La coherencia en la comunicación política: Más que forma, es fondo

Por Rebeca Olivet

En tiempos de hiperconectividad, donde los mensajes vuelan más rápido que los hechos, la coherencia en la comunicación política se vuelve no solo deseable, sino indispensable. Y aunque suene a concepto de manual, lo cierto es que, en la práctica, muchas figuras públicas lo han olvidado. En especial, quienes están en posiciones de poder y ya miran de reojo el calendario electoral del 2028.

Desde el punto de vista estratégico, no se trata de criticar, sino de aportar a la conversación sobre el estado actual de la narrativa política dominicana.

 El 2024: El año de los corazones, las voces y… los TikToks

La campaña electoral de 2024 dejó aprendizajes importantes. El Partido Revolucionario Moderno (PRM) consolidó su hegemonía al lograr la reelección presidencial con más del 57% de los votos y retener la mayoría de los municipios del país. Más allá de los números, fue evidente el peso de una comunicación bien orquestada, centrada en la figura del presidente y en resultados tangibles.

Uno de los casos más emblemáticos fue la campaña de la alcaldesa Carolina Mejía, quien logró conectar emocionalmente con el electorado del Distrito Nacional, con una narrativa de cercanía, continuidad y amor por toda la ciudad.

Y claro, no podemos olvidar el respaldo quirúrgicamente medido que dio Abinader a sus candidatos, que funcionó como una transfusión de popularidad en momentos clave. No era magia, era estrategia.

Por otro lado, figuras como Omar Fernández, hoy senador del Distrito Nacional, demostraron que un relato fresco, bien estructurado y sin estridencias puede convertirse en una fuerza imparable. Su eslogan “El senador que queremos” pegó, su estética visual se cuidó al milímetro, y su crecimiento fue tan orgánico que parecía campaña de Apple: limpio, minimalista y efectivo.

Desde la oposición, la Fuerza del Pueblo mantuvo algunas cartas fuertes, aunque el PLD sigue sufriendo las secuelas de su división interna. Aun así, el ciclo 2024-2028 se proyecta como una etapa de recomposición política y reposicionamiento narrativo para todos los actores.

El riesgo de llegar antes de tiempo

Ahora bien, lo que llama la atención —y preocupa desde el plano estratégico— es la sobreexposición prematura. A dos años de las elecciones, muchos aspirantes se comportan como si estuviésemos a semanas del certamen electoral. Vemos a funcionarios dedicando más tiempo a la promoción de su figura y aspiraciones a través de sus redes sociales que a sus funciones, lanzando mensajes y contenidos que parecen más enfocados en la campaña que en la gestión.

Esto puede parecer una jugada audaz, pero con frecuencia termina siendo contraproducente. La ciudadanía percibe con claridad cuándo una figura se mueve por vocación y cuándo por ambición. En el arte político, el exceso de protagonismo suele generar ruido, no confianza.

Y es aquí donde entra una frase que usamos con frecuencia en los equipos de estrategia política, casi como un principio rector:

«Deja que sea la gente la que hable de ti. Que sean ellos quienes valoren tu trabajo, te reconozcan tus méritos y —si lo consideran genuino— te proclamen para lo que viene».

Cuando un líder necesita decir constantemente que está “listo”, es porque su gestión no ha hablado lo suficiente por él. En cambio, quienes trabajan con   consistencia   y   enfoque   suelen   ser   percibidos como naturales, necesarios y, lo más importante, creíbles.

Comunicación sí, pero con propósito

En la era digital, comunicar es inevitable. Pero comunicar bien es una decisión estratégica. La narrativa de un político no puede depender solo de videos bien producidos o frases inspiradoras. Debe anclarse en su historia, en su legado y en la verdad de sus acciones. En un entorno donde todo se mide —likes, shares, comentarios, menciones—, la coherencia ya no es un valor abstracto, sino una métrica de confianza.

Se trata de decir lo justo, en el momento correcto, con una narrativa alineada a los hechos. La sobreexposición no suma si no hay contenido sólido detrás.

Lo que viene: reputación y percepción

El ciclo político 2024-2028 será profundamente competitivo. Con el presidente Abinader descartando aparentemente una nueva postulación, se abre un abanico de posibilidades dentro del oficialismo. Muchos líderes están llamados a jugar un rol importante, pero deberán construir no solo ambiciones legítimas, sino también relatos coherentes con su trayectoria y visión.

Para la oposición, el desafío es aún mayor: articular liderazgos creíbles, narrativas renovadas y propuestas diferenciadas. Ya no basta con ser “la alternativa”. Hoy, el elector exige consistencia, resultados y propósito.

 Reflexión final (para quienes todavía no han puesto su cuenta en modo campaña)

Amigo político que sueña con el 2028: antes de grabar tu próximo video, saludando desde un barrio que quizás solo visitas una vez al año, pregúntate si tu narrativa es creíble, si tu gestión respalda tu discurso y si tus seguidores reales van más allá del algoritmo.

Porque al final, lo que cuenta no es el filtro que uses en Instagram, sino los resultados que puedas mostrar sin miedo a que te pregunten.

Así que, si estás pensando en lanzarte en 2028, no empieces con slogans vacíos ni con anuncios que nadie pidió. Empieza con resultados, con estrategias que respeten la inteligencia del electorado y con una comunicación que no huela a desesperación.

Recuerda: en política, como en la vida, el que mucho se anuncia…poco se vende.

En fin, la narrativa debe nacer de la gestión, no de la ansiedad

En la política moderna, la coherencia es el verdadero capital reputacional. No gana el que más habla, sino el que mejor sustenta lo que dice. En ese sentido, el próximo gran líder será aquel que entienda que la narrativa se construye en el terreno, no en los hashtags. Que la legitimidad no se impone, se percibe. Y que las mejores campañas comienzan mucho antes… con una gestión que hable por sí sola.

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