La carta de Kamala Harris
Flavio Darío Espinal
La selección que ha hecho la vicepresidenta Kamala Harris del gobernador de Minnesota Tim Walz como compañero de boleta en la competencia por la presidencia de Estados Unidos le ha dado un giro interesante e inesperado a la campaña electoral en ese país. Hace apenas dos o tres semanas, Walz era una figura completamente desconocida en el escenario nacional, pero logró una inusitada notoriedad en muy poco tiempo cuando salió de su mundo local a recorrer los estudios de televisión para promover la candidatura de Harris tan pronto ella recibió el apoyo del presidente Joe Biden para la candidatura presidencial del Partido Demócrata. Con una capacidad natural de comunicación, cargada de formas coloquiales de expresión muy efectivas, las intervenciones de Walz atrajeron la atención de la prensa y de la base demócrata, lo que lo colocó en un lugar visible para que Harris terminara seleccionándolo como compañero de boleta.
La primera reacción de los opositores del binomio Harris-Walz fue tratar de etiquetarlo como un liberal extremista desconectado del sentir de la mayoría del pueblo estadounidense. Tremendo error. Ciertamente, Walz ha asumido y promovido desde sus posiciones de poder políticas liberales, pero lo hace no desde la perspectiva de un liberalismo abstracto e individualista, sino desde el arraigo comunitario que ha caracterizado su trayecto de vida. Podría decirse que él es un liberal comunitario o un comunitarista liberal, una rara combinación que busca un punto medio entre, por un lado, un liberalismo que con frecuencia menosprecia las tradiciones y los lazos asociativos de las comunidades y, por el otro, un conservadurismo que, en nombre de los valores tradicionales, bloquea el avance de los derechos individuales.
En contraste con una Harris de San Francisco, California, lugar estigmatizado por los conservadores como el paraíso del liberalismo excesivo, Walz nació y se desarrolló en una pequeña comunidad rural de Nebraska donde pasaba sus veranos trabajando en la finca familiar, con un padre militar que combatió en la guerra de Corea, lo que lo motivó a ingresar, a los diez y siete años, a la Guardia Nacional donde pasó casi un cuarto de siglo. Tras terminar ese ciclo de su vida, pasó veinte años como maestro de escuela y coach de fútbol, algo típicamente americano, para luego mudarse a Minnesota donde eventualmente se postuló para representar una demarcación rural que en cien años sólo dos demócratas han podido ganar, lo que pone de manifiesto su capacidad de conectar con los «americanos ordinarios», aquellos que Donald Trump ha sabido movilizar explotando y manipulando hábilmente sus temores e inseguridades. Luego ganó la gobernación de ese Estado con un fuerte apoyo de los votantes republicanos.
El primer discurso de Walz en Filadelfia en su condición de candidato vicepresidencial es uno de los más efectivos que este articulista ha visto en mucho tiempo en la política estadounidense. En su presentación, él logró balancear las ideas liberales del Partido Demócrata, muchas de las cuales él ha puesto en práctica en su Estado, con las ideas propias de un discurso que tiene como referencia no tanto a los individuos de manera aislada, sino a las comunidades, a las personas en sus interacciones naturales en las familias, las escuelas, las iglesias, los campos deportivos. Por demás, Walz es un político que proyecta convicción, fortaleza, cercanía con la gente, lejos del elitismo que con frecuencia caracteriza a los políticos demócratas.
Desde luego, falta mucho tiempo en la campaña electoral para hacer afirmaciones categóricas sobre lo que habrá de pasar en las elecciones presidenciales. Ciertamente, los demócratas han logrado unificarse y entusiasmarse de una manera tal que recuerda la época de Barack Obama, lo que se ha expresado en las masivas concentraciones, en el entusiasmo de la gente en los eventos de campaña y en la recaudación de fondos a niveles verdaderamente sorprendentes.
Hasta ahora, Harris se ha manejado con aplomo, inteligencia y habilidad, lo que refleja también que detrás de ella están los grandes estrategas del Partido Demócrata, veteranos de las campañas de Obama y Biden. Sin embargo, llegará un momento, que será pronto, que Harris tendrá que enfrentarse a la prensa de manera directa y sin discursos preparados, lo que pondrá a prueba si ella está lista o si tiene lo que se necesita para ser presidenta de Estados Unidos. Walz será de gran ayuda, pero es ella, en último término, quien debe ganarse la confianza de la mayoría de los votantes.
En todo caso, lo que sí está claro es que Harris jugó una carta excelente en la selección de su compañero de boleta. Walz le da arraigo, sabor a «tierra adentro», sentido de gente que viene de abajo y logra sus metas con sacrificio, trabajo y modestia; le da gravitas a una candidatura presidencial que podía percibirse como ligera y distanciada de las necesidades cotidianas de los trabajadores y las clases medias. Como contrapartida, los republicanos tienen, por un lado, a Trump, quien está cada vez más errático, desarticulado e insultante, aunque tenga momentos de brillantez en sus salidas y respuestas, y, por el otro, a Vance, quien parece estar atrapado en obsesiones ideológicas que lo llevan al absurdo de proponer que se le reduzcan los derechos ciudadanos a las personas que no tienen hijos. Desde luego, hay temas como la inflación, la inseguridad y la migración que juegan a favor de la candidatura republicana, lo que plantea un serio reto a los demócratas de proponer políticas reales y convincentes para atacar esos problemas.
Este cuadro electoral es muy distinto al momento en que se produjo el intento de asesinato contra Trump cuando parecía que se le había despejado el camino para volver a la Casa Blanca, o al menos eso pensaron muchos que sobredimensionaron el efecto de algunas fotos de aquel estremecedor acontecimiento que Trump procuró capitalizar a su favor con ese sentido de lo histriónico y lo dramático que lo caracteriza. Sin embargo, una vez superado ese momento, los demócratas han adoptado decisiones inteligentes, comenzando con la renuncia de Biden a la candidatura presidencial, que le han permitido tomar la ofensiva y ponerse en condiciones de competir. Si llegan a ganar las elecciones seguro que el «factor Walz» será ponderado como un elemento fundamental de ese triunfo, no tanto por los votos que pudiera aportar, sino por el balance y la solidez que le dio a la candidatura demócrata encabezada por Harris. Desde luego, como dice el dicho, sólo el tiempo dirá.
En todo caso, lo que sí está claro es que Harris jugó una carta excelente en la selección de su compañero de boleta. Walz le da arraigo, sabor a «tierra adentro», sentido de gente que viene de abajo y logra sus metas con sacrificio, trabajo y modestia; le da gravitas a una candidatura presidencial que podía percibirse como ligera y distanciada de las necesidades cotidianas de los trabajadores y las clases medias.
Diario Libre