Giro histórico en Bolivia: Rodrigo Paz Pereira, del PDC, se convierte en presidente con el 54,5 % y marca el fin de 20 años del Movimiento al Socialismo

La Paz, Bolivia, 19 oct. – En una jornada electoral decisiva para el rumbo político de Bolivia, el país ha elegido un nuevo presidente en un giro sin precedentes desde el retorno de la democracia. Rodrigo Paz Pereira, candidato del resucitado Partido Demócrata Cristiano (PDC), se impuso con un 54,5 % de los votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, derrotando al conservador Jorge «Tuto» Quiroga, quien obtuvo un 45,5 %, según los datos preliminares difundidos por el Tribunal Supremo Electoral (TSE).

Este resultado marca un quiebre histórico: por primera vez en dos décadas, Bolivia será gobernada por un presidente ajeno al Movimiento al Socialismo (MAS), el partido fundado por Evo Morales y que dominó la política nacional desde su primera victoria en 2005.

La elección de Paz no solo representa un cambio de rostro, sino también de modelo de gestión, visión económica y equilibrio territorial dentro del país.

Un triunfo inesperado y una campaña estratégica

Rodrigo Paz, de 58 años, no era inicialmente considerado un favorito. Exalcalde de Tarija, actual senador y heredero político del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993), su figura se consolidó en la primera vuelta electoral del pasado agosto, donde sorprendió al imponerse con un 32 % de los votos, desplazando al MAS y al propio Quiroga.

Su ascenso se sustentó en una campaña dirigida al electorado desencantado con la izquierda, pero también en sectores indígenas y populares que históricamente apoyaban al MAS y que ahora apostaron por una opción alternativa.

Su propuesta, definida como un “capitalismo para todos”, resultó crucial para atraer a una nueva clase media indígena que emergió durante los años del masismo, integrada por comerciantes, transportistas, empresarios y profesionales aimaras y quechuas, que ahora demandan menos trabas burocráticas y mayor incentivo al emprendimiento.

Paz prometió desmontar lo que denominó “el Estado tranca”, ofreciendo una modernización institucional sin desmontar por completo el Estado social.

Frente a esta narrativa inclusiva y pragmática, el proyecto de Jorge Quiroga se mostró más ortodoxo en términos económicos: proponía abrir la economía al capital internacional, establecer vínculos con el Fondo Monetario Internacional y levantar subsidios, particularmente el de los combustibles.

Esta última medida, percibida como impopular y de alto costo social, pudo haber inclinado decisivamente la balanza electoral en su contra.

Amplio respaldo territorial y nuevo mapa político

Los resultados preliminares indican que Paz venció en seis de los nueve departamentos del país, consolidando una victoria de carácter nacional. Triunfó ampliamente en regiones clave como La Paz (65,6 %), Potosí (63 %) y Cochabamba (61 %), mientras que Quiroga logró imponerse únicamente en Santa Cruz, Beni y Pando, territorios históricamente vinculados a sectores conservadores y de economía orientada a la agroindustria y la exportación de soja.

Este patrón territorial sugiere que el discurso de Paz logró articular una nueva mayoría popular en el occidente andino, tradicional bastión del MAS, sin ceder del todo a los extremos del espectro político.

A diferencia de Quiroga, cuya propuesta se percibía más alineada con la derecha tradicional, Paz logró posicionarse como una opción de centro moderado, capaz de integrar sensibilidades sociales y modernizantes.

Reacciones internacionales y desafíos inmediatos

El cambio de gobierno ha generado reacciones en la región. El gobierno de Argentina fue uno de los primeros en felicitar al presidente electo a través de un comunicado emitido por la Cancillería, donde celebró “la expresión libre y soberana del pueblo boliviano” y expresó su confianza en que esta nueva etapa “contribuya al fortalecimiento de la convivencia democrática y al bienestar de todos los bolivianos”. Asimismo, reiteró su compromiso de mantener una relación bilateral “cercana y constructiva”.

En el plano interno, Paz enfrenta una serie de desafíos inmediatos: deberá gestionar una transición ordenada, formar un gabinete capaz de responder a la crisis económica que atraviesa el país —caracterizada por el estancamiento productivo, la inflación y la caída de ingresos por exportaciones de gas— y enfrentar un Congreso fragmentado donde su partido no cuenta con mayoría propia.

Además, será determinante cómo el nuevo presidente articule su relación con los movimientos sociales, sindicatos y organizaciones indígenas, muchos de los cuales fueron históricamente aliados del MAS, pero que hoy miran con expectativa y prudencia la nueva administración.

Una nueva era para Bolivia

La elección de Rodrigo Paz no solo implica un cambio de liderazgo, sino que marca el inicio de un nuevo ciclo político, que redefine las coordenadas ideológicas de Bolivia tras dos décadas de predominio del Estado como actor central en la economía y la sociedad.

El Palacio Quemado —sede simbólica del poder ejecutivo— recibe a un mandatario que combina experiencia política con un discurso de renovación, y que ha logrado construir una mayoría diversa y transversal.

De cara a su toma de posesión el próximo 8 de noviembre, el país y la región observan con atención los primeros pasos de un gobierno que, aunque moderado en su discurso, tiene el reto de redefinir las reglas de juego sin fracturar el delicado equilibrio social de Bolivia.

Rodrigo Paz Pereira, de político periférico a presidente de Bolivia, inicia su mandato con el respaldo de más de la mitad del electorado, pero también con la enorme responsabilidad de responder a las demandas de cambio sin sacrificar la estabilidad conquistada en las últimas dos décadas.

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