La adicción fiscal de Estados Unidos y sus efectos sobre República Dominicana

Juan Temístocles Montás

Kenneth S. Rogoff —prestigioso economista estadounidense, profesor de Harvard y ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional— ha lanzado una advertencia que merece atención. En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs (septiembre/octubre 2025), titulado “America’s Coming Crash: Will Washington’s Debt Addiction Spark the Next Global Crisis?”, advierte que Estados Unidos podría estar sembrando las semillas de la próxima gran crisis financiera mundial.

Rogoff, coautor junto a Carmen Reinhart del célebre libro This Time Is Different: Eight Centuries of Financial Folly, sostiene que la economía estadounidense se ha vuelto “adicta a la deuda”, confiando en exceso en el crédito barato para financiar guerras, crisis sanitarias y déficits estructurales. Establece que, tras décadas de tasas de interés ultrabajas, Washington se acostumbró a vivir por encima de sus posibilidades fiscales, sin prever que el aumento de las tasas podría alterar radicalmente la ecuación.

Hoy, la deuda pública neta de Estados Unidos se acerca al 100 % del ingreso nacional, y los pagos de intereses crecen más rápido que cualquier otra partida del presupuesto federal (en 2025 el pago de los intereses de la deuda superó el gasto militar así como también al gasto en Medicare). Con el incremento del costo del dinero, el servicio de la deuda amenaza con devorar recursos esenciales, limitando la capacidad del gobierno para invertir en infraestructura, innovación o bienestar social. A la vez, la polarización política dificulta la adopción de una estrategia fiscal coherente.

En palabras de Rogoff: “Durante gran parte del último cuarto de siglo, el mundo ha observado con asombro la capacidad de Estados Unidos para endeudarse y salir del paso. Pero una crisis de deuda en ese país ya no parece descabell

Rogoff sostiene que una crisis de deuda en Estados Unidos no necesariamente tomaría la forma de un default formal, sino de una “crisis de confianza” que podría disparar los rendimientos de los bonos del Tesoro y desatar una ola de volatilidad global. También advierte que el país podría optar por una inflación deliberadamente alta para reducir el valor real de sus pasivos, lo que equivaldría a un “default blando” y pondría en riesgo la credibilidad del dólar como moneda de reserva internacional.

Una crisis fiscal o financiera en Estados Unidos tendría consecuencias directas sobre la economía mundial, y en particular sobre países estrechamente vinculados a su mercado, como la República Dominicana. Más del 50 % de nuestras exportaciones se dirigen a ese país, y una recesión o contracción del consumo norteamericano impactaría de inmediato las zonas francas, el turismo y las agroexportaciones. Además, un incremento global de las tasas de interés encarecería el financiamiento externo, aumentando el costo de la deuda pública dominicana.

Si el dólar se debilitara, el peso dominicano podría apreciarse artificialmente, afectando la competitividad exportadora; si, por el contrario, el dólar se fortaleciera, enfrentaríamos presiones inflacionarias por encarecimiento de importaciones. En ambos casos, la estabilidad cambiaria estaría bajo presión. También habría efectos en las remesas y el turismo: una caída del empleo estadounidense reduciría el ingreso de divisas por ambos conceptos.

Para la República Dominicana, la advertencia de Rogoff subraya la necesidad de mantener la prudencia fiscal, diversificar mercados y fortalecer la resiliencia frente a shocks externos. La historia enseña que las crisis financieras suelen gestarse en los centros de poder económico, pero sus ondas de choque alcanzan a las economías más pequeñas con mayor intensidad. Evitar la vulnerabilidad estructural y reducir la dependencia excesiva de un solo mercado son, más que nunca, imperativos de política económica.

Rogoff concluye que Estados Unidos aún tiene margen para evitar el colapso si asume un compromiso serio con la disciplina fiscal. Pero el tiempo se acorta, y el riesgo de una crisis de confianza se amplía. La historia —recuerda el autor— demuestra que “las crisis siempre parecen imposibles hasta que ocurren”.

Para países como el nuestro, conviene tomar nota de su advertencia: cuando Washington estornuda, el Caribe tiembla.

La prudencia fiscal, la diversificación de mercados y la reducción de la dependencia externa son las mejores defensas ante una tormenta que podría originarse en Washington, pero cuyas ondas de choque llegarían inevitablemente a estos lares. Es una alerta y una lección que conviene asimilar.

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