IA y el futuro de la humanidad
Francisco S. Cruz
Desde hace una década o más, el historiador israelí Yuval Noah Harari, con sus libros predictivos o apocalípticos, sobre cómo será el futuro o el mañana de la actual civilización -basado, primero, en lo que ha sido la historia de la humanidad y, segundo, en el avance de la ciencia y la tecnología- ha prefigurado un destino, y los pronósticos no son nada halagüeños, humanísticos y éticos que digamos, sino más bien de un mundo deshumanizado y donde ciencia y tecnología, ya no la política, las instituciones o las ideologías, marcarán los derroteros abriendo, de paso, nuevos e impredecibles paradigmas o desafíos insondables para el común de los ciudadanos (si es que cabría el término para entonces, pues, tal vez, hablemos de robots-”humano” al capricho y conveniencia de superdotados e híper-millonarios).
Ese diagnóstico o previsión de Harari , ya los estamos viviendo y observando; sin embargo, el que ha puesto en perspectiva ética-política el asunto ha sido el senador y ex candidato presidencial Bernard Sanders -que se podrá tener sus discrepancias con él-, pero no deja de tener pertinencia y sentido su llamado, cuestionamiento o análisis sobre lo que abre y encierra expandir y profundizar la IA sin una mirada o reparo al futuro de la humanidad y los fines últimos de esa carrera: la suplantación laboral del hombre y la manipulación de ciencia y la tecnología despojadas de altruismo en desmedro del diseño original del hombre; y peor, para beneficios de unos cuantos híper-millonarios.
Porque aquí podría plantearse, como ya lo ha hecho Sanders: ¿y qué será de los pobres que viven de un salario u oficios, si robots y algoritmos suplantan, cada vez más, a los seres humanos en la producción de bienes y servicios? ¿Qué civilización será esa a largo o mediano plazo? En fin, ¿quién regulará la robotización que amenaza con dejarnos en el ocio, el desempleo y la desaparición del diseño humano tal como hemos evolucionado históricamente? ¿No será el momento oportuno de repensar el asunto, desde una cumbre global multidisciplinaria y que rija como protocolo-salvaguarda de la actual civilización?
El dilema no es fácil de resolver, pues se necesita replantearnos una serie de valores ético-morales, y si queremos preservar la esencia de una civilización regida por las instituciones, la política, la ética pública, la socialización humana -porque no se descarta, al ritmo que vamos, un sindicato de robots- justamente cuando ya prácticamente destruimos aquellas voces-instrumentos de paros y huelgas (sindicatos) en aras de demandas salariales, salud, medioambiente y educación. Y otra cosa: ¿cómo terminará siendo la gobernanza, las libertades públicas, cuerpo de creencias y qué tipo de “familia” se formará a raíz de la “civilización” que se prefigura?
En fin, creemos que los políticos en vez de estar procurando hacer riquezas rápida, vía corrupción pública-privada o estarse debatiendo en ilusorias y obsoletas ideologías-nomenclaturas -derecha-izquierda-, deberían ponerse a estudiar y pensar si van a dejar que dos o tres híper-millonarios -carajos desalmados o visionarios corporativos- decidan la suerte, sin piedad, de la actual civilización o lo que queda de ella.
Bernard Sander -y no soy demócrata- ha puesto la voz de alerta, y se lo agradecemos; pero se necesita que los gobiernos, líderes en todos los ámbitos, las academias, los partidos, centro de pensamientos, librepensadores, psiquiatras, psicólogos, filósofos, sociólogos, historiadores, estadísticos y las instituciones hagan lo suyo o que, al menos, se asomen al abismo planteado, pues ciencia y tecnología si no es para bien de la humanidad, sin duda, será para destruirnos. O más gráfico, es como dejar a un niño jugar con fuego ….(¿verdaderamente, seremos tan irresponsables? Me niego a creerlo).
El Caribe

