La deuda silenciosa del Banco Central
Haivanjoe Ng Cortiñas
En el debate fiscal dominicano, el foco suele centrarse en la deuda del Gobierno Central. Sin embargo, existe una obligación financiera silenciosa, menos debatida, pero de impacto macroeconómico real: la deuda cuasi fiscal del Banco Central. Esta deuda, generada por las operaciones de política monetaria, representa un compromiso significativo del Estado, que influye sobre las tasas de interés, el crédito, el gasto público y, en última instancia, la estabilidad económica del país.
La deuda cuasi fiscal está compuesta por los instrumentos emitidos por el Banco Central como son los certificados, notas o bonos, que tienen el fin principal absorber el exceso de liquidez del sistema financiero para controlar la inflación y estabilizar la tasa de cambio. Este proceso técnicamente se denomina esterilización monetaria. Como herramienta de política monetaria, su acumulación genera costos financieros cuantiosos que el propio Banco Central debe cubrir pagando intereses, lo que le provoca pérdidas operativas de manera sistemática.
El saldo de la deuda del Banco Central ha mostrado una trayectoria creciente, con reducciones puntuales o desaceleraciones ocasionales, tanto en términos absolutos como respecto al PIB. Desde enero del 1996, los valores en circulación -deuda del Banco Central-, apenas ascendía a RD$ 1,994.6 millones, equivalente a un 0.85 % del PIB, manteniéndose en menos de un 1.0 % del PIB hasta el 2001; sin embargo, esta ha mostrado una tendencia ascendente preocupante, cuando a partir de abril de 2003 dio un salto significativo, situándose en RD$ 29,431.5 millones, para un 6.16 % del PIB y en diciembre de ese mismo año subió a RD$ 59,522.9 millones, que representa un 9.5 % del PIB.
Al año siguiente, para diciembre de 2004 la deuda del Banco Central se elevó a RD$ 101,966.3 millones, siendo su participación dentro del PIB de un 10.9 %. Cuatro años después, a diciembre de 2008, la deuda de la entidad monetaria se colocó en RD$ 183,733.4 millones y su equivalencia en términos del PIB fue de un 11.0 %, de manera que, aunque los valores en circulación nominales crecieron, la economía lo hizo más, permitiendo que la participación fuera similar a 4 años antes. Para el cierre del año 2012, la referida deuda se situó en RD$ 253,092.8 millones y del PIB un 10.6 %, mostrando un crecimiento en el saldo nominal y una ligera reducción en términos relativos.
Para el año 2016, la deuda del Banco Central se elevó a RD$ 425,806.3 millones, con una equivalencia del PIB de un 12.2 %, mientras que hacia el año 2020 ascendió a RD$ 683,539.4 millones, representado en un 15.4 %, la mayor en términos de presión de la deuda cuasi fiscal.
El pico más alto de la esterilización monetaria a nivel nominal, se registró en marzo de 2024 en RD$1.054 billones y a nivel de la participación del PIB de un 14.2 %, inferior respecto al 2020 en 1.2 puntos porcentuales. Más recientemente, al 16 de julio, la deuda se redujo a RD$ 864,882.6 millones, que representa un 10.8 % del PIB.
El curso de los valores en circulación del Banco Central es una fiel demostración de la política monetaria que ha seguido, destacándose una flexibilización durante el 2025, con una posición de tipo expansiva -monetizando a la economía con el descenso de los referidos valores en circulación y complementada con la liberalización de RD$ 81 mil millones de encaje legal en junio del año en curso.
La deuda del Banco Central, aunque en la actualidad se ha reducido en términos del PIB, a nivel nominal ha manifestado un crecimiento importante, que ha hecho que sea un componente relevante de la deuda consolidada, al pasar de US$ 1,703.1 millones en el 2003 a US$ 14,260.2 millones a mediados de julio de 2025 y de 0.85 % del PIB a un 10.8 %, también del PIB, para igual periodo.
