Haití camino al precipicio y RD en capilla ardiente
Ramón Núñez Ramírez
Haití ha pasado de un estado fallido a un territorio sin autoridades, donde las bandas armadas matan y violan a civiles, asaltan comercios e imponen su brutalidad, a punto tal que embistieron el recinto penitenciario mas grande en Puerto Príncipe, con la fuga de mas de 3,500 presos y han logrado optar las comunicaciones, puertos y aeropuertos.
El ultimo pretexto de las bandas para incrementar la violencia era la renuncia del Primer Ministro de facto Ariel Henry; ya se produjo la renuncia y la formula de transición, con la participación de los países de CARICOM, obviamente bajo el liderazgo de los EEUU, será un Consejo de Estado formado por siete miembros.
El 3 de octubre el Consejo de Seguridad de la ONU emitió la resolución aprobando el envío de una misión pacificadora, encabezada por Kenya, país que se ofreció a liderarla con mil policías, a los cuales se sumaron algunos cientos de Bahamas, Barbados, Benín, Chad y Bangladés (resalta la ausencia de los ´países de América Latina); aparte del nudo judicial en Kenya hasta ahora la mentada Comunidad Internacional no había expresado la disposición a financiar con recursos adecuados la misión, hasta que el pasado lunes el Secretario de Estado de los EEUU Anthony Blinken en la reunión de Caricom en Jamaica ofreció US$300 millones.
EEUU y Francia son corresponsables del fracaso de Haití como nación, Francia obtuvo beneficios exorbitantes de la colonia mas rica del continente, exportando azúcar y otros productos con mano de obra esclava y cuando estos se levantaron en la epopeya mas extraordinaria de la época y obtuvieron su independencia, debieron pagar una indemnización durante décadas del orden de los US$21 mil millones a precios de 2004 para la metrópoli aceptarla y resarcirse de las perdidas.
Los Estados Unidos han estado presentes de forma negativa en Haití, desde la intervención militar entre 1915 y 1934, el apoyo a la dictadura Duvalierista de 29 años que convirtió esa nación en la más pobre del continente, hasta el derrocamiento dos veces de Jean Bertrand Aristide y el soporte a gobiernos corruptos que han enriquecido la cúpula empresarial, mientras el pueblo haitiano involucionaba a la pobreza extrema.
Una transición de facto con un Consejo de Estado, no va a resolver la situación de violencia ni va a recibir el necesario apoyo financiero y mucho menos conducir a comicios libres, mientras los US$300 millones aportados por EEUU son insuficientes para sostener la misión de enfrentar y destruir las bandas.
Un pueblo dividido, con una cúpula empresarial que no le duele el país, ausencia de un sociedad civil y bandas armadas, representan una coctel incapaz de sacar ese país de la miseria extrema y mucho menos crear las condiciones para el crecimiento económico.
Ese Haití sin esperanzas, salvo más pobreza y sangre, representa un peligro para la supervivencia de nuestro país, las posibilidades de desarrollo y destrucción de nuestra cultura, idiosincrasia y estabilidad, en la medida que esa inmigración disloque la demografía y se convierta en una minoría importante.
Estamos a tiempo como nación a unificarnos, sin el aprovechamiento politiquero del tema, concluir el muro físico y el tecnológico, una fuerza elite militar indemne a las coimas en la frontera, perseguir los traficantes, todo ello para minimizar el ingreso de indocumentados, y deportar todos los que estén en situación de ilegalidad y documentar biométricamente a la mano de obra mínima necesaria para ciertos sectores.