Estoy superando una adicción, y sigo bebiendo

Por Maia Szalavitz

The New York Times

No hace mucho, el historial de adicción a la heroína de Robert F. Kennedy Jr. por sí solo probablemente lo habría descalificado para ser considerado para un cargo como el de secretario de Salud y Servicios Humanos. Ahora, sin embargo, numerosos y exitosos autores, políticos, ejecutivos y famosos hablan abiertamente de sus trastornos de consumo de sustancias en el pasado. La “vivencia” incluso confiere autoridad adicional.

Pero esta aceptación tiene una salvedad. La recuperación sigue considerándose, en gran medida, como una abstinencia de por vida, no solo evitar para siempre las sustancias concretas de las que alguien dependió en el pasado, sino también apartarse de todo consumo de drogas no médicas, aparte de la cafeína y la nicotina. La mayoría de las historias públicas de recuperación —como la de Kennedy— son historias de abstinencia total, a menudo impulsadas por la participación en programas de 12 pasos como Alcohólicos Anónimos.

En realidad, la mayoría de las personas que resuelven adicciones —lo que me incluye— no rechazan para siempre todo consumo de sustancias. Por ejemplo, aunque me estoy recuperando de mi adicción a la heroína y la cocaína, de vez en cuando bebo alcohol y consumo marihuana sin problemas. Aunque las definiciones varían, muchos expertos ahora están de acuerdo: si el consumo de sustancias ya no interfiere en tu capacidad de vivir una vida productiva y afectiva, entonces se ha logrado la recuperación, con o sin abstinencia.

Sin embargo, pocas personas hablan de manera abierta de su recuperación “no abstinente”. Muchos tememos que, si revelamos alguna que otra gomita o gominola de hierba o un sauvignon blanc con los amigos, nos consideren todavía en adicción activa, y nos enfrentemos al estigma que eso conlleva.

La escasez de historias de recuperación como la mía distorsiona la política sobre drogas. Refuerza el predominio continuado de los centros de rehabilitación y las residencias de recuperación que solo permiten la abstinencia, lo que disuade a muchas personas que podrían beneficiarse de buscar ayuda. Permite que la mayoría de los tratamientos residenciales y las casas de recuperación rechacen el uso a largo plazo de medicamentos contra la adicción como la buprenorfina y la metadona —los únicos tratamientos que han demostrado reducir a la mitad las muertes por sobredosis de opiáceos— con base en la idea errónea de que tomarlos significa que una persona no está realmente sobria o en recuperación.

Una reciente orden ejecutiva del gobierno del presidente Donald Trump hace que el reconocimiento de la recuperación sin abstinencia sea más urgente que nunca. Propone desfinanciar una amplia gama de programas de reducción de daños que ayudan a las personas a consumir drogas de manera más segura sin exigir la abstinencia, lo que incluye los esfuerzos que proporcionan agujas limpias o lugares supervisados para consumir drogas. También promueve la rehabilitación obligatoria, que exige abrumadoramente la abstinencia total.

Para acabar con la crisis de las sobredosis, necesitamos más opciones de recuperación, no menos. Tenemos que reconocer que no hay un enfoque “correcto”. Las investigaciones demuestran que la recuperación sin abstinencia ya es mucho más común de lo que sugiere el conocimiento convencional.

Una encuesta federal en la que participaron unos 56.000 estadounidenses mayores de 18 años reveló que, en 2024, el 12 por ciento de los adultos declararon haber tenido alguna vez un problema con el alcohol u otras drogas. Afortunadamente, casi el 75 por ciento de este grupo dijo haberlo superado. Pero muchos lo hicieron sin abstinencia y más de la mitad no recibieron tratamiento. Investigaciones previas a esta serie de encuestas descubrieron que el 65 por ciento de las personas que dicen estar en recuperación también declararon haber consumido alcohol o cannabis en el último mes, y no consideraron que eso entrara en conflicto con su estado de recuperación. Otros estudios sobre personas que superan sus problemas con el alcohol revelan que aproximadamente la mitad lo hace moderando el consumo en lugar de dejarlo.

Mi propia recuperación incluyó un largo periodo de abstinencia, que empezó el 4 de agosto de 1988. La rehabilitación a la que asistí me enseñó que la abstinencia era esencial y que solo podía conseguirse participando de por vida en un programa de 12 pasos basado en Alcohólicos Anónimos, así que me comprometí con entusiasmo. Asistí diariamente a las reuniones de 12 pasos hasta aproximadamente 1995. Durante siete años, no consumí drogas recreativas más allá de la cafeína.

