Grave escasez de gasolina en Rusia por ataques ucranianos a refinerías

Moscú, 12 octubre (Agencias). – Rusia enfrenta una crisis energética de dimensiones históricas, marcada por una escasez crítica de gasolina que se extiende a más de veinte regiones del país.

El origen de esta crisis se encuentra en una ofensiva sistemática de Ucrania mediante el uso de drones kamikaze que, en los últimos meses, han golpeado reiteradamente las principales refinerías rusas.

Estas instalaciones, vitales para la producción y distribución de combustibles en el vasto territorio ruso, se han visto obligadas a interrumpir operaciones, algunas de forma temporal y otras indefinidamente, debido a los daños provocados.

Según un análisis de fuentes públicas citado por el medio alemán Deutsche Welle (DW), drones ucranianos han atacado al menos la mitad de las refinerías del país. Entre las instalaciones afectadas se encuentran las refinerías de Afipski, Ilski y Slaviansk, ubicadas en el territorio de Krasnodar, así como plantas en Volgogrado, Novokuibishev, Novoshajtinsk, Riazán, Samara, Saratov, Syzran y Ujtá.

Estas refinerías constituyen una parte crucial de la infraestructura energética rusa, y su inactividad ha dejado fuera de operación una parte significativa de la capacidad de refinación nacional.

Las autoridades rusas han optado por mantener en secreto los datos oficiales sobre la producción de combustible, lo que ha obligado a expertos y medios de comunicación internacionales a basarse en fuentes anónimas y análisis de inteligencia para evaluar la magnitud del daño.

Según informes publicados por Reuters y The Economist, se estima que hasta un 20 % de la capacidad de refinado de Rusia podría estar actualmente fuera de servicio. Esta cifra representa un golpe considerable para un país que depende tanto de sus exportaciones energéticas como del abastecimiento interno para sostener su economía y su aparato militar.

La crisis comenzó a evidenciarse a mediados del verano, incluso antes de que se produjeran los ataques más intensivos. La combinación de un aumento estacional en la demanda, mantenimientos programados y averías imprevistas en varias plantas ya había generado tensiones en el mercado interno.

A esto se sumó un incremento sustancial de las exportaciones por parte de las compañías petroleras, lo que redujo aún más el combustible disponible para consumo doméstico.

Humo en la refinería de Riazán tras ataques ucranianos en marzo de 2024.

Cuando los precios comenzaron a escalar hasta alcanzar niveles récord, el gobierno ruso respondió con una prohibición temporal de las exportaciones de gasolina y diésel, medida que tuvo un efecto inmediato pero limitado.

El cambio de estrategia por parte de las Fuerzas Armadas ucranianas ha sido identificado como un factor decisivo en el agravamiento de la crisis. A diferencia de los ataques registrados en 2024, cuando las refinerías eran golpeadas una sola vez y podían volver a operar tras reparaciones de corta duración, la nueva táctica consiste en bombardear repetidamente las mismas instalaciones, dificultando su recuperación.

Esta estrategia ha demostrado ser efectiva para debilitar el suministro interno de combustible en Rusia. Serguei Vakulenko, experto del Centro Carnegie Rusia Eurasia, con sede en Berlín, explicó a DW que esta nueva dinámica ha puesto a muchas refinerías en una situación crítica, afirmando que “en algunas de ellas ya nada funciona”.

El impacto económico no se ha hecho esperar. En lo que va del año, los precios del combustible en la bolsa rusa han subido más de un 40 %. Aunque el gobierno ha intentado mantener la estabilidad del mercado interno mediante el sistema de pagos de amortiguación —por el cual las petroleras venden gasolina a precios regulados y son compensadas por el Estado por cualquier pérdida—, los precios minoristas han aumentado un 8,36 % desde enero hasta finales de septiembre.

Para una economía acostumbrada a precios artificialmente bajos y a una abundante oferta de gasolina, estos incrementos, aunque moderados en comparación con los estándares internacionales, ya comienzan a generar alarma social.

Las consecuencias ya se hacen sentir a nivel nacional. En varias regiones, las gasolineras han comenzado a racionar la venta de combustible. Según reportes del medio KyivPost, las restricciones que comenzaron en Crimea y Cheliábinsk se han extendido a Tyumen y Sverdlovsk.

