La dependencia de México en el gas natural de EE. UU. es su talón de Aquiles ante Trump

Por Simon Romero

The New York Times

Simón Romero ha cubierto la política energética de América Latina, en asignaciones en Venezuela y Brasil. Reportó este artículo desde Ciudad de México.

Cientos de miles de empleos perdidos. Pobreza masiva. Fábricas, granjas e industrias enteras ociosas y sufriendo.

Estas son algunas de las preocupaciones más comunes en México si se llega a producir una guerra comercial total con el presidente Donald Trump.

Pero, en el caso de un enfrentamiento económico con Estados Unidos, hay otro temor menos conocido: apagones, grandes ciudades repentinamente paralizadas y una población iracunda ante la orden de racionar la electricidad.

Uno de los mayores talones de Aquiles de México al momento de lidiar con el gobierno de Trump es la energía: su abrumadora dependencia del gas natural de Estados Unidos.

“Una interrupción del flujo de gas a México sería más que caótica”, dijo W. Schreiner Parker, director gerente para América Latina de Rystad Energy, una empresa de investigación y análisis de inteligencia energética.

“En realidad es una de las razones tácitas por las que Sheinbaum ha sido tan complaciente con Trump”, afirmó Parker refiriéndose a Claudia Sheinbaum, la presidenta de México.

Para México, una interrupción en los envíos de este combustible, incluso durante un breve periodo, podría ocasionar mayores estragos económicos que los aranceles, según advierten los expertos en el sector energético. Esto se debe a que el gas natural ha eclipsado al petróleo como la mayor fuente de combustible del país, y se utiliza para producir el 60 por ciento de la electricidad de México.

En México, los temores giran en torno a la posibilidad de que Trump pueda usar las exportaciones de gas natural como un arma para aumentar la presión sobre el gobierno de Sheinbaum, de la misma manera que Rusia tomó la decisión de cortarle el suministro de gas a Europa en 2022.

Aún no hay indicios de que Trump haya intentado utilizar las exportaciones de gas como una medida de presión adicional. Pero aunque las autoridades mexicanas suelen abstenerse de llamar la atención sobre el asunto, algunos funcionarios han presentado las importaciones de combustible como una vulnerabilidad evidente.

Juan Roberto Lozano, director del Centro Nacional de Control de Energía de México, reconoció esta dependencia en una entrevista concedida en febrero a la publicación especializada Natural Gas Intelligence, calificándola como el “elefante en la habitación” de la política energética mexicana.

“El gobierno de Trump es totalmente consciente de esta dependencia excesiva”, dijo, y agregó: “Es completamente plausible que la energía pueda convertirse en un punto de contención entre México y Estados Unidos”.

Lozano y otros funcionarios gubernamentales de alto rango en el sector energético mexicano no respondieron a las solicitudes de comentarios.

Las medidas de Trump para ejercer un mayor control sobre los flujos transfronterizos de recursos naturales están impulsando la preocupación. En marzo, Estados Unidos dijo que denegaría —por primera vez— la petición de México (fuera de los términos de un tratado) de que se entregue agua del río Colorado a Tijuana, una ciudad que sufre escasez de agua.

Luego, Trump acusó a México de “robar” el agua de los agricultores de Texas, y amenazó con imponer aranceles y sanciones adicionales debido a la disputa.

Sheinbaum ya está tratando de reducir la dependencia de México del gas natural estadounidense. Este mes dijo que el país comenzará a trabajar para aumentar la producción nacional de 3834 millones de pies cúbicos diarios a 5 millones en 2030, como una manera de mitigar el efecto del proteccionismo comercial de Trump.

México utiliza en gran medida este combustible para producir electricidad y abastecer las fábricas de su base industrial de bajo costo, el corazón de su economía de exportación. A pesar del objetivo de Sheinbaum de lograr la soberanía energética, México importa más del 70 por ciento del gas natural que consume a través de una red de gasoductos que se extienden desde Texas hasta el interior del país.

Durante años, la dependencia del país del gas estadounidense pareció tener sentido. El auge del fracking en Texas y Nuevo México producía enormes volúmenes de gas natural, y México podía importar el combustible a bajo precio. El predecesor de Sheinbaum apostó mucho por los combustibles fósiles, especialmente por las importaciones de gas natural, al tiempo que ridiculizaba los proyectos de energías limpias.

Pero el regreso de Trump al poder está haciendo que muchos en México se replanteen este arreglo, especialmente a medida que Trump plantea reivindicaciones sobre el territorio de otros países de América como Canadá y Panamá.

“Se trata de un asunto de seguridad nacional”, dijo Raúl Puente, jefe de la unidad de almacenamiento subterráneo de hidrocarburos de Cydsa, una empresa mexicana que ha estado instando a las autoridades a impulsar el almacenamiento de emergencia de gas natural en cavernas de sal en caso de que se interrumpa el suministro.

Mientras las tensiones se incrementan poco a poco a causa de la consideración del gobierno de Trump de realizar ataques militares unilaterales contra los cárteles dentro de México, Alfredo Campos Villeda, director del periódico Milenio de la Ciudad de México, se refirió a lo que podría suceder si México se alzara en defensa de su soberanía.

“¿Cuánto puede resistir México si Estados Unidos le cierra la llave de gas, gasolina y electricidad?”, preguntó Campos Villeda. “¿Veinticuatro horas?”.

En 2021, la tormenta invernal Uri ofreció un anticipo de cómo podría desarrollarse una crisis de suministro en México. El tiempo inusualmente frío puso a prueba la red energética de Texas, y el gobernador Greg Abbott ordenó a los productores de gas detener temporalmente los envíos fuera del estado.

Durante unos días, en el punto álgido de la crisis, los flujos de gas a México cayeron en torno al 90 por ciento, lo que provocó interrupciones del suministro eléctrico que afectaron a más de cinco millones de hogares en 26 estados mexicanos.

A México no le faltan opciones. Algunas centrales eléctricas podrían utilizar combustóleo o diésel para producir electricidad. Sin embargo, estos esfuerzos no compensarían la repentina escasez de gas natural.

México también contrasta con Europa, que pudo movilizar rápidamente miles de millones de dólares para alejarse del gas ruso. Europa ha experimentado un auge, sobre todo en Alemania, en la construcción de terminales para recibir gas natural licuado, en gran parte procedente de Estados Unidos.

El gobierno de México tendría que encontrar otros proveedores dispuestos a venderle gas natural ante la presión estadounidense, construir o adaptar múltiples terminales capaces de recibirlo por barco y gasoductos para transportar el combustible a las grandes ciudades. O México tendría que desarrollar casi desde cero su propia industria para explotar las reservas de gas no convencional.

En cualquier caso, los estrategas del sector energético advierten que esos esfuerzos podrían durar años y requerir cantidades colosales en recursos de inversión que el país no tiene.

“No hay otras opciones para México”, dijo Ira Joseph, miembro global del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. “No tienen oleoductos hacia ningún otro país”.

A pesar de estos temores, se prevé que aumente la dependencia mexicana del gas natural estadounidense en los próximos meses, con la construcción de nuevas centrales eléctricas de gas. Un nuevo gasoducto, que se extenderá cientos de kilómetros desde Texas hasta la península de Yucatán, en el sureste de México, comenzará a suministrar gas a mediados de 2025.

“Nuestros políticos hablan de soberanía energética”, dijo Puente, el ejecutivo empresarial que intenta que México amplíe el almacenamiento del combustible. “Pero en el caso del gas natural, estamos muy muy muy lejos de ser autosuficientes”.

The New York Times

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