La confianza en el gobierno, un pilar en riesgo

Por Antonio Isa Conde

El pasado 7 de mayo, al escuchar y sentir profundamente la comparecencia de Víctor Bautista en el segmento Dos Minutos de Noticias SIN, en la que evocó el Leviatán de Thomas Hobbes para explicar el colapso del contrato social en la República Dominicana, me sentí interpelado. Su reflexión, clara y oportuna, sobre cómo el Estado está dejando de ser garante del bien común para convertirse en un obstáculo o una amenaza, me inspiró a escribir este artículo: La confianza en el gobierno, un pilar en riesgo. La idea de que el Leviatán contemporáneo ha perdido legitimidad me pareció una advertencia que no podemos seguir ignorando.”

La confianza pública en un gobierno es como un hilo que se tensa y se debilita con cada mentira, cada promesa incumplida y cada acto de ineficiencia. Hoy, ese hilo se encuentra más tenso que nunca. No solo por factores externos, sino por un desgaste interno propiciado, paradójicamente, por quienes deberían protegerlo.

En medio de una crisis de credibilidad cada vez más palpable, no faltan aquellos que, intencionada o inadvertidamente, le “ponen el agua a hervir” al propio gobierno. Es un fenómeno que se retroalimenta con la manipulación de la información, la incompetencia administrativa y el uso desmedido de propaganda para fabricar realidades paralelas.

Nada erosiona más la confianza que la mentira o la tergiversación constante. Funcionarios que ofrecen cifras infladas, diagnósticos falsamente optimistas y declaraciones ambiguas no hacen más que alimentar la frustración ciudadana. Cuando la verdad se sacrifica por conveniencia política, la percepción pública se vuelve implacable.

Otro aspecto alarmante es la gestión deficiente en áreas estratégicas. La burocracia y la incapacidad de responder a demandas esenciales con eficiencia terminan generando un desgaste inevitable. Y mientras tanto, aquellos que fallan en sus responsabilidades parecen más preocupados por proteger su imagen que por resolver problemas reales.

La propaganda gubernamental, en su justa medida, puede ser útil para informar y educar. Pero cuando se convierte en un recurso desmesurado para construir imágenes irreales, el efecto es devastador. La sobreexposición y la narrativa excesivamente positiva contrastan con la realidad que vive la población. Este desajuste es fácilmente percibido y genera un rechazo aún mayor.

Lo más preocupante de esta situación es que, mientras el gobierno insiste en construir una fachada que no se sostiene, ignora o desprecia recomendaciones valiosas que se le han hecho desde distintos sectores. Especialistas, técnicos e incluso políticos de buena fe han propuesto soluciones prácticas y realistas que, de ser consideradas, podrían mejorar significativamente la gestión gubernamental.

Estas propuestas, producto de análisis serios y bien fundamentados, han caído en saco roto. Revisar lo escrito por estas voces autorizadas a lo largo de los últimos años revela un tesoro de ideas desaprovechadas.

Incluso, en la pasada administración del PLD, pese a sus numerosos errores, se formularon proyectos y se diseñaron políticas públicas que hoy han quedado abandonadas. La continuidad del Estado es fundamental para que el país avance, pero cuando se ignoran iniciativas útiles simplemente por provenir de un gobierno anterior, se pierde mucho más que tiempo: se pierde progreso.

La desconfianza en lo público ha sido tradicional en la República Dominicana y ha hecho mucho daño a nuestro propio progreso. Esa desconfianza crónica, que se agrava con la ineficiencia, la corrupción y la falta de transparencia, debe empezar a frenarse. Pero esa tarea no corresponde únicamente a los políticos; es también una responsabilidad de la sociedad en su conjunto.

La ciudadanía debe luchar por un país donde se combata la mentira, se exija transparencia y se rescate la confianza en las instituciones públicas. Esa es la vía que hará posible construir un país mejor para todos.

Si el gobierno quiere recuperar la confianza perdida, debe partir de un principio esencial: la transparencia. No basta con maquillar errores o inflar logros; es necesario un cambio genuino en la comunicación, un compromiso real con la verdad y una administración más competente y enfocada en resultados concretos.

La apertura al diálogo y la disposición a aprovechar las mejores propuestas, independientemente de su origen, deberían ser pilares de cualquier gobierno que se precie de querer progresar. No se trata solo de prometer; se trata de escuchar, corregir y hacer de la continuidad del Estado una herramienta para el desarrollo, no un obstáculo.

Acento

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