Smoke billows after an explosion caused by a Ukrainian drone attack on Rosneft’s Tuapse oil refinery, amid Russia’s attack on Ukraine, in Tuapse, Krasnodar region, Russia July 22, 2024 in this screen grab obtained from social media video. Video Obtained by Reuters/via REUTERS

Estaciones de servicio como N‑1 y TPK han limitado las ventas a 30 litros por cliente para gasolina AI‑92 y AI‑95. En Sverdlovsk, cadenas como Lukoil, Bashneft, Tamic Energy y Varta han aplicado restricciones similares e incluso han prohibido la venta de gasolina en bidones, en un intento por frenar el acaparamiento. Aunque las empresas insisten en que no hay una escasez estructural, los testimonios ciudadanos señalan lo contrario: muchas estaciones ya han agotado sus existencias y los precios se disparan localmente.

En estaciones de la red Tatneft, por ejemplo, el precio de la gasolina AI‑92 aumentó de 59,5 a 62,5 rublos por litro en apenas dos días, una variación significativa en el contexto ruso. A pesar de estos aumentos, los precios siguen siendo inferiores a los occidentales, pero representan una presión directa sobre el bolsillo de los consumidores y un desafío para la política energética del Kremlin.

La prolongación del embargo a las exportaciones, inicialmente fijado hasta finales de agosto y ahora extendido hasta diciembre de 2025, busca frenar la escalada de precios, pero su impacto estructural es limitado. Rusia ha comenzado a importar gasolina desde Bielorrusia, pero estos volúmenes son insuficientes para cubrir el déficit generado por el cierre de sus propias refinerías.

Además, las sanciones occidentales complican el acceso a equipos de reparación y tecnología necesaria para recuperar la operatividad de las plantas. El economista Vladislav Inozemtsev advierte que las refinerías podrían tardar meses en retomar sus funciones, debido a la imposibilidad de adquirir piezas clave y a la limitada capacidad de sustitución que ofrecen los proveedores chinos.

La crisis ha generado una serie de consecuencias en cadena. Las cadenas logísticas se ven afectadas por el cierre de refinerías, lo que complica el abastecimiento de gasolineras, especialmente las independientes, que no pueden competir con los grandes consorcios estatales en la bolsa de combustibles. Esta situación ha provocado que muchas de estas estaciones dejen de comprar gasolina, agravando la percepción de escasez y contribuyendo a una sensación de desabastecimiento generalizado.

En paralelo, los ataques ucranianos continúan. Recientemente, se reportó un incendio en la refinería de Tuapsé, en la región de Krasnodar, tras un nuevo ataque con drones.

El incidente dejó al menos dos personas heridas y generó pérdidas materiales importantes, confirmando que la ofensiva ucraniana sobre infraestructuras energéticas rusas sigue activa y efectiva.

Esto refuerza la preocupación de que, mientras persistan las hostilidades y no se logre un acuerdo que excluya estas infraestructuras de los objetivos militares, la crisis de combustible podría prolongarse indefinidamente.

La escasez de gasolina en Rusia se intensifica, y ya cuatro regiones han impuesto límites a la venta por cliente, mientras los precios suben y la infraestructura petrolera sigue dañada por ataques ucranianos, según informa KyivPost.com.

Ante esta situación, algunos analistas internacionales plantean la posibilidad de un acuerdo tácito entre Rusia y Ucrania para evitar ataques a instalaciones energéticas. Tal pacto, aunque informal, permitiría estabilizar mínimamente la red energética de ambos países, evitando mayores perjuicios a la población civil. No obstante, en el contexto actual de guerra y sanciones internacionales, cualquier entendimiento de este tipo parece aún lejano.

Rusia enfrenta, en suma, una situación crítica que va más allá de una mera escasez de gasolina. Se trata de un desafío estructural al corazón de su modelo energético, basado en la abundancia de recursos, la estabilidad de su infraestructura y el control estatal del mercado.

La crisis actual pone en tela de juicio esa estabilidad y revela las vulnerabilidades de un sistema que, ante el impacto de una guerra moderna y asimétrica, muestra señales de agotamiento.

En este contexto, la escasez de gasolina no es solo un problema económico: es un síntoma de una crisis más profunda que amenaza con tener consecuencias prolongadas tanto en el plano interno como en el escenario internacional.

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