Gómez Mazara: «Acuerdos y arreglos de élites representan la vieja política»

Hato Mayor, 28 nov- Los partidos políticos del siglo 21 no pueden reproducir los vicios antidemocráticos que por años impidieron un ejercicio de participación real de los militantes, delegando en sus figuras dirigenciales la facultad de estructurar acuerdos de aposentos y acomodos sin la legitimidad indispensable en todo partido esencialmente plural, opinó el dirigente político Guido Gómez Mazara.

El dirigente perremeísta advirtió que las acciones que dieron razón de ser al PRM se fundamentaron en devolverle la raíz participativa de sus bases y dirección media, ignoradas por años y utilizadas en ejercicios de simulación caracterizados por negarles el derecho a disentir de sus cúpulas porque lo que se instauró en el viejo partido como hábito era la negación de toda una cultura de disensos y competencias, caracterizando los liderazgos.

El profesor universitario y abogado, quien habló luego de dictar la charla-conferencia “Gobierno, partido y sociedad”, en el municipio Sabana de la Mar, provincia Hato Mayor, señaló que un acto de madurez institucional lo representa la existencia de un Tribunal Superior Electoral (TSE), inicialmente orquestado en una lógica de repartos, pero los niveles de impugnación obligaron a reorientar su naturaleza que, desde siempre se pensó, en un ente capaz de limitar a su mínima expresión, e impedir la conculcación de derechos a su militancia.

Recordó el dirigente perremeísta que un análisis elemental para explicar el deterioro de los dos grandes partidos entre 1966- 1996 lo constituye el hecho de que tanto el PRSC y PRD, hicieron de los acuerdos de aposentos y pactos, la regla de sobrevivencia de su cuerpo dirigencial que se llenaba de ventajas y el resto de la organización quedaba excluida de toda clase de decisiones.

Finalmente, reconoció el sentido de compromiso de un PRM que sabe perfectamente lo dañino que han sido los acuerdos y la negación a las bases de participar en la elección, y pretender reproducirlo es volver a la vieja política, donde los aspirantes a puestos de dirección partidaria eran seleccionados mediante procedimientos pocos creíbles y sin apego a reglas verdaderamente democráticas.

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