La fiebre en la sábana monetaria de Argentina

Eduardo García Michel

Sentados en un banco de madera debajo de un zaguán Vitriólico y Abimbaíto conversan. -Profesor, ¿que opina usted de la propuesta del recién electo presidente de Argentina, Javier Milei, de acabar con la inflación que ya a octubre se encaramaba en el 147 % interanual- dice Abimbaíto.

-La hiperinflación  – le responde Vitriólico -, es el peor castigo que puede imponerse a los pueblos. Empobrece, daña, frena las inversiones y el crecimiento, destruye la organización social. Hay que enfrentarla con resolución.

-¡Ah!, entonces la solución, como señala Milei,  es cerrar el banco central de Argentina y establecer el dólar como moneda de circulación.

-En aras de la verdad -reacciona Vitriólico con cierto desgano-, lo apropiado sería identificar las causas del descarrilamiento de los precios y de la pérdida de valor de la moneda para obrar en consecuencia. Si lo hicieran se darían cuenta de que la culpa del desorden fiscal y monetario de ese país no recae en las instituciones, sino en su uso populista e irresponsable.

-Eso no me lo habían explicado, maestro.

-Pues escucha: si  en Argentina hubiese que clausurar instituciones por haber promovido la inflación y la devaluación, tendrían que empezar por cerrar al gobierno, y, como algo subsidiario, poner candado al Banco Central.

-Lo que usted afirma, profesor, me parece muy drástico.

-No lo recomiendo. Debes entender que la fiebre no está en la sábana monetaria de Argentina. El problema no radica en las instituciones sino en quienes las manejan y en el marco legal permisivo que lo permite.

-Según usted no hay que cerrar nada, ¿verdad que no?

-No hay razón para desmembrar organismos que cumplen un importante papel en la estructura del Estado. En cambio, hay que disciplinarse, poner límites legales restrictivos al endeudamiento público y a la emisión monetaria y hacer que quienes los incumplan asuman costos personales rigurosos, incluso penales.

Abimbaíto se queda pensando. Le hacen falta referentes históricos para comparar.

– ¿Podría usted darme algún ejemplo de combate exitoso a la hiperinflación?

-Si, la hiperinflación de Alemania luego de la finalización de la Primera Guerra Mundial se originó en la extraordinaria expansión del gasto público efectuada para cubrir las onerosas reparaciones de guerra en adición a los demás gastos de la administración pública, en la caída de los ingresos tributarios y en el uso libre de financiamiento por vía de la emisión de dinero para compensar la precariedad de las finanzas públicas.

– Y ¿fue tan grande el daño?

-El asunto llegó tan lejos que en 1923, en Alemania, una barra de pan de centeno llegó a costar 365,000 millones de marcos y una libra de carne  de vaca 2.6 billones de marcos. El dinero se pesaba por kilos, no tenia capacidad de comprar nada, carecía de valor por su presencia excesiva.

– Y, ¿cómo pudieron resolver un problema tan grande?

-Ante esa situación de calamidad nacional se redujo el personal de la administración pública en 25%, se suspendieron los créditos del gobierno a empresas relacionadas con el Estado, se prohibió a los bancos de emisión conceder redescuentos de letras de tesorería del gobierno y la emisión monetaria se restringió a que en su composición por lo menos el 40% debería estar integrado por reservas en oro. En cuestión de poco tiempo se desinflaron los precios y se volvió a la normalidad. Alemania creó instituciones fuertes (en vez de cerrarlas) para no caer de nuevo en el abismo.

– Según usted no tiene sentido cerrar el banco central.

-Un banco central con límites claros sirve a propósitos útiles. Ayuda a mantener la estabilidad de los precios, suavizar el ciclo económico, regular al sistema financiero. Eliminarlo equivale a renunciar a tener el control sobre la propia economía y dejarla a la deriva que marquen los países dominantes. Es abdicar también de la regalía monetaria implícita en la emisión de dinero.

-¿Acaso estamos blindados en materia monetaria en la República Dominicana ante perturbaciones de la economía?

-Nunca se lo está a plenitud. Las instituciones son reflejo del quehacer humano. En el caso dominicano la ley monetaria y financiera de 2002 creó fuertes impedimentos para financiar al sector público a la par de sanciones a los funcionarios de la entidad que las violen. Y también regulaciones para velar por el comportamiento sano de la estructura bancaria.

-Con miras al futuro ¿no hay nada que cambiar?

– Hay que llenar vacíos y adaptarse a los tiempos. Entre otras cosas, limitar la facultad del organismo monetario de crear compromisos por medio de la emisión de títulos con vocación de convertirse en deuda pública. La deuda cuasi fiscal alcanza ya niveles insospechados.

-En aras de la verdad, lo apropiado sería identificar las causas del descarrilamiento de los precios y de la pérdida de valor de la moneda para obrar en consecuencia. Si lo hicieran se darían cuenta de que la culpa del desorden fiscal y monetario de ese país no recae en las instituciones, sino en su uso populista e irresponsable.

Diario Libre

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