Invasión de sargazo ahoga el turismo en Juan Dolio: negocios paralizados y autoridades ausentes

Juan Dolio, San Pedro de Macorís, 6 de septiembre – La idílica postal caribeña que caracteriza las playas de Juan Dolio se ha transformado en una escena de desolación y descontento.

El sargazo, esa densa macroalga marina que prolifera por efectos del calentamiento global, la acidificación oceánica y el exceso de nutrientes, ha invadido la costa con una intensidad sin precedentes, afectando profundamente la vida cotidiana, la economía local y la experiencia turística.

Desde hace varios días, la playa Oasis –una de las más visitadas del municipio Guayacanes– despierta cubierta por gruesas capas de sargazo que desprenden un olor nauseabundo y bloquean el acceso al mar. La alfombra marrón no solo impide el disfrute de los bañistas, sino que también ha arrastrado desechos plásticos y sólidos que empeoran el panorama.

La comunidad local comenzó a notar la acumulación desde el pasado lunes. Al principio parecía una aparición pasajera, pero la situación se agravó rápidamente. “Lo que era una pequeña mancha, ahora cubre toda la orilla”, narran los residentes. Encima de las algas, revolotean moscas e insectos que hacen aún más incómoda la estancia.

La zona más afectada es el extremo derecho de la playa, donde la acumulación es más densa y el mal olor se hace insoportable. En contraste, hacia el lado izquierdo, el mar ha sido más benévolo, y algunos espacios permanecen parcialmente despejados.

Es en este sector donde los vendedores ambulantes han intentado mantener con vida el turismo, guiando a los visitantes hacia las áreas más limpias.

Sin embargo, los esfuerzos resultan insuficientes. Muchos turistas, tras apenas unos minutos en el agua, deciden marcharse. “El hedor es fuerte y hay miedo a que el contacto con el sargazo cause irritaciones en la piel”, explican. La experiencia de un día de playa termina siendo una decepción.

Luis José Zorrilla, un comerciante que alquila mesas y vende platos a base de mariscos, describe el impacto con claridad: “De un 100 %, las ventas han bajado un 90 %. Siempre ha habido algo de sargazo, pero esto no tiene precedentes”.

En los restaurantes de la zona el panorama es similar. Rosa, empleada de un local cercano, afirma con preocupación: “Las mesas están vacías. Los turistas llegan, ven la condición de la playa y se van. Lo peor es que ninguna autoridad ha venido. Ni la alcaldía se ha acercado”.

Los vendedores coinciden en que el flujo turístico, que antes se concentraba de viernes a domingo, prácticamente ha desaparecido. Josefina, encargada de los baños públicos, expresa su desánimo: “Esto es un bajo insoportable. No se ha podido trabajar.

Casi nadie viene”. Por el uso de los baños se cobra RD$50, y para ducharse RD$25, pero con la disminución de visitantes, sus ingresos han caído estrepitosamente.

José Miguel García, conocido como “El Ronco”, asegura que el turismo ha desaparecido en cuestión de días. “Desde que esto comenzó, no llega nadie. Los pocos que vienen, se devuelven por el mal olor. Necesitamos que el ministro de Turismo, David Collado, venga y vea esto con sus propios ojos”, dijo. A su lado, otros vendedores como “El Mono” y “El Feo” asintieron con resignación.

El impacto no solo es económico, también emocional. Con temperaturas que alcanzan los 31 °C, los residentes y visitantes buscan alivio en la playa, pero se encuentran con un espectáculo decepcionante.

Giuseppe, un turista italiano residente en República Dominicana desde hace nueve años, expresó su frustración: “Venir al mar me ayuda a reflexionar, pero hoy es imposible disfrutarlo. Esta playa era una de mis favoritas, pero ahora parece abandonada”.

Un grupo de turistas extranjeros llegó entusiasmado al extremo menos afectado de la playa, pero su ánimo decayó rápidamente al ver el panorama. Aunque algunos vendedores insistieron en mostrarles zonas más limpias, la impresión fue irreversible.

El sargazo no es un fenómeno nuevo, pero sí creciente. Su proliferación está directamente vinculada al cambio climático, al aumento de la temperatura de los océanos y a la eutrofización causada por fertilizantes y aguas residuales. Estos factores estimulan su crecimiento y lo empujan desde el Atlántico hacia las costas del Caribe.

En República Dominicana, las playas de La Altagracia, Samaná, Barahona y, más recientemente, San Pedro de Macorís, han sido víctimas recurrentes de este fenómeno. Su presencia impacta negativamente no solo al turismo, sino también a la pesca, la biodiversidad marina y la economía de las comunidades costeras.

En el caso de Juan Dolio, la situación ha alcanzado niveles críticos. A diario, las imágenes de restaurantes vacíos, sombrillas sin clientes y vendedores con miradas cansadas ilustran la magnitud del problema. La sensación generalizada es de abandono.

“Nos sentimos solos. Dependemos del turismo para vivir, y ahora todo está paralizado”, concluye Rosa.

Frente a esta realidad, la comunidad espera una respuesta urgente. Los comerciantes hacen un llamado directo a las autoridades locales y al Ministerio de Turismo para que tomen cartas en el asunto.

Se necesita una intervención inmediata para limpiar la playa, instalar barreras de contención en el mar y establecer planes a largo plazo que mitiguen los efectos del sargazo en las costas dominicanas.

Mientras tanto, Juan Dolio continúa sumido en una mezcla de salitre, sol, y silencio. El murmullo del mar ya no trae alegría, sino un recordatorio de cuán frágil puede ser el equilibrio entre el hombre, el mar y la naturaleza.

Comentarios
Difundelo