La Cumbre Iberoamericana
Miguel Reyes Sánchez
Él tenía claro que se trataba de su último viaje al Viejo Continente. Hacía décadas que no iba a España. Estaba entusiasmado y hasta rejuvenecido.
La ocasión era la II Cumbre Iberoamericana, celebrada el 23 y 24 de julio de 1992, en Madrid, con la presencia de la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno de la región, salvo los de Venezuela, Perú, Portugal y Colombia.
Viajar en un vuelo comercial por más de ocho horas era un enorme sacrificio para un hombre con sus limitaciones visuales y de locomoción. Pero, a pesar del esfuerzo requerido, deseaba participar en aquel cónclave.
Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Barajas, el piloto colocó una pequeña bandera dominicana en su ventana, para indicar que en ese avión se encontraba el presidente de la República Dominicana.
Al pie de la aeronave lo recibieron el embajador dominicano Rafael Gautreau y las autoridades españolas. Lo acompañaba una minúscula comisión integrada por Rafael Bello Andino, secretario de la Presidencia, por el general Luis M. Pérez Bello y por Aníbal Páez.
La agenda era intensa, pero confirmó su asistencia a todos los eventos pautados, que se celebrarían en el antiguo edificio del Senado.
Al llegar al hotel, lo esperaba el pintoresco canciller dominicano, quien se le acercó y le dio la bienvenida. La respuesta de Balaguer fue: “¿Y qué hace usted aquí?” El funcionario casi desfalleció y le dijo: “Es que aquí están todos los cancilleres acompañando a sus presidentes”. Balaguer le respondió, sonrojado: “¡Usted no está acreditado, retírese!”. Y, dándole la espalda, continuó hacia su habitación.
Era cierto lo que decía el canciller. Todos sus homólogos, que estaban presentes, debían ocupar, junto a otro ministro, sendos asientos colocados detrás del jefe de Estado correspondiente. Pero, en razón de la situación especial del presidente Balaguer, dichos asientos fueron dispuestos para Bello Andino y el general Pérez Bello.
Un detalle especial fue la deferencia del comandante Fidel Castro por el presidente Balaguer. Llegaba a las actividades sin saludar a nadie e iba directo adonde el presidente Balaguer, quien se reía mucho con sus ocurrencias. En la cena de gala quedaron separados por Rodrigo Borja, presidente de Ecuador. Fidel constantemente le dirigía la palabra a Balaguer por encima del mandatario ecuatoriano, al cual ignoraba.
Otra situación se presentó cuando se tomó la foto de los jefes de Estado, ya que debía permanecer solo con el grupo. El presidente de Argentina, Carlos Saúl Ménem tuvo el gesto de quedarse con él y ofrecerle el apoyo de su brazo izquierdo. Ambos desarrollaron una estrecha amistad.
Minutos antes de su discurso le sorprendió un agudo dolor en la pierna derecha debido a una flebitis. Aquel hombre sudaba y se doblaba por la intensidad de este. En esas condiciones se mantuvo de pies por 24 minutos, pronunciando el discurso más aplaudido de la Cumbre.
Listín Diario