Kiev destruye la estatua que simbolizaba la unidad y la amistad con Rusia
Kiev, 29 abr (EFE).- De la estatua que conmemoraba la amistad entre los pueblos de Rusia y Ucrania en el centro de Kiev apenas quedan ya unos pedazos. Se alzó como alegoría a la unidad, pero el hueco que ha dejado es ahora el símbolo de la enemistad y de la guerra con el que cada día se toman fotografías cientos de ucranianos.
Fue el alcalde de Kiev, Vitali Klitschkó, quien dio la orden esta semana de desmantelar el monumento a la Amistad, levantado en 1982 para conmemorar la «reunificación» de los dos países en la Unión Soviética, de la que Ucrania fue república fundadora en 1922 junto con Transcaucasia, Bielorrusia y Rusia.
«Con Rusia todo se ha acabado. Este monumento fue construido para conmemorar la reunificación con Rusia. Deberíamos convertirlo en un monumento de la unificación de las tierras ucranianas. Quitarlo es absolutamente correcto», dijo esta semana el alcalde de la capital ucraniana, Vitali Klitschkó. Estuvo de acuerdo hasta el arquitecto del monumento, Serhiy Myrhorodsky.
La historia de Ucrania, tierra de fronteras, ha estado marcada por la dominación según qué momento y región por Polonia y Rusia, bajo cuya influencia llevan territorios como Jarkov desde el siglo XVI, mientras que otros como Leópolis permanecieron alejados de su influjo hasta el 1945.
LOS UCRANIANOS SE FOTOGRAFÍAN PARA RECORDAR UN «MOMENTO HISTÓRICO»
Pese a los lazos históricos con Moscú, no es fácil encontrar en Kiev a alguien que se oponga a tal derribo. Al contrario, hasta el lugar donde trabajan los operarios se acercan cada día centenares de personas que quieren inmortalizarse con lo que consideran el símbolo de la nueva etapa que comienza Ucrania.
Así lo creen al menos Sergei y Sergei, dos amigos tocayos miembros de la Defensa Territorial que acuden a retratarse porque, dice uno de ellos, quieren «formar parte de un momento histórico».
«Era un monumento innecesario aquí, era un símbolo del esclavismo. Los rusos siempre nos han dominado y han pensado que somos sus sirvientes, y eso se ha acabado para siempre», dice uno de los soldados.
El otro Sergei asiente y añade: «Los rusos están impidiendo a la gente de Ucrania que ejerza su libertad. Y nosotros queremos ser libres. En Rusia cien por cien garantizado que no te puedes hacer esta foto», dice señalando lo que queda del monumento.
NUEVOS NOMBRES PARA LAS CALLES «PRORRUSAS»
Ya solo se ven los pies de lo que fueron dos trabajadores que sostenían una estrella con las leyendas «Amistad entre los pueblos» y «URSS». Los restos de la estatua de 8 metros de altura se guardan en el museo militar de la ciudad.
Su retirada es solo una parte más de un proceso que está por venir: el cambio de unas 400 calles que remiten a su pasado soviético, y la eliminación de muchas otras esculturas que honran al pasado soviético. La dedicada a Lenin (alzada en 1939) ya se eliminó en 2013.
Lo cierto es que ya en 2018 grupos de ciudadanos pintaron en el arco bajo el que estaba la escultura una grieta negra irregular, llamada la «grieta de la amistad», que simbolizó el empeoramiento de las relaciones entre Rusia y Ucrania.
Mijáil tiene 67 años y se ha acercado a la plaza a ver cómo van los trabajos. Cree que el monumento tendría que haberse quitado mucho antes.
«La amistad entre los pueblos a la que se refería ese documento la destruyó Rusia en 2014. Así que son ellos los que derribaron la estatua, no nosotros», dice este señor de barba blanca que se agita mucho cuando habla de los rusos.
¿UNA ENEMISTAD ETERNA?
El año 2014 está grabado en la mente de los ucranianos como el momento en el que el conflicto estalló.
A la revolución del Maidán de 2013 y 2014 y la huida del presidente Víktor Yanukóvich le siguió la invasión rusa de Crimea, una península ahora anexionada por Vladímir Putin sin el reconocimiento de la comunidad internacional, en la que la mayoría de la población hablaba ruso y tenía fuerza el movimiento separatista.
No pertenecía a él, ni por asomo, Dima, un joven de 36 años natural de Shelkino, en Crimea, que atribuye a la «propaganda» la presencia de gente prorrusa en su región. Se acerca con su bicicleta a la plaza para ver el derribo del monumento. «Por supuesto que estoy de acuerdo», dice.
«Yo soy ucraniano, no ruso. Nunca, nunca, nunca apoyaré al Gobierno ruso. Creo que después de esto nunca más volveremos a ser amigos», asegura Dima, que ya ni siquiera vuelve de visita a casa porque también sus familiares se mudaron a Kiev tras la «ocupación».
También de Crimea es Katherine, una joven de unos 20 años natural de Feodosiya a quien nunca le gustó el monumento no solo por la relación con rusia, sino porque «era machista».
Ella vino a Kiev a estudiar en 2018. Toda su familia de Crimea es proucraniana, y su madre, que sigue en Feodosiya, quiere trasladarse también a la capital cuando acabe la guerra porque su deseo es no vivir bajo el amparo de la Federación Rusa.
LA «TRAICIÓN» DEL AMIGO RUSO
Bajo el arco de estética soviética trabaja con paciencia otro Sergei, un operario municipal que rompe poco a poco el bronce de la estatua. Se siente «orgulloso» de hacerlo, aunque hasta hace bien poco él era de los ucranianos que creía «de verdad» en la amistad con Rusia.
Es decir, Sergei era uno de tantos que no creía en el acercamiento a la Unión Europea y que defendía la colaboración con Rusia. El ruso es su lengua materna (como aproximadamente la del 30 por ciento del país) y se siente realmente decepcionado con esta guerra.
«Estoy triste. Pensaba que Ucrania tenía en Rusia un amigo y de repente he visto cómo los rusos matan a nuestra gente, vienen a nuestra casa a hacer una guerra y nos quieren quitar el territorio. Ya no hay amistad. Este monumento no lo necesitamos más», defiende.
«Esos yo creo que no se van a quitar; son nuestros héroes nacionales», sostiene el operario señalando la otra parte del monumento de estética también soviética.
En realidad las figuras recuerdan a la Rada de Pereyáslav, el tratado de paz por el cual el imperio ruso brindó protección a los kosakos de Ucrania a cambio de obtener su lealtad.
Sergei aún no lo sabe pero es posible que en un tiempo tenga que volver a retirar también esas figuras porque el alcalde anunció que las quitaría, aunque más adelante. De cumplirse el pronóstico, quedará el arco con la grieta… y el vacío.
Lourdes Velasco