La deuda, los ingresos y el desafío de una senda fiscal creíble
Juan Temístocles Montás
La revista The Economist del 18 de octubre pasado, bajo el título “The Coming Debt Emergency” (La inminente emergencia de la deuda), advierte sobre la creciente amenaza de crisis fiscales en las economías avanzadas. Gobiernos con deudas muy elevadas —en su mayoría por encima del 100% del PIB— enfrentan el riesgo de llegar a un punto de quiebre fiscal. El trabajo complementario, titulado “Governments Going Broke”, desarrolla cómo, en muchos países ricos, los déficits persistentes, el envejecimiento poblacional y las demandas crecientes sobre el gasto social están erosionando el margen de maniobra de los gobiernos y llevando a una nueva era de vulnerabilidad fiscal estructural.
Tradicionalmente, el peso de la deuda de un país se mide en función del tamaño total de su economía (relación deuda/PIB). Sin embargo, esta medida no refleja cuánto ingresa el Estado ni su capacidad efectiva de pago: el Estado no paga su deuda con el PIB, sino con los ingresos fiscales que recauda. Un país puede tener un PIB grande, pero si su Estado recauda poco, su capacidad real de pagar deuda es limitada.
Por eso, es más útil analizar la relación deuda/ingresos públicos, que mide cuántas veces los ingresos anuales del Estado equivalen al total de la deuda. Este indicador refleja directamente la solvencia fiscal del país.
En nuestro país, la deuda del sector público no financiero (SPNF) representó en agosto de 2025 el 46.9% del PIB. Sin embargo, los ingresos públicos apenas alcanzan alrededor del 15% del PIB. Significa que la relación deuda/ingresos asciende a 3.1 veces.
Por contraste, Francia, que vive una situación fiscal delicada, tiene una deuda equivalente al 116% del PIB, pero recauda cerca del 52% del PIB, para una relación deuda/ingresos de 2.2 veces. Aunque Francia tiene una deuda/PIB mucho más alta, su capacidad de pago es más sólida porque su Estado recauda más de tres veces lo que recauda la República Dominicana en proporción a su PIB.
Entre economías con estructuras fiscales muy diferentes, la ratio deuda/PIB puede resultar engañosamente tranquilizadora. Los países nórdicos, por ejemplo, mantienen deudas equivalentes al 80–90% del PIB, pero sus ingresos rondan entre 45 y 50 %, lo que les otorga amplio espacio fiscal. En cambio, los países de América Latina, con deudas más moderadas (~50% del PIB), los ingresos promedian apenas 21% del PIB. En términos de esfuerzo fiscal, el segundo grupo —incluido nuestro país— está más apalancado, aunque su deuda/PIB sea menor.
Otro indicador clave es la relación intereses/ingresos públicos, que mide cuánto del presupuesto se destina a pagar intereses de la deuda. En el caso dominicano, esta relación supera actualmente el 24% (intereses equivalentes al 3.7% del PIB e ingresos del 15% del PIB). En contraste, economías altamente endeudadas como Estados Unidos, Francia, Italia, el Reino Unido o España, con deudas que superan el 100% del PIB, exhiben relaciones de intereses sobre ingresos más manejables: la más alta es la de Estados Unidos, con aproximadamente 13.8 %.
Tanto la relación deuda/ingresos como la relación intereses/ingresos son indicadores directos de la sostenibilidad presupuestaria, mientras que la deuda/PIB mide más bien la sostenibilidad macroeconómica general. En países con baja capacidad recaudatoria, como el nuestro, los primeros dos indicadores son más relevantes para anticipar vulnerabilidades y dimensionar el esfuerzo fiscal necesario para mantener la estabilidad.
Las agencias calificadoras de riesgo (Moody’s, S&P, Fitch) y el FMI suelen usar estos ratios en sus “stress tests fiscales”. De acuerdo con sus parámetros, una relación deuda/ingresos superior a 3 o intereses/ingresos superiores al 15 % son señales de alerta. Indican que una parte sustancial del presupuesto está comprometida al pago de deuda.
El patrón que muestra nuestro país implica que, ante un aumento de las tasas de interés o una desaceleración económica, la sostenibilidad fiscal podría verse comprometida. No se trata de un problema de deuda excesiva respecto al PIB, sino de una estructura de ingresos demasiado estrecha para sostenerla.
¿Qué debemos hacer? Procurar, entre 2026–2031, reducir la relación deuda/ingresos de 3.1 a 2.3 veces; bajar la relación intereses/ingresos de 24% a 12%; y mantener un superávit primario entre 1.5 % y 2.0 % del PIB.
Lograr lo anterior marcaría una senda creíble de consolidación fiscal.

