Justicia y salarios
Nassef Perdomo Cordero
A principio de semana fue noticia la anunciada huelga de miembros del Ministerio Público en reclamo de mejores condiciones laborales y salariales.
Aunque puede parecer extraño a muchos, por la delicada función que ejercen estos funcionarios, lo cierto es que el llamado fue un reflejo de un problema mayor que abarca a todo el sistema de justicia.
Esto incluye jueces, fiscales, defensores públicos, personal administrativo, personal de apoyo y policías.
Desde el punto de vista de los usuarios, los servicios relacionados con el sistema de justicia son lentos e inefectivos. Nos quejamos de las malas condiciones de las salas de audiencia, de la incomodidad de los palacios de justicia, de la lentitud de los procesos administrativos. Todo esto es cierto, pero no es la imagen completa.
Los principales afectados por esta falta de condiciones son los miembros del personal que nos atiende. No olvidemos que cada hora que pasamos en un salón de audiencia o esperando que termine un procedimiento, sólo es posible porque hay personal que trabaja para atender nuestras necesidades.
Debería resultarnos obvio que son los primeros y más profundamente afectados por las malas condiciones en que se desarrolla el servicio.
La labor que desempeñan los servidores del sistema de justicia es difícil, intensa, exigente y constante. Es un trabajo que requiere profesionalidad y vocación, cualidades que reúne la inmensa mayoría de sus miembros.
Pero la vocación no es un premio en sí misma, sino algo que debe ser recompensado. A todos los ciudadanos nos convendría que estos servidores tengan condiciones de trabajo y salariales competitivas con el sector privado, además de la estabilidad que esperamos del sistema mismo.
Después de todo, se cosecha lo que se siembra.
Ya en otras ocasiones he escrito sobre el terrible estado de algunos salones de audiencia en el país, incluso en tribunales con jerarquía de Cortes de Apelación.
Hoy quiero llamar la atención sobre lo que no vemos porque ocurre detrás de las ventanillas.
Y eso es, quizás, más importante, porque si la sala de máquinas de nuestra justicia tiene fallas graves, entonces no llegaremos a ningún puerto. Todavía más, ese personal que nos escucha y aguanta las quejas es merecedor de condiciones dignas de trabajo.
El Día