Galíndez en Mar de la Plata, ¿entre nosotros cuándo?
Tony Raful
En cierta ocasión escribí que los dominicanos les debíamos un homenaje al escritor vasco Jesús De Galíndez. En la primera edición póstuma de su formidable obra estudio de la tiranía trujillista, llamada “La Era de Trujillo” editada por Editorial Pacifico de Santiago de Chile en 1956, meses después de su secuestro en la ciudad de New York, y de ser asesinado por Trujillo, el prologuista de la obra, de esa edición, dice en uno de sus párrafos, que el día que la libertad asome en Santo Domingo, se develará una estatua en una plazoleta, frente a la cual los dominicanos rendirán homenaje a Galíndez, para perpetuar en la memoria histórica, la entrega y defensa de los valores de la libertad, que él asumió en su obra, desmantelando todo el aparato de propaganda y simulación, que esa dictadura dominicana levantó contra todo asomo de libertad y respeto a los derechos humanos, y que finalmente le costó la vida
Sin embargo los argentinos, la sociedad marplatense, sin que Jesús De Galíndez tuviese nada que ver con la historia del Mar de la Plata, le pusieron su nombre al paseo de la costa como un tributo a este luchador por la libertad. La decisión de ponerle el nombre de Galíndez se materializó durante la Intendencia de Teodoro Bronzini en el año 1961. Pero no solamente el Paseo de la Costa se llama Galíndez, sino que el artista y escultor Jorge Oteiza, creó una monumental escultura de chapara de acero soldada, que se encuentra en la rotonda del Bulevar de Euskal Herria, confluencia con la calle Loreto de Arriola, que fue instalada el 25 de mayo de 1999 y supervisada por el propio creador. El escultor argentino fue abogado y humanista, destacándose en Argentina por su vibrante defensa de los Derechos Humanos. Oteizar evoca a Galíndez con un abrazo fundido de dos grandes piezas de acero gris de 5mts de altura y 35 toneladas.
La historia tiene precedentes de solidaridad importantes. Un buque de guerra del Estado Argentino hizo entrada en plena intervención militar de los Estados Unidos de nuestro país, el 13 de enero de 1920 (nuestro país fue ocupado durante 8 años por tropas norteamericanas, anulando nuestra soberanía,1916-24), negándose el Comandante del buque de guerra argentino a saludar la bandera norteamericana que ondeaba en el pabellón. Por el contrario, recibiendo órdenes del Presidente de Argentina, Hipólito Yrigoyen, saludó al pabellón dominicano en el puerto, al frente del acorazado ARA 9 de Julio, delante del torreón de la fortaleza, izó a tope, en reconocimiento de nuestra soberanía, la bandera dominicana de nuestro país ocupado, y la saludó con una salva de 21 cañonazos. Fue tan alta la emoción que sintieron muchos dominicanos, que se lanzaron de inmediato a componer con trozos de tela una bandera dominicana, y se atrevieron a izarla en el torreón de la fortaleza frente a la mirada atónita de los invasores.
Con Argentina tenemos deudas de gratitud perennes. 66 años después, queda pendiente la estatua a Galíndez en una plaza de la zona colonial de Santo Domingo, de cara al sol y a la historia, colmada de escolares y de un pueblo agradecido en romería libertaria.