Incertidumbre y desafíos de gestión de la guerra arancelaria
Juan Temístocles Montás
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra incertidumbre como falta de certidumbre; duda, perplejidad. Es sinónimo de falta de certeza, falta de confianza, falta de seguridad, falta de garantía, falta de claridad, duda, sospecha, etc.
En economía, la incertidumbre se refiere a “la dificultad para predecir o evaluar el futuro comportamiento de las variables económicas o de la actividad económica en su conjunto, lo que puede conducir a decisiones de consumo e inversión retrasadas o aplazadas”. Acontecimientos disruptivos o inesperados como la pandemia de COVID-19, las draconianas y unilaterales medidas arancelarias de Trump, etc., aumentan la incertidumbre, lo que dificulta la toma de decisiones con efectos directos en la marcha de la economía.
La guerra arancelaria ha marcado un cambio profundo en el comercio internacional, erosionando el multilateralismo y el libre comercio, base del orden económico global establecido tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Al imponer aranceles unilaterales a casi todos los países, incluidos China, la Unión Europea, México, Canadá, etc. el presidente Trump ha despertado una ola de proteccionismo que ha contribuido a un clima de creciente incertidumbre económica internacional.
En este nuevo contexto resulta difícil prever el futuro. Se aplazan decisiones sin las cuales la economía no avanza. Disminuye la confianza de los actores económico; aumenta la volatilidad de las variables económicas; se reduce la inversión; se pierde la estabilidad macroeconómica y se reduce el crecimiento económico.
La Reserva Federal de San Luis ha desarrollado un Índice de Incertidumbre de Política Económica que proporciona una visión cuantitativa de la percepción de incertidumbre en el entorno económico de Estados Unidos. Un aumento del índice significa mayor incertidumbre y es lo que se observa al cierre del primer trimestre de 2025. La incertidumbre en la economía estadounidense ha experimentado un notable aumento: pasó de un valor de 167.39, en enero de 2025, a 228.63 (en febrero), escalando hasta 296.92 en el mes de marzo.
Este aumento en la incertidumbre es el resultado, además de la imposición de aranceles, de una serie de políticas implementadas durante los primeros 100 días del segundo mandato del presidente Trump; entre las que cabe destacar los recortes significativos en el gasto federal y la cancelación de más de 275,000 empleados civiles despedidos, cifra que representa aproximadamente el 12% de la fuerza laboral civil federal. El resultado inmediato de todas esas medidas ha sido una caída del crecimiento económico de Estados Unidos a -0.3% en el primer trimestre.
En este contexto de incertidumbre, la Reserva Federal ha revisado a la baja su pronóstico de crecimiento del PIB de Estados Unidos para 2025, reduciéndolo del 2.1% al 1.7%, en parte debido a las tensiones comerciales y la incertidumbre política. De igual manera, el FMI proyecta ahora un crecimiento de la economía estadounidense de apenas 1.8%, una reducción de 0.8 puntos porcentuales con relación a la proyección anterior de crecimiento de 2.7%.
La política arancelaria de Trump no sólo ha alterado las relaciones económicas entre grandes potencias, sino que ha generado ondas expansivas que amenazan la estabilidad y el crecimiento de las economías en desarrollo. De prolongarse esta situación, se erosionarán aún más los cimientos de la estabilidad económica, lo que terminará afectando la producción, el consumo, la inversión, el comercio, el empleo y la cohesión social.
Para la República Dominicana, con una economía abierta y pequeña y fuertemente dependiente del comercio internacional, la inversión extranjera y la estabilidad del entorno global, el clima de incertidumbre generado por la política de Trump es especialmente perjudicial.
Gestionar las amenazas y riesgos que plantea la guerra arancelaria y reducir los impactos sobre el crecimiento en el largo plazo, son grandes desafíos que nuestro país tiene por delante. La República Dominicana tiene que plantearse seriamente un rediseño de su modelo económico hacia una mayor diversificación de los destinos de las exportaciones y de la canasta exportadora, reducir la dependencia de un solo mercado y fortalecer el mercado interno. Implica mejorar la competitividad del país, desarrollar políticas de innovación, buscar acuerdos comerciales con nuevos socios, y un rol más agresivo, inteligente y eficiente de la diplomacia económica.