Inversión en pausa: urgencias para mejorar el crecimiento en 2025
Juan Temístocles Montás
Al iniciar el año, el Gobierno proyectó un crecimiento de 4.5%; en su World Economic Outlook de octubre de 2024, el FMI manejaba esa misma cifra. Pero la realidad fue estrechando la perspectiva: en junio, el MEPyD bajó la proyección de crecimiento a 3.5% y, recientemente, el gobernador del Banco Central de República Dominicana adelantó un cierre “alrededor de 3%”. Queda claramente reflejado que la economía dominicana está funcionando en baja.
Los números lo confirman. El Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) muestra que el crecimiento acumulado enero-julio fue de 2.4% (vs 5.2% en el mismo período de 2024). Esto sugiere que para cerrar en 3.0%, el promedio de crecimiento en agosto-diciembre debería rondar el 3.8%. Significa que el país precisaría un tramo final claramente más dinámico en construcción, zonas francas y servicios, principalmente. La inflación sigue contenida y el sector externo —exportaciones de bienes, turismo, remesas, IED— aporta viento de cola. Entonces, ¿Qué está frenando la economía?
La respuesta está en el motor de la inversión. Por el lado público, la inversión en activos no financieros del gobierno central fue 1.8% del PIB en 2024 —baja, para estándares de una economía que aspira a crecer por encima de 4-5%. Por el lado total, la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) ronda 27% del PIB; de ahí se infiere que más del 90% de la inversión es privada (25.2% del PIB). Si la privada se enfría, el agregado cae: no hay Estado que compense a corto plazo semejante baja de peso.
Eso es precisamente lo que está ocurriendo. En el primer trimestre de 2025, la FBCF cayó 3.7% interanual. En el primer semestre, la lectura operativa apunta a una contracción cercana a 4%. Y un “termómetro” muy elocuente: las importaciones de bienes de capital —proxy de maquinaria y equipos— cayeron 7.1% interanual en enero-junio (de US$2,129.0 a US$1,978.1 millones). Con menos maquinaria y equipo entrando, menos obras iniciándose y un listado de proyectos más delgado, la inversión se enfría y, con ella, el crecimiento.
¿Por qué se enfría? Varias piezas encajan: 1) incertidumbre externa por la política arancelaria de Estados Unidos en 2025, que erosiona márgenes y retrasa decisiones de expansión en cadenas orientadas a ese mercado; 2) ejecución lenta del gasto de capital en la primera mitad del año: los anuncios ayudan, pero el impacto llega cuando la obra se ejecuta y se paga; 3) tasas reales aún exigentes para proyectos de construcción y compra de equipos: el costo financiero manda, y 4) volatilidad cambiaria reciente, que encarece importaciones de capital y vuelve más prudentes a las empresas.
Mientras tanto, el relato oficial intenta sostener expectativas. Es entendible: en economía, las expectativas importan. Pero no bastan. Sin inversión privada doméstica reactivada y gasto de capital público eficaz, el crecimiento seguirá “correcto pero frágil”.
¿Qué hacer (ya) para encender el motor? En primer lugar, destrabar inversión privada mediante medidas que generen confianza en el sector privado, como es mantener reglas claras; y en segundo lugar, poner en marcha una inversión pública que acelere proyectos con alto retorno social (agua y saneamiento, transmisión eléctrica, logística y puertos); para lo cual será necesario subir gradualmente dicha inversión. Además, en tercer lugar, mantener una política monetaria prudente, con liquidez dirigida a crédito productivo y vivienda de interés medio y; en cuarto lugar, usar de forma quirúrgica las intervenciones cambiarias para evitar picos que encarezcan equipos, sin comprometer la trayectoria de reservas
El mensaje de fondo de cara a cerrar el 2025 es el siguiente: con 2.4% acumulado a julio, 3.0% sigue siendo alcanzable, pero pide un tirón visible de la inversión en los meses que quedan. Si la FBCF deja de caer y la ejecución pública sube de revoluciones, el país puede cerrar cerca de 3%. No hay crisis, pero sí un techo autoimpuesto: sin inversión no hay milagro.
El verdadero debate no es si “todo va bien”, sino cómo hacer que vaya mejor. Y la llave está donde siempre ha estado: invertir más y mejor —con reglas claras, costos logísticos y energéticos a la baja— y un Estado que ejecuta (no solo anuncia) la obra que multiplica la inversión privada. Solo así 2025 evitará ser un año correcto… pero por debajo de nuestro potencial.