Pero entonces caí en una profunda depresión después de que rechazaron un libro que había escrito, lo que me dejó desesperada y endeudada. Antes me había resistido a los medicamentos psiquiátricos porque muchas de las personas que siguen los 12 pasos se burlaban de ellos como “un camino más fácil y suave” que interferiría con el trabajo de superar mis “defectos de carácter”. Sin embargo, en ese momento, sentí que recaería sin ayuda adicional.

Gracias al Zoloft, pronto descubrí que mi estado básico de terror y ansiedad social podía aliviarse con el fármaco adecuado, sin comportamientos autodestructivos. Con el tiempo, empecé a encontrar menos necesarias las reuniones de 12 pasos. Al principio, me quedaba por el apoyo social, pero empecé a sentirme incómoda, ya que ahora no estaba de acuerdo con muchos de los preceptos del programa. Poco a poco, dejé de asistir, pero mantuve la abstinencia hasta el 11 de septiembre de 2001.

Al vivir en Manhattan y enfrentarme al horror de los atentados terroristas, pensé que si alguna vez había un día para beber, era ese. A estas alturas, sabía que la recuperación sin abstinencia era habitual y ya no creía que beber o consumir marihuana me conduciría inevitablemente de nuevo a la adicción, puesto que nunca antes había tenido problemas para controlar su consumo. Esa noche bebí vino con mi hermano sin incidentes.

Hoy en día, consumo con precaución el alcohol y el cannabis: bebo vino con la cena, por ejemplo, o tomo una gomita de hierba para dormir. Pero como no me encantan esas drogas de la forma tan absorbente en que me encantaban la heroína y la cocaína, la moderación no es difícil. Si bebo más de 2,5 copas, me entran ganas de detenerme, y lo hago. Eso nunca me ocurrió con mis drogas favoritas.

Como yo, muchas personas en recuperación no abstinente siguen evitando sus drogas preferidas. Quien se modera con éxito suele empezar con periodos significativos de abstinencia, para romper el aspecto de hábito de la adicción. Por ejemplo, un periodo de abstinencia de meses a años es uno de los “17 elementos” recomendados por el grupo de apoyo Harm Reduction, Abstinence and Moderation Support o HAMS, que cuenta con más de 12.000 miembros en Facebook.

Otra clave para la recuperación es descubrir el propósito que el consumo excesivo de drogas tiene para ti, y encontrar formas más sanas de conseguirlo. Yo consumía drogas principalmente porque sentía que era imposible amarme. En la recuperación, aprendí que la sobrecarga sensorial y emocional estaba detrás de mis dificultades para conectar con la gente, y que la medicación contra la depresión y las técnicas cognitivas podían aliviar mi malestar. Ahora, el apoyo social, la música y el ejercicio alivian mi estrés, lo que me permite llevar una vida significativa sin anestesia.

Las técnicas específicas de moderación, como alternar bebidas alcohólicas y no alcohólicas en una fiesta o contar las bebidas o utilizar medicamentos como la naltrexona, que pueden reducir los antojos, varían en su utilidad de una persona a otra. Pero si no se descubre qué impulsa el consumo excesivo, rara vez es posible la recuperación. La cuestión es “‘¿Para qué lo consumes?’”, dice Edward Wilson, psicólogo de Pensilvania que ha ayudado a cientos de clientes a recuperarse sin abstinencia, “y luego, ¿cuál va a ser un sustituto más satisfactorio?”.

Por supuesto, no todo el mundo puede moderarse de forma segura, y pasar de un sistema de tratamiento que exige abrumadoramente la abstinencia a otro que apoya tan solo reducir el consumo nocivo sería poco inteligente. Pero como la mayoría de quienes se recuperan no buscan la abstinencia total —o recaen repetidamente antes de conseguirla—, es fundamental que los programas de adicción acepten esta realidad y ofrezcan un espectro completo de servicios. Después de todo, las investigaciones demuestran que intentar la moderación a menudo conduce a la abstinencia, ya que fracasar en la reducción del consumo ayuda a las personas a darse cuenta de que necesitan dejarlo.

Desde que comencé mi viaje de recuperación hace casi 40 años, hemos aprendido muchísimo sobre cómo ayudar a la gente a mejorar. Sería trágico dar la espalda a estos conocimientos ahora, justo cuando las muertes por sobredosis empiezan por fin a disminuir.

The New York Times

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