Fratelli tutti: la Iglesia católica a contracorriente
Flavio Darío Espinal
El 3 de octubre de 2020, en el pequeño pueblo de Asis, provincia de Perugia, Italia, frente a la tumba de San Francisco de Asís, el entonces papa Francisco publicó su tercera encíclica con el título de Fratelli tutti (Hermanos todos) sobre la fraternidad y la amista social. Es un documento con un estilo conversacional, en referencia constante a las palabras y a las vivencias de San Francisco de Asís, pero también con un cierto tono épico, a pesar de la sencillez del lenguaje, por las reflexiones que contiene y los llamados que hace.
Esta encíclica, la que muchos podrían considerar idealista o utópica, cuestiona nociones que están muy ancladas en las relaciones sociales y en las políticas estatales en el mundo contemporáneo. Critica, por ejemplo, la «cultura de los muros» e invita a construir un «mundo abierto» sustentado en un «corazón abierto», que implica reconocer en todas las personas la condición de ser hijos e hijas de Dios. Llama al diálogo como forma de construir una «amistad social» que trascienda la visión meramente individualista de la vida, que supere exclusiones y discriminaciones y, en su lugar, que se recorran «los caminos de reencuentro», con una ética de los derechos de las personas basados en la dignidad humana. La encíclica plasma una visión que se aparta de los sectarismos religiosos y las divisiones ideológicas irreconciliables. No procura una homogeneidad que anule las diferencias, sino una invitación al diálogo y al reconocimiento de los otros con sus condiciones singulares, sus vivencias, sus expectativas y sueños.
Inspirado en esta encíclica, el Vaticano llevó a cabo los días 12 y 13 de septiembre el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana 2025: en tiempos de guerra, el cual giró en torno a la idea de que el principio de fraternidad pueda servir de referencia para guiar, de forma constructiva, el cambio de época que se está produciendo actualmente con una perspectiva «atenta a las personas, respetuosa de las diferencias, en armonía con la creación y garante de la libertad y de la igual dignidad de todo ser humano», como señaló el cardenal Mauro Gambetti, coordinador del encuentro. Estas son ideas fuertes que conectan con los valores de la tradición democrática y liberal, con el reconocimiento de los derechos de las personas como mandato para el accionar del Estado y como pilar fundamental de la convivencia social.
El Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana 2025 cerró con un hermoso concierto en la Plaza de San Pedro titulado Grace for the World, en el que se puso de manifiesto un mensaje de paz, tolerancia, respeto a la diversidad y solidaridad con los más vulnerables y las víctimas de las guerras. El inmenso Andrea Bocelli y el artista afroamericano Pharrell Williams, productores del evento, convocaron artistas de diferentes partes del mundo, así como a personalidades que enviaron mensajes a tono con el lema de fraternidad del encuentro. Muchos moralistas se escandalizaron con la presencia de algunos artistas, como la cantante colombiana Karol G, por ejemplo, quien, debe decirse, actuó con elegancia, respeto y aplomo, como también lo hicieron los demás artistas, incluyendo un espectacular coro de doscientas voces. El papel central que jugó Williams en la producción del evento hizo que predominaran los artistas afroamericanos que le dio al concierto un sabor a música gospel, lo cual fue particularmente llamativo dada la poca presencia de la Iglesia católica en las comunidades negras de Estados Unidos.
En un conmovedor discurso, Williams dijo a los concurrentes y a los millones de personas que vieron el evento alrededor del mundo: «Este es el poder que tenemos cuando nos unimos. Son 300,000 luces, todas las denominaciones, todos los pueblos. Demasiado a menudo la humanidad ve la diferencia como peligro. Pero la gracia susurra: espera. La curiosidad pregunta: ¿por qué? Imaginemos que, en lugar de decir ´no eres como yo´, nos preguntemos: ¿qué puedo aprender de ti?» Y también señaló: «Grace es una luz que vive en cada uno de nosotros, esperando ser compartida. No es solo una bendición que recibimos, sino una fuerza que extendemos a los demás».
Con este mensaje centrado en la fraternidad, la Iglesia católica se coloca a contracorriente del ambiente político, cultural e ideológico que predomina en diferentes partes del mundo. En el campo religioso, por ejemplo, vemos en Estados Unidos al movimiento nacionalista cristiano de iglesias evangélicas con un discurso supremacista blanco y excluyente, alimentando el odio contra los migrantes, contra los extranjeros y a los que «no son como nosotros». Ese discurso supremacista promueve la homogeneidad y la uniformidad, apelando a un Dios exclusivo y excluyente, que separa y divide, no a un Dios que ama a todos los seres humanos sin distinción de raza, color, género, condición nacional o de cualquier otro tipo.
Sin duda, el discurso que se puso de manifiesto en ese encuentro que auspició la Iglesia católica encuentra un terreno político e ideológico muy poco fértil para que prospere. Lo que está en boga en el presente es la negación de derechos, la reversión de conquistas sociales y la voluntad de excluir a grupos humanos (los inmigrantes principalmente) porque son diferentes y contaminan la sangre o supuestamente atentan contra un determinado estilo de vida. No obstante, propagar y defender esos valores basados en la visión plasmada por el papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti es necesario para contrapesar el discurso hegemónico de odio y exclusión, con la esperanza también de que estas ideas calen lo más ampliamente posible en los diferentes círculos católicos, muchos de los cuales han asumido una agenda fundamentalista ajena a la tradición más progresista, humanista y solidaria de la doctrina social de la Iglesia.
Diario Libre