El financiamiento de esta deuda requiere pagos de intereses, a junio del 2025 la tasa promedio nominal fue de un 9.70 % y la real de un 6.14 % y la tasa monetaria nominal de un 5.75 % y la real de un 2.19 %, que al compararse con la tasa de interés real de la deuda del Banco Central, se sitúa en 3.95 puntos porcentuales menos que la del financiamiento de la entidad monetaria, significando que está transfiriendo beneficios a los tenedores de esa deuda, a un costo que no se refleja en su tasa de referencia, esa desalineación es una manifestación de la poca eficiencia o nulo efecto transmisión, alimentando al propio déficit fiscal .
Como resultado del desajuste entre las tasas de interés real, entidades tenedoras de la deuda cuasi fiscal, como los bancos múltiples (34.2 %) y las administradoras de los fondos de pensiones (30.7 %) y el público en general (24.0 %), representando el 88.9 % del total de los valores en circulación de la entidad monetaria, son los mayores beneficiados, convirtiendo al Banco Central en el pagador silencioso.
El pago de intereses se mueve en forma ascendente, para que tengamos una idea de la magnitud de la carga financiera de la deuda del Banco Central, entre el 2008 hasta marzo de 2025 el monto total pagado a los tenedores de la deuda es de RD$ 295,725 millones, lo que induce a realizar nuevas emisiones de deuda que esterilizan a la economía.
Por el lado de la transferencia que el gobierno le ha realizado al Banco Central, basado en la ley de recapitalización, asciende a RD$ 351,268 millones, de considerarse por el método del devengado, el monto seria mayor.
El alto volumen de deuda cuasi fiscal obliga al Banco Central a mantener tasas de interés elevadas para evitar una fuga desde sus instrumentos hacia otros activos, -aunque también la ha utilizado para anclar las expectativas de inflación en torno a la meta-, afectando negativamente la inversión privada, el consumo financiado, la eficacia del efecto traspaso de la tasa de política monetaria y el dinamismo del crédito bancario. Esta restricción puede limitar la eficacia de la política monetaria como herramienta anticíclica y compromete su independencia operativa.
El crecimiento del saldo de los valores en circulación, junto con la carga financiera, coloca a la sostenibilidad de la deuda cuasi fiscal a colocarse en una posición dudosa, cuando, ante una tasa de interés real que es de 6.14 %, que supera la del crecimiento del PIB de los últimos años, al menos desde el 2022 a mayo de 2025, y el componente creciente de la carga de los intereses dentro del gasto público, explicado parcialmente por el compromiso financiero de la ley de recapitalización. En definitiva, ese escenario de continuar, tendrá consecuencias fiscales ineludibles.
Un punto que puede agravar el escenario descrito, es que no se observa una estrategia clara de reducción o convergencia fiscal-monetaria para afrontar la deuda cuasi fiscal del Banco Central, exponiendo a la economía a mayores riesgos.
La persistente acumulación de deuda cuasi fiscal es un reflejo de la falta de coordinación entre la política fiscal —que genera déficits recurrentes— y la política monetaria, que busca contrarrestar sus efectos inflacionarios absorbiendo liquidez con instrumentos de deuda. Corresponde, por tanto, avanzar hacia un modelo en el que ambas políticas estén articuladas, priorizando la consolidación fiscal y el fortalecimiento institucional del Banco Central, para que este último no cargue con responsabilidades que desbordan su mandato.
La deuda cuasi fiscal del Banco Central no puede seguir siendo una carga silenciosa y opaca. Es tiempo de incluirla en el debate público y en las decisiones de política económica. Reformular la Ley de Recapitalización, establecer límites legales a la emisión de instrumentos o redefinir el rol del Gobierno Central en el financiamiento cuasi fiscal son opciones que deben discutirse con urgencia, ignorarla es perder de vista una de las principales fuentes de fragilidad financiera del país.
Listín Diario