Fallece Mario Vargas Llosa: El fin de una era literaria y el legado inmortal del maestro de las letras hispanoamericanas
Lima, Perú – 13 de abril de 2025. El mundo de la literatura ha perdido a uno de sus más ilustres exponentes. Mario Vargas Llosa, el insigne novelista, ensayista, polemista, académico y Premio Nobel de Literatura, falleció este domingo en Lima a los 89 años, según lo confirmó su hijo Álvaro Vargas Llosa.
Su partida representa no solo el final de una vida dedicada intensamente a las letras, sino también el cierre de un capítulo esencial en la historia cultural de Hispanoamérica y del mundo entero.
Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa acababa de cumplir 89 años. Con una obra vasta y polifacética que abarca más de seis décadas, su pluma dio vida a títulos fundamentales de la narrativa contemporánea como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La casa verde, La tía Julia y el escribidor y La fiesta del Chivo, entre muchos otros. Fue también un agudo ensayista y articulista, y un intelectual que no temió entrar en los grandes debates ideológicos de su tiempo.
Su última novela, Le dedico mi silencio, publicada en octubre de 2023, fue una obra de despedida que cerró con un colofón sobrio y emotivo en el que anunciaba su retiro definitivo de la ficción.
Apenas dos meses después, también puso fin a su prolífica carrera como columnista, concluyendo más de tres décadas de publicaciones quincenales en El País bajo el epígrafe Piedra de toque.
En esas columnas, Vargas Llosa mostró una curiosidad intelectual inagotable y un deseo persistente de intervenir en la conversación pública, posicionándose como un pensador progresista en lo moral y neoliberal en lo económico, una combinación que desconcertaba a muchos de sus lectores y admiradores.
La relación de Vargas Llosa con la política fue intensa y a menudo polémica. Su postura conservadora fue durante mucho tiempo citada como una de las razones por las cuales la Academia Sueca tardó en concederle el Premio Nobel, distinción que finalmente recibió en 2010.
En ese momento, a los 74 años, recibió la noticia mientras se encontraba como profesor visitante en la Universidad de Princeton. La Academia lo reconoció “por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”.
Desde su debut literario a los 23 años con Los jefes (1959), Vargas Llosa mantuvo un ritmo constante de producción. Pero fue con La fiesta del Chivo (2000), una monumental novela sobre la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, que realizó una de sus últimas grandes contribuciones a la literatura de denuncia política, un género que compartió con figuras como Gabriel García Márquez (El otoño del patriarca), Miguel Ángel Asturias (El señor presidente) y Augusto Roa Bastos (Yo, el Supremo).
Vargas Llosa fue una figura central del llamado “boom” latinoamericano de los años 60 y 70, un fenómeno que proyectó a los escritores del continente a la escena literaria mundial.
Con La ciudad y los perros (1963), basada en su adolescencia en el Colegio Militar Leoncio Prado, obtuvo el prestigioso premio Biblioteca Breve y se convirtió en un autor de renombre internacional. Su experiencia personal, marcada por la figura dominante de un padre autoritario cuya aparición truncó una infancia feliz, fue motor y materia prima de gran parte de su narrativa.
Esa infancia, vivida entre Cochabamba (Bolivia) y Piura (Perú), fue relatada en sus memorias El pez en el agua (1993), donde alterna sus vivencias personales con la crónica de su incursión en la política peruana, culminada con su derrota ante Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1990.
En ese libro, como en muchas de sus obras, la literatura y la política aparecen como caras inseparables de una misma moneda: la de la lucha por la libertad individual.
A lo largo de su vida, residió en ciudades clave para la cultura global: Lima, Madrid, París, Londres y Barcelona. Fue en esta última donde compartió años de efervescencia creativa con García Márquez, con quien mantuvo una compleja relación que terminó abruptamente por un incidente nunca aclarado del todo.
Intelectualmente, pasó de admirar al existencialismo de Sartre a abrazar el liberalismo político influido por figuras como Karl Popper, Isaiah Berlin y Raymond Aron. Rompió con el comunismo en 1971 tras el caso Padilla en Cuba, y se convirtió en uno de los principales críticos del castrismo, aunque nunca dejó de analizar con profundidad y honestidad las contradicciones del continente.
Su vida sentimental fue igualmente intensa. Contrajo matrimonio con su tía Julia Urquidi, diez años mayor que él, y más tarde con su prima Patricia Llosa, con quien tuvo tres hijos: Álvaro, Gonzalo y Morgana. En 2015, ya septuagenario, inició una mediática relación con Isabel Preysler, que concluyó en 2022 en medio de titulares y comentarios públicos.
Reconocido con prácticamente todos los galardones literarios existentes —incluyendo el Premio Cervantes, el Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias y el Planeta—, fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1996, ocupando el sillón “L”. En 2021, fue nombrado “inmortal” de la Académie Française, un hecho inédito para un autor que no escribió en francés. “Yo aspiraba secretamente a ser un escritor francés”, confesó en su discurso de ingreso.
En 2019, cuando muchos creían que ya había dado lo mejor de sí, sorprendió con Tiempos recios, una novela sobre la injerencia de la CIA en Guatemala durante los años 50, una historia que utilizó para reflexionar sobre las consecuencias geopolíticas que llevaron a la radicalización de la Revolución Cubana. Su pasión por la verdad, incluso cuando esta desafiaba sus propias posiciones ideológicas, fue una constante en su obra.
En su discurso de aceptación del Nobel, pronunció una frase que resume su credo literario y vital: “Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados”. Para él, leer y escribir eran formas de resistencia frente a la mediocridad de la realidad, y la única manera efectiva de “derrotar a la carcoma del tiempo”.
Hoy, Mario Vargas Llosa ya no está entre nosotros. Pero su voz, sus historias y su pensamiento continúan vivos en cada página que escribió. En un mundo cada vez más dominado por lo efímero, su legado es el de un intelectual que apostó por la profundidad, la reflexión y la belleza del lenguaje. Un hombre que convirtió la literatura en una trinchera y que, más allá de sus contradicciones, seguirá siendo inmortal en la memoria de sus lectores.