permitir Notificaciones OK No gracias