La CIA y el asesinato de Trujillo: Nuevas revelaciones de documentos desclasificados
Santo Domingo, 23 de marzo – Un documento recientemente desclasificado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) arroja nueva luz sobre el papel activo de esta agencia en la planificación y ejecución del asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo.
Además, el archivo revela el nombre de la joven con la que Trujillo tenía previsto reunirse en la hacienda Fundación la noche de su muerte.
El informe, ahora de acceso público, ofrece un relato detallado sobre el atentado del 30 de mayo de 1961, incluyendo el nivel de participación estadounidense en el complot que puso fin a uno de los regímenes más longevos y autoritarios de América Latina.
Según el documento, la CIA no solo estaba al tanto de la conspiración, sino que también facilitó armas y mantuvo comunicación constante con los líderes del complot.
La narrativa abarca desde las primeras reuniones entre diplomáticos estadounidenses y conspiradores dominicanos hasta el momento exacto del atentado, las consecuencias inmediatas del crimen y la rápida evacuación de los agentes estadounidenses involucrados.
El recorrido final de Trujillo

El informe describe cómo la noche del 30 de mayo de 1961, Trujillo salió de Ciudad Trujillo —como entonces se llamaba Santo Domingo— rumbo a San Cristóbal. A diferencia de sus acostumbrados desplazamientos con escolta, aquel día hizo el recorrido solo, a bordo de un Chevrolet Bel Air modelo 1957 y vestido con su habitual uniforme caqui. Lo acompañaba únicamente su chofer de confianza.
Este tipo de desplazamiento discreto era conocido por sus allegados y utilizado por Trujillo para realizar visitas personales sin atraer demasiada atención. Aquella noche se dirigía a una finca llamada “La Fundación”, donde lo esperaba su amante, una joven de 19 años llamada Idominia Sánchez, según detalla el documento.
Pero en el trayecto, en una autopista de cuatro carriles, su vehículo fue interceptado por tres automóviles que transportaban a ocho hombres armados. Estos eran los ejecutores del plan. Abrieron fuego contra el Chevrolet y acribillaron a Trujillo, quien murió en el acto.
Los atacantes retiraron su cuerpo del lugar, mientras que su chofer, gravemente herido, fue abandonado en la escena y dado por muerto. Sin embargo, logró sobrevivir.
El destino de los conspiradores
Los ejecutores lograron escapar inicialmente, pero dos de ellos murieron resistiendo el arresto, otros dos lograron eludir la búsqueda y el resto fue capturado, confesó su participación y fue ejecutado extrajudicialmente sin juicio previo.
El documento también menciona que otras ocho o nueve personas que sabían del plan, aunque no participaron directamente, murieron en circunstancias sospechosas mientras estaban bajo custodia o al resistirse a ser arrestadas.
En los archivos desclasificados, la CIA distingue entre “conspiradores” (quienes planearon el derrocamiento de Trujillo) y los “ejecutores” del atentado.
El papel de la CIA en el complot
Según el informe, el consulado de los Estados Unidos en República Dominicana mantuvo contacto directo con los conspiradores. La CIA proporcionó armas y apoyo estratégico, según información recogida en el archivo y otras fuentes citadas, como el periodista Norman Gall en un artículo publicado en el San Juan Star el 13 de abril de 1963.
Aunque el documento no detalla el armamento exacto utilizado la noche del atentado, se sabe que los conspiradores emplearon sus propias armas. Antonio Imbert Barrera, uno de los principales participantes, disparó el tiro de gracia contra Trujillo con una pistola calibre .45 que pertenecía a su hermano, Segundo Imbert Barrera.
Reuniones secretas y tráfico de armas
El informe también revela que las conversaciones entre los conspiradores y la CIA iniciaron a finales de 1960. En las reuniones participaron el cónsul Henry Dearborn, el jefe militar del consulado John Barfield y Luis Amiama Tió, uno de los cerebros del plan. Antonio Imbert Barrera, exgobernador de Puerto Plata, también formó parte del grupo y posteriormente sería declarado “Héroe Nacional”.
Uno de los agentes clave de la CIA en la operación, identificado bajo el seudónimo de “Plato Cox”, facilitó la llegada de armas al país. Estas eran importadas en pequeñas piezas para evitar sospechas y luego ensambladas por los conspiradores.
El transporte de las armas se realizaba a través de un supermercado propiedad del estadounidense Lorenzo “Wimpy” Berry, radicado en Ciudad Trujillo. Berry, dueño de un negocio en una zona acomodada, introducía el armamento oculto entre productos de abarrotes.
Tras el asesinato de Trujillo, Berry fue arrestado brevemente, pero se le permitió salir del país sin mayores consecuencias. Más adelante regresó a la capital y reabrió su supermercado, como si nada hubiese ocurrido.
La conexión con Bahía de Cochinos
Otro dato revelador es que el atentado contra Trujillo coincidió temporalmente con la preparación de la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba, organizada por la CIA y ejecutada en abril de 1961.
Tras el fracaso de la operación en Cuba, altos mandos de la CIA ordenaron posponer el atentado contra Trujillo para evitar un segundo escándalo internacional. Sin embargo, los conspiradores dominicanos decidieron seguir adelante.
Las armas ya estaban en sus manos y el momento era propicio. Según el documento, ni las súplicas del cónsul Dearborn ni las del oficial Barfield lograron disuadirlos.
El 30 de mayo, Trujillo salió sin escolta, como solía hacerlo en ocasiones para encontrarse con su amante. Era la oportunidad que los conspiradores esperaban.
La reacción estadounidense tras el magnicidio
Pocos días después del crimen, allegados al régimen trujillista ya conocían la implicación de Estados Unidos. La respuesta estadounidense fue inmediata: evacuaron del país al cónsul Dearborn, al militar Barfield y a Wimpy Berry para evitar un escándalo diplomático.
El informe también describe el ambiente posterior al magnicidio. Mientras en el país se desataba una brutal represión contra los involucrados en la conspiración, el supermercado de Wimpy Berry reabrió sus puertas en Ciudad Trujillo. Su dueño, que había sido clave en la operación, atendía personalmente a los clientes como si los eventos recientes no formaran parte de su historia personal.
Este contraste entre la aparente normalidad con la que Berry retomó su vida y la violencia desatada contra los conspiradores dominicanos evidencia la asimetría de las consecuencias tras el magnicidio.
Confirmación de un secreto a voces
Si bien la participación de la CIA en el complot contra Trujillo ha sido un tema discutido por décadas, la reciente desclasificación de documentos refuerza las sospechas y aporta detalles cruciales.
Estos archivos confirman que la agencia estadounidense jugó un papel fundamental en el asesinato del dictador, desde el suministro de armas hasta la protección de sus agentes tras el magnicidio.
A más de seis décadas del atentado que marcó el fin de la era trujillista, la verdad sobre la participación extranjera sigue saliendo a la luz, aportando nuevas piezas al complejo rompecabezas de la historia dominicana.