Generación Z: la protesta sin líderes ni partidos
Por Manuel Jiménez V
En este 2025, jóvenes nacidos entre 1997 y 2012 —la llamada Generación Z o Gen Z— han protagonizado un fenómeno global que está cambiando la manera de entender la protesta social.
Desde distintos rincones del mundo, miles de jóvenes han tomado las calles para manifestarse contra sistemas de gobierno que, a su juicio, han fracasado en garantizar condiciones dignas de vida: acceso al empleo, seguridad ciudadana, beneficios sociales y, sobre todo, inclusión.
Estas protestas no responden a las tradicionales convocatorias partidarias, ni están encabezadas por líderes visibles o movimientos articulados. Son manifestaciones espontáneas, convocadas y amplificadas a través de redes sociales como TikTok, Telegram, Instagram y X.
Se trata de una juventud que se siente marginada por políticas públicas que no los incluyen, que los vuelven vulnerables y que perpetúan la desigualdad.
Ejemplos sobran. En Nepal, el estallido inicial de estas protestas evidenció el poder de convocatoria de la Gen Z. Luego, la movilización se replicó en Marruecos, donde miles de jóvenes alzaron su voz contra el alza del costo de la vida, el desempleo y la represión digital.
En América Latina, el eco fue inmediato: en Perú, protestas organizadas bajo la identidad de “Gen Z” cuestionaron reformas de pensiones, la inseguridad y la corrupción; en Paraguay, la juventud denunció la impunidad y el deterioro institucional; y en México, una multitudinaria marcha en la Ciudad de México fue liderada por un colectivo autodenominado “Generación Z México”, reclamando el cese de la violencia, la corrupción y la falta de seguridad.
Lo que sorprende —y preocupa— es que esta movilización no se articula desde estructuras partidarias ni responde a un liderazgo carismático. Lo que une a estos jóvenes es un discurso compartido, reactivo, sintonizado con los problemas del momento. Es una protesta que escapa a los moldes tradicionales de la política.
Y es aquí donde surge una pregunta: ¿Está este nuevo modelo de protesta debilitando aún más la ya menguada capacidad de los partidos políticos para canalizar el descontento social?
En muchos países, el debate gira en torno a esta pérdida de influencia de las organizaciones partidarias, visible en la creciente apatía electoral. América Latina, en particular, exhibe una preocupante caída en la participación de votantes, especialmente entre los jóvenes.
En la República Dominicana, por ejemplo, las cifras de abstención han ido en aumento en los últimos procesos electorales, siendo más marcadas en los comicios municipales, pero afectando también las presidenciales. Aunque muchos partidos exhiben rostros jóvenes en sus liderazgos, esto no ha sido suficiente para reconectar con una generación desencantada y distante.
En este vacío de representación surge la Gen Z, no movida por promesas de empleo, clientelismo ni discursos ideológicos. Se trata de jóvenes hiperconectados, que conviven en plataformas digitales donde abunda la desinformación, pero también la creatividad y la irreverencia. Desde ahí articulan mensajes, convocan, presionan. Son protestas sin líderes, sin partidos, sin estructuras. Pero con fuerza.
Y aunque muchos celebran esta nueva forma de movilización como una muestra de empoderamiento ciudadano, no deja de ser inquietante que se trate de movimientos sin interlocutores visibles. ¿Qué ocurre si se desbordan? ¿Quién asume la responsabilidad de canalizar su agenda hacia reformas concretas a través de espacios de diálogo? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Estamos ante una generación que, en medio de la frustración con los modelos tradicionales, ha decidido tomar la palabra. Y lo está haciendo con un lenguaje nuevo, digital, veloz e impredecible. Escucharla no es una opción. Es una urgencia.

