Europa armada: ¿soberanía estratégica o sumisión militar?
Juan Temístocles Montás
Con la notable excepción de España, los países europeos integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) acogieron, sin resistencia, la propuesta del presidente Trump de aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB, en la reciente Cumbre celebrada en La Haya. Esta exigencia, sin base técnica ni legitimidad dentro del marco normativo de la OTAN, representa un quiebre peligroso en la relación transatlántica y plantea una pregunta crucial: ¿se está consolidando un nuevo tipo de vasallaje geopolítico?
En la edición del domingo pasado del periódico El País, un artículo publicado bajo la firma de S. Ayuso y M. Vidal Liy catalogaba esa imposición como “diplomacia de vasallaje”. Según los autores, “ante unos Estados Unidos que amagaba con desvincularse de la Alianza Atlántica, era crucial mantener a su presidente, Donald Trump, contento. A costa de lo que fuera. Incluso de la propia dignidad, como dejó claro el secretario general de la organización Mark Rutte”. Se reseñaba que en un mensaje privado a Trump, Rutte le había expresado “vuela hacia otro gran éxito en La Haya […] Europa va a pagar a lo GRANDE, como debería ser y será tu victoria”. Con este mensaje, el jefe de la OTAN se posicionaba como un operador político al servicio de Donald Trump.
En 2014, los países de la OTAN acordaron aspirar a un gasto militar equivalente al 2% de su PIB al 2024. Este objetivo había surgido de un consenso de los países integrantes de la Alianza. El salto al 5%, es una imposición unilateral; no obedece a ningún análisis estratégico de amenazas ni se sustenta en evaluaciones técnicas de defensa: responde, más bien, a la visión transaccional de Donald Trump, quien considera que Estados Unidos ha financiado por demasiado tiempo la seguridad de sus “aliados”.
¿A quién beneficia que los países europeos destinen el 5% del PIB al gasto en defensa? Cabe indicar que la mayoría de los países europeos no cuenta con una industria militar propia lo suficientemente robusta como para absorber un salto presupuestario tan brusco. En consecuencia, una parte sustancial de ese 5% terminaría canalizándose hacia empresas de defensa estadounidenses, e incluso hacia firmas israelíes, en lugar de impulsar a empresas europeas.
Lo que estamos presenciando no es un plan europeo de fortalecimiento estratégico. Es el establecimiento de un mecanismo para transferir recursos fiscales de europeos al aparato militar estadounidense, disfrazado de rearme por razones de seguridad.
En este sentido, puede sostenerse que el 5% no es un estándar racional de seguridad: es un instrumento de presión política, una medida de lealtad forzada, y sobre todo, una fuente de ingresos para el complejo militar-industrial estadounidense.
Destinar el 5% del PIB a gasto de defensa conduciría al debilitamiento del modelo europeo. Una gran parte de los países europeos enfrentan limites fiscales severos. De manera que, gastar 5% del PIB en defensa podría implicar recortes en salud, educación o pensiones, erosionando el llamado modelo social europeo. También puede conducir al incremento del nivel de endeudamiento.
Se ha calculado que el impacto económico agregado para los países de Europa Occidental superará los 600 mil millones de dólares anuales, y países como Alemania, Francia o Italia tendrían que aumentar sus presupuestos militares entre 100 y 150 mil millones de dólares anuales, en un contexto en el que ya enfrentan un sobreendeudamiento estructural, presiones inflacionarias y un deterioro del Estado del Bienestar. Téngase en cuenta que en 2024 la deuda pública de Italia era equivalente al 135% del PIB y la de Francia 113% del PIB .
De lo anterior se desprende que Europa se encamina —sin protestar— a hipotecar su futuro para sostener una política de confrontación militar que puede conducir al colapso parcial del Estado del Bienestar
Debe señalarse que la mayoría de los líderes europeos han evitado abrir un debate público sobre las implicaciones de esta exigencia. Mientras se siga arrodillando frente a los Estados Unidos, Europa no podrá construir una política exterior propia. Con la aceptación sin condiciones del 5% del PIB a gasto en defensa estamos frente a un acto de vasallaje moderno, que compromete la autonomía industrial, fiscal y política del